Archivo de la categoría: Friends & family

Para serte franco…

Cuando me dijeron que Franco había escrito algo sobre mí, me causó gracia y ansiedad en partes iguales. La ansiedad es evidente. Un texto, de gentileza improbable, circulaba con mi nombre. Eso no sería del agrado de nadie y mucho menos de alguien que disfruta del anonimato como yo. Gracia porque han pasado muchos años desde que escuché su nombre por última vez y me resulta insólito que piense en mí en lo absoluto, para bien o para mal. Es halagador hasta cierto punto, como explica el propio texto que, por cierto, me gustó mucho. Incluso si decía lo que decía.

Supongo que no te sorprende ⏤y empezaré a dirigirme a ti directamente, Franco⏤ porque tus textos siempre me gustaron. Cuando me tocaba criticarlos rara vez tenía algo negativo que decir. De hecho, una de mis líneas favoritas (no pertenecientes a mi tallerista favorita), la escribiste tú. La imagen de esos cuerpos anónimos formando una caligrafía al tener sexo está tallada en mi mente. ¡En parte porque lo viví! Conozco íntimamente ese font, lo cual mencionas en tu texto y me hizo mucha gracia. Pero, más que nada, porque admiré esa observación tan delicada y perfecta (y envidié terriblemente tu perspicacia). A mí jamás se me hubiese ocurrido. Por eso cuando dijeron por ahí que era «explícita por el gusto de ser explícita» la defendí como si fuera mía ⏤en clase y en privado, aunque eso último tú no lo supieras. Probablemente hasta ahora.

Sobre el post que nos convoca hoy ⏤debo intuir que, si le pusiste mi nombre, quieres escuchar mis impresiones⏤ solo quiero decirte que me gustó mucho el final. Me alegra saber que si nos volviéramos a ver tendrías otra disposición. Sobre todo porque he visitado tu ciudad al menos una vez al año (sino dos) en los años posteriores a la era neoyorquina, así que las probabilidades de que me vuelvas a ver no son pocas. De hecho, tengo un pasaje abierto que pretendo utilizar. Si no fuera por la pandemia, ya habría regresado A ENCARARTE. Ja, es broma.

Me da un poco de risa que seamos como el huevo y la gallina. Tú creías que me caías mal por mi «tonito» (el terrible acento limeño, que efectivamente suena a obviedad) y te caí mal. Yo creía que te caía mal de gratis y por eso me caíste mal. Ahí nos quedamos. Como «enemigos, pero no por algo en concreto». Hoy no podría decirte ni cómo comenzó, porque mi primera impresión de ti ni siquiera fue negativa. Tampoco tenía prejuicios contra ti (a diferencia de algunos peruanos, mi simpatía por Chile está bien documentada). Creo que sólo proyectamos nuestras inseguridades en el otro, como los gays solemos hacer. For that I’m sorry.

En respuesta a tu pregunta, sí me cuestioné algunas veces por qué no nos llevábamos bien, pero no me quedé mucho tiempo pensando en ello. Asumo que ahora podríamos. Esa orfandad, hartazgo y ganas de morir en las que te reconoces siempre han estado ahí, no son exclusivas del momento post Nueva York. ¡Tenemos eso a nuestro favor! El hecho de que hayas leído mi sufrimiento con satisfacción y en compañía de terceros, on the other hand… me hace intuir que por algo no me gustaba la forma en que criticabas a la gente en clase. Pero bueno, en realidad no nos conocemos.

Mi reacción inicial al violento resumen de cinco palabras que recibí sobre tu texto hace unas semanas fue: «podría haber vivido toda mi vida bastante tranquilo sin esta información». Sin embargo, me alegra haberlo leído justo ahora. Verás, hoy ha sido un día un poco turbulento y me encuentro emocionalmente extraño. Por alguna razón, presentí que tu texto recalibraría mi cerebro o cuando menos disfrutaría la prosa y el drama.

Ha sido un poco así, so my most sincere thanks. Si esto fuera el taller, no tendría nada que criticar ⏤salvo los errores de tipeo, una leídita extra antes de publicar no cuesta nada. Gracias por el cumplido no compartido por tus amigos también. Yo estoy más de acuerdo con ellos que contigo y por ello lo aprecio más.

