No se acostumbren a este ritmo de publicación porque no pretendo botar dos entradas por semana. Este caso es especial porque a) soy un niño con juguete nuevo y b) estamos en una coyuntura especial que demanda mi total atención. Sí, saben a qué me refiero. Esta maldita festividad inventada que celebra la cursilería y oprime el pecho de todos los que no tenemos una pareja estable en febrero (porque el resto del año, aparentemente, no importa). Entonces, héme aquí para decirles que todo va a estar bien, amigos. No se dejen llevar por la propaganda, celebrar San Valentín is not what it’s cracked up to be. Don’t buy into the hype.
Hace poco leí una entrada de Homemaker que me hizo convulsionar de risa y que tiene mucho de verdad. Enumera una por una las razones por las cuales las parejas son, cuando menos, insoportables. Perdón, lost my train of thought for a second. Hay un tipo en mi oficina que es absolutamente delich y está subiendo y bajando las escaleras que están frente a mí. En fin, ¿dónde estábamos? Ah, sí, las parejitas. La verdad no voy a entrar en detalles porque creo que Orlando something-or-other ya lo dijo mejor que yo (not jealous at all). Yo les voy a hablar de otra cosa y el tipo delich tiene algo que ver en esto.
¿Qué onda con el 14 de febrero? ¿Por qué nos presionamos por encontrar una relación o, si ya estamos en una, ser excesivamente románticos y dadivosos? Es como el pinche Año Nuevo. Cualquier otro día del año te juergueas 365 veces mejor que el 31 de diciembre, pero no, la salida del 31 tiene que ser épica, sino el año saliente no vale nada y el entrante te derrotó desde la partida. Basta. No siento que fracasé como ser humano por tener un año nuevo para el olvido (in fact, aprendí a negociar como mercader de Ras Al-Khaimah, puta madre). ¿Y saben por qué? Porque, efectivamente, en lo que va de 2013 he tenido las juergas más inéditas, incluyendo un do-over del 31 de diciembre con la celebración del Año Nuevo Chino en Barranco, un mes y medio después. ¿Ven? Año nuevo, overrated. Ahí donde el hype de Occidente me falló, la colorida tradición de la China milenaria me mostró que la respuesta/la diversión siempre está en uno mismo (so spiritual, so deep!).
La misma huevada pasa con el día de San Valentín que, según cuentan las arcaicas leyendas (slash Wikipedia), era un médico turned priest que casaba soldados pese a la prohibición impuesta por el emperador Claudio, «el Gótico». Ahora, sea verdad o sea mentira, hay algo innegable: Claudio «el Gótico» > your faves. O sea, ¡le prohibía a la gente casarse! Tipo, «no, no me da la gana. Anda a pajearte al monte». Eso es ser fabuloso. PS: Claudio looked like this y Valentín, like this. So someone was clearly not wooing the ladies. Aunque esto era Roma so… wooing… little boys? That took a creepy turn, volvamos al 2013. En el siglo XXI, Valentín pasó al olvido. Bien podríamos llamarle día de la señora que vende flores afuera de Larcomar o día del oso miloficios de Los Herrajes. Pero ese no es el punto. El punto es que nos esforzamos sobremanera en pasarlo «bien», en que nos vean en los chapes más apasionados/desagradables del mercado y eso está pésimo, porque nos lleva a tomar las PEORES decisiones.
El 14 de febrero, los solteros podemos incurrir en crímenes como «oye… ¿y si vuelvo con mi ex? Yo creo que me quería y era guapísimo, tenía una chambaza, he was the one!«. Hace solo unos días tenía a una pobre lesbiana desconsolada sentada en mi sala por un error similar. Febrero es una pandemia, amigos. Estupidez infecciosa con principios de amnesia. ¡No! Take a step back and look at yourself, look at your choices. Amiga, date cuenta. A veces es bueno estar solo/a. Aunque sea 14 de febrero. Lo que me lleva al siguiente error común: «hoy no puedo estar solo/a, me meto con lo primero que pase». Todo bien con las aventuras de una noche cuando se está soltero y lo haces por ti mismo, porque quieres. Pero de ahí a tirarse a cualquier pordiosero «para no estar solo/a el 14» hay una colosal distancia que no podría medir ni Thalía (y ella sabe qué tan lejos está el mar de una estrella). ¡No hay que aceptar menos de lo que uno merece solo porque es San Valentín! No sean Emma Watson en The Perks of being a self-loathing hipster.
Finalmente, está el peor error de todos: lastimar a alguien o a ti mismo a propósito, por estirar un chicle sin sabor. Ya sea que le mientas a un pobre huevón «que medio quiere conmigo y ya pues, para no estar solo/a el 14» o a tu pareja actual que «ya no va más, pero ni cagando lo puedo terminar ahorita porque es 14» o, much worse, a ti mismo/a, intentando perpetuar el chape pasajero «porque lo conocí el 14». Amiga, eso no es una señal. Uno se da cuenta cuando las cosas tienen futuro y cuando no. Si eres tú quien le da la espalda a la realidad, luego no te tires al mar cuando no te responda por Whatsapp. «¡Pero tiene los dos checks!». Obvio, he thinks you’re a psycho and you need to stop.
A los que ya están emparejados, este 14 de febrero no tengo nada que decirles. Salvo que los odio. A ustedes, sus novios, sus citas dobles, sus 350 fotos en Instagram, sus tweets «caletas» donde se profesan discreto amor a través de (lo que ustedes creen son) inner jokes. Bitches, we get your jokes! Tiene 364 días más para enamorarse locamente los unos de los otros. Este día tengan la decencia de guardarse sus afectos en el bolsillo de atrás. De cuando en cuando se los pueden toquetear mutuamente para calmarse, pero ahí nomás. PS: en realidad no los odio, ¡los amo! Tengo parejas de amigos que son hermosos y a los que les deseo lo mejor. Pero bitchear al respecto hace esta lectura más divertida (¡todo por el rating!).
Este San Valentín, entonces, mientras varios van por el carpool lane, yo tomaré la ruta del cinismo (cada año más transitada, igual). I shall deflect through humor, Liz Lemon style. Que pase lo que tenga que pasar cuando tenga que pasar. Porque sí, si pudiera evitar estar soltero, probablemente lo evitaría. Es mi naturaleza de ama de casa frustrada, mi necesidad de ser asquerosamente meloso con alguien. Pero no voy a caer en el delito. I bind you, Luiscue, from doing harm! Además debo admitir que hoy en día la testosterona que me queda, me traiciona. Si veo a alguien que me atrae, como el delich de la oficina, no puedo evitar querer comérmelo. En esos acrobáticos momentos, de inverosimil frecuencia en la era del Grindr, donde das un paso fuera del edificio y aterrizas en el colchón de alguien, agradezco tremendamente estar soltero. So, whatever, I’m getting cheese fries. Todo llega en su momento. Quizá me falta estar conmigo mismo un poco más, ¿no? Porque como diría la fantástica RuPaul «honey, if you can’t love yourself, how the HELL you gonna love somebody else?». Can I get an amen up in this mother?