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Guía para emanciparse [de Galería No. 13]

Este artículo fue escrito en mayo de 2012, cuando buscaba depa,
y publicado en junio, ¡cuando me mudé!

 

 

Probablemente, en países más desarrollados esto es cosa de nada. Es, como, claro, tengo 18 años, voy a ir a la universidad, voy a empezar mi vida, soy todo un adulto. Es el paso más lógico. Pero aquí, en el Perú, donde la lógica no significa nada, las universidades no tienen dormitorios y los trabajos no pagan un cuerno, la gente no se emancipa hasta los 30. Todo un tema, creo yo.

¿Por qué es un tema? Porque realmente, y pongo la cabeza al fuego por esto, vivir eternamente en el hogar paterno nos ha vuelto una sociedad traumada, inmadura, de juguete. Vivir con tus papás nunca te permite crecer del todo, experimentar todo lo que la vida ofrece, ser un adulto a carta cabal.

Por más chéveres que sean tus viejos, siempre habrá algo que te estarás perdiendo (y probablemente sea todo lo malo, lo difícil, lo que te forma). Además, tus padres siempre te verán como “un chico” y, por ende, pensarán que aún pueden decidir por ti, que tienen que hacer todo por ti, que “ellos saben más” y todas esas cosas que a uno, como adulto, lo desquician.

Pero, ¡obvio! Piénsalo: no es tu casa; no mueves un dedo si no es estrictamente necesario; si tus papás son generosos, no gastas un sol; ya no pides permiso, pero sabes que hay cosas que no puedes hacer; no gozas de todas las libertades que quisieras sin, al menos, un poco de remordimiento. No eres un adulto, eres un adolescente de treinta años. Estoy seguro de que por eso hay tantos infantes mentales en este país (y, en ciertos aspectos, me incluyo).

No sé ustedes, pero yo me siento un poco tarado quedándome en mi casa. Desde que puedo recordar, quiero salir corriendo. Esa costumbre (y me enloquece que sea una “costumbre”) de no dejar la casa hasta “empezar una familia” no va conmigo. Me parece arcaico e inconcebible. Lamentablemente, basta con ingresar al mercado laboral peruano para entenderlo todo. Al inicio de mi carrera, me explotaron como quisieron por un sueldo de tercer mundo que no me hubiese dejado mudarme ni al set de Slumdog Millionaire.

Sabiendo que por mis propios medios jamás podría mantener el estilo de vida que mis papás me dieron, dediqué mis primeros años de vida adulta (y todos mis ahorros) a viajar y divertirme. Hice lo que me dio la gana y no me arrepiento de nada, que les quede súper claro, pero… ya basta. Cada día, mes, año que transcurre, me siento más culpable. Cada vez que mis papás hacen algo que yo debería hacer (como sacar citas con el médico), me siento más inútil. Así que se acabó la fiesta, “jovencito”, es hora de partir.

¿Qué necesitas para independizarte?

Primero, aclaremos las definiciones. Emanciparte implica que tus papás no te paguen la renta (cough, cough, ¡baby Jane!, jaja). Una “ayudita” por ahí, de vez en cuando, puede ser, pero la idea es que, al independizarte, pases a cubrir todas tus necesidades el 99% del tiempo.

Si es así, entonces, verdaderamente, serás independiente y, por lo tanto, desde ese día en adelante, estarás jodido. Tendrás que aprender a mantener un presupuesto y limitar tus caprichitos al mínimo, pero también saborearás las mieles de la autosuficiencia. Si no es así y eres de los afortunados que vivirán solos a costa de papá y mamá, bueno, pues, nada… qué suerte (inserte mirada fulminante aquí).

Paso 1: moldea tus expectativas a tu realidad.

Hay gente que vive con muy poco, así que sabemos que es posible. Sin embargo, la mayoría de personas leyendo este artículo (sino todas) han tenido la suerte de no tener que pasar por situaciones similares. Todos queremos mantener el estilo de vida al cual estamos acostumbrados, obvio, nadie quiere retroceder ni privarse de nada, pero si tu ingreso mensual es de 1500 soles*, evidentemente vas a tener que ajustar.

Escala tu estilo de vida a tus posibilidades económicas y no te esponjes. Escalar no es recortar. Al final, puede ser la misma chola pero más flaquita. Hazte la idea de que no vas a poder salir todos los fines de semana, pero saldrás igual. Asume que las comiditas en la calle serán menos frecuentes, pero igual te puedes dar algún gustillo. Puede parecer ridículo, pero es algo que te golpea si no lo ves venir. Asimílalo y empezarás con el pie derecho.

* Este es el mínimo indispensable que yo considero necesario para mudarte y tener cierta calidad de vida. Estoy seguro que puede lograrse con menos, pero yo no lo recomendaría.

Paso 2: encuentra un/a compañer@

Lo más probable es que, cuando hayas concluido el paso uno, te des cuenta de las cosas que no quieres perder y para las cuales necesitarás destinar una porción considerable de tu presupuesto total. Eso limitará la cantidad de dinero que estás dispuesto a ceder para el alquiler de tu primer departamento. Es en ese momento en el que concluirás: solo no la hago, necesito un roommate.

La elección del compañero de departamento o roommate es básica, pero no limitante. Hay decenas de factores a considerar parar vivir con un amigo, si quieres que siga siendo tu amigo al final de la jornada. Pero si no lo encuentras, no te detengas, también puedes vivir cordialmente con un extraño. En algunos casos, me han contado, hasta es mejor.

¿Qué tener en cuenta? Tres grandes campos: compatibilidad, consideración y detallitos.

Si es tu amig@, la compatibilidad se da por sentada. Se llevan bien, se quieren mucho, todo bien. Pasa inmediatamente a lo siguiente, la consideración (o la falta de) y tu reacción a ello.

¿Crees que va a dejar las áreas comunes limpias? ¿Te molestaría si no lo hace? ¿Crees que va a llegar borrach@ a romper toda la vajilla? ¿Te reirías si pasara? ¿Crees que va a meter extrañ@s en una noche de pasión y vas a despertar sin muebles? ¿Te sentarías en el piso a consolarl@? Hay gente súper tolerante, pero también hay gente súper conchuda. Por eso hay que preguntarse “dónde está mi límite” y evaluar si esa persona podría cruzarlo.

Finalmente, los detallitos. Todo es negociable, pero hay ciertas cosas en las que uno podría no estar dispuesto a ceder y es bueno discutirlas de antemano. Por ejemplo, a mí no me gustaría que se fume tabaco en mi depa. Ergo, no podría vivir con un fumador. Ni aunque me diga que saldrá al balcón, porque, en algún momento, no lo hará. O quizá mi roommate quiere tener un perro o alojar parientes o fumar marihuana. ¡Las posibilidades son tan coloridas e infinitas como la propia gente! Es vital conocer tus dealbreakers y discutirlos.

Si luego de todo esto aún consideras que quieres vivir con esta persona, ¡felicitaciones, te has hecho de un roommate!

Paso 3: encuentra un depa

¿Por qué el roommate antes del depa? Porque el departamento tiene que agradarle a todos. Si alguien queda mínimamente insatisfecho con la elección del lugar, créanme, fermentará en su interior hasta que explote en un baño de sangre, verbal o literal, más adelante. Nadie quiere eso.

Además, en este asunto de cazar departamentos, no hay tiempo que perder. Todos tienen que estar a bordo, ver el depa juntos y, si les gusta y está dentro de su presupuesto, tomarlo de inmediato. Al día siguiente, puede que ya no esté. Parece mentira, pero no duran mucho en el mercado.

¿Cómo encontrar el depa? Hay tres formas (y yo atacaría las tres en paralelo): periódico, porque la gente aún confía en ellos para anunciar y suelen tener variedad; internet, porque hay fotos y es más rápido; y recorrido de las calles, porque puedes tener la suerte del año. ¡Solo necesitas un celular que no se quede sin dinero y muchas ganas!

¿Qué mirarle al depa? Iluminación, tuberías y enchufes. El resto se puede arreglar, pintar, decorar. Ojo, ¡lo de los tomacorrientes va súper en serio! Sino, te mudas y ves que todo el depa tiene, tipo, cuatro. Ténganlo en cuenta.

Paso 4: múdate

Obvio. Llévate todo lo que puedas y empieza a vivir ya. No te preocupes por las cosas que no sabes o no tienes, todo llegará. Mientras más rápido empieces, más rápido te equivocarás y aprenderás. Además, los errores son la parte más divertida. Cuando te das cuenta de que te falta todo, que no sabes lavar ni comprar comida y mucho menos cocinarla.

Independizarse es un trámite, no les voy a mentir. Estoy en esto, con seriedad, desde hace unos meses y todavía no consigo lo que quiero. Claro, al principio hice todo en desorden y no llegué a ningún lado (¡debí hacer esta guía antes!). Ahora, estoy haciendo las cosas bien. Lamentablemente, se me cayeron las roommates ideales y debo volver a empezar, pero me siento más encaminado.

Lo importante, como con todo en la vida, es tomar la decisión y no parar hasta lograrlo. Y créanlo o no, independizarse también es bueno para tu familia. Menos peleas, los extrañas más, comprendes muchas cosas que antes no entendías e, inevitablemente, sientes una mayor gratitud hacia tus padres. ¡El 2012 es un año de cambios! Anímense a crecer, pero ahora sí, en serio.

PS: busco roommates.