Como último acto de enemistad, igual que tú, publicaré esto sin enviártelo o etiquetarte.
Total, ya sé que me lees. 😘

Laid to rest

21 de junio de 2020

A comienzos del mes, mi madre me informó que era el aniversario de la muerte de mi papá. Como todos los años, me dio igual y no pensé mucho en el asunto. Estaba releyendo un libro sobre el racismo en el Perú que me parecía más importante. Al día siguiente escribí buena parte de lo que sigue a continuación, pero no lo publiqué. Quería publicar algo sobre el racismo primero. Como siempre, ended up doing neither.

En cualquier caso, me dio un rato para sentarme con lo que escribí ⏤y lo que no⏤ y enmendar un poco el texto. No porque sienta la necesidad de defender las acciones de nadie, sino porque creo que es lo justo. Otherwise, it’s character assassination. No need for that. La foto siempre es más grande que sólo nuestros errores. «If we were our outcomes, I’d be joining you.»

Entiendo que crear excusas ⏤a veces inconscientemente⏤ para justificar los comportamientos dañinos de terceros, especialmente familiares o parejas, sea casi un reflejo para muchxs. Yo no soy esa persona. De hecho, me desagrada la gente que racionaliza las deficiencias de sus seres queridos ⏤»ella es así», «él no es muy expresivo», etc.⏤ para explicarse a sí mismos y al mundo sus experiencias negativas, excusando a sus protagonistas en lugar de llamarles la atención.

Me desagrada aún más cuando, luego de racionalizar away cualquier actitud problemática, concluyen que «en el fondo [esa persona] me quería». Simplemente porque «they must haveNo, stop gaslighting yourself. Las dinámicas familiares son más complejas que eso. Es posible entendernos y perdonarnos sin negar o reducir la realidad. Querer no es automático ni obligatorio, te lo ganas. Anything else is obligation.

Creo que cuando uno es chico no sabe realmente lo que siente. No es posible, no tienes la suficiente información. Uno siente lo que le dicen que sienta y cree sentirlo porque confía en quienes dan la indicación. Crees en dios porque te dijeron que existe y te ama. Crees querer instantáneamente a tu familia extendida, gente que ni recuerdas, porque te dijeron que ya te conocían y querían, aunque tú no lo supieras.

Claro, pues. Cómo podría no querer a alguien que me quiere. Ergo, los debo querer. Este sentimiento raro y ligeramente incómodo que te genera esta gente, con la que nunca has tratado, debe ser amor. Si no nos vemos casi nunca y, cuando nos vemos, no son particularmente cariñosos, da lo mismo. Los tengo que querer igual, right? Wrong, pero aún no lo sabes, eres un niño.

Además, probablemente nunca tendrás que descubrirlo. Lo más común es que con el tiempo formes un vínculo real con toda esta gente y ya no sientas que «tienes que quererlos», los querrás de verdad. That’s kind of how it works with family. You grow into the love you’ve been told you already have.

Solo ahora puedo identificar que cuando otros niños decían querer a su papá y yo pensaba «sí, pues, es mi papá, lo quiero», en realidad no estaba tan seguro. No sabía si era un sentimiento genuino o algo que me habían implantado y nunca se me había ocurrido cuestionar. En mi cabeza, la alternativa, la posibilidad de no quererlo o querernos, era impensable.

Sin embargo, el único sentimiento real que me despertaba, el que sí recuerdo experimentar, era no-confianza. No desconfiaba de él. Jamás pensé que mi papá podría, intencionalmente, hacerme daño. Simplemente no confiaba en él como en mi madre. Imposible. Sabía que siempre podía contar con mi mamá para lo que fuera, pero a mi papá no se le podía ni pedir ayuda.

¿En qué momento? ¿En las mañanas ⏤absolutamente todas las mañanas⏤ cuando renegaba porque iba tarde para el trabajo? ¿O después del colegio cuando entraba a saludarlo a la sala, donde él almorzaba solo, y recibía un invariable «qué quieres» en lugar de «hola»? ¿O quizá después de almuerzo, cuando se encerraba a dormir ⏤literal, con llave⏤ y no emergía hasta la noche? No, imposible. El huevón era mega raro. Incluso después de dormir todo el día, las probabilidades de que se levantara de mal humor eran 50/50.

Ahora como adulto, podría entender que estuviera deprimido, que su vida no fuera lo que hubiese querido, que se sintiera presionado por cumplir ciertas expectativas sociales, lo que sea ⏤esto hubiera requerido que abra la boca, claro. But as a kid? ¿Qué más me puede inspirar una persona que, pese a vivir en mi casa, no conozco, no me habla y está molesta el 75% del tiempo?

La única sensación real que recuerdo experimentar en relación a mi papá fue ansiedad. De chico al menos. De grande me dejó de importar y creo que ese fue su gran error. Logró que, cuando tuve peces más grandes que freír, mis propias ansiedades que resolver, me deje de interesar. De niño estuve ahí, dispuesto a entablar una relación. De grande ya tenía otros problemas, otras alegrías, otra vida entera de la que, históricamente, no participó.

Sería muy fácil para mí especular que yo no era el hijo que él quería, que no teníamos nada en común y que, cuando se fue notando clarito que no lo íbamos a tener por quién era yo ⏤o quién iba a ser⏤, dejó de esforzarse por conocerme. Podría hacerme la víctima, pero no lo fui. Nunca me botó de la casa, pagó al menos parcialmente por mi carrera universitaria, ¡me regaló un carro!

Podría, entonces, suponer todo lo contrario. Que siempre me quiso y por eso prefirió no saber demasiado, dejarme avanzar sin interferir y quererme de lejos ⏤o no arriesgarse a no quererme. ¡Pero no lo sé! No tengo la menor idea porque nunca se dio a conocer. For all I know, it very well may not have been about me AT ALL. Pero no tengo cómo saber.

No quiero atribuirle nada, ni positivo ni negativo, como la gente que racionaliza comportamientos ajenos para armarse su propia historia, para bien o para mal. ¡Pero tampoco puedo! ¡Porque no se dejó conocer! No me contó nada. De nada. Nunca. Incluso si quisiera tratar de negociar una explicación, tentar an educated guess, no podría. Considerando que soy su hijo, eso es ligeramente peor que no conocerME.

For all intents and purposes, mi papá era un pariente que vivía en mi casa, pagaba por algunas de mis cosas y que, en mi etapa escolar, solo me generó ansiedad. Mi plato ya estaba bien lleno descubriendo que era gay en un colegio a) religioso de clase media, b) donde todos los estudiantes son hombres, y c) donde todos los hombres son machitos homofóbicos. ¿Pero ENCIMA tener que lidiar con los martes de carpool? UGH.

Todos los martes durante la primaria, mi día empezaba con un nudo en el estómago. Siempre he odiado levantarme temprano y esos martes no eran ninguna excepción, pero podía reconocerlos porque eran un calvario especial. Era el turno semanal de mi papá de movilizarme a mí y a mis compañeros al colegio, to and fro.

Apenas abría los ojos sabía que, como todos los martes (y todos los días), se demoraría horas en estar listo, por lo que saldríamos tarde, manejaría como un enfermo y renegaría del tráfico. Yo, por supuesto, iría en el asiento del copiloto, con las tripas ensogadas, muerto de vergüenza. A esa edad te importa cómo tus amigos ven a tu familia y, tomando prestada una irónica frase de papás, crees que «su actitud es un reflejo de ti».

A la salida mi suerte no sería diferente. Era (o me sentía) responsable de arrear a los chicos del carpool para no despertar al ogro haciéndolo esperar más de lo estrictamente necesario. No quería arriesgarme a que vean otra vez la misma cara de culo de la mañana, o que escuchen una vez más los bufidos con los que yo lidiaba día sí y día también.

No siempre era el caso, a veces conversaba y hasta se reía con nosotros. Pero el buen humor era lo suficientemente infrecuente para que en este momento ni lo recuerde. Lo que sí recuerdo es a mí, haciendo conversación para distraer a todos del monumento al mal humor que usualmente iba a mi lado o guardando silencio y vigilando con el rabillo del ojo su reacción al ruido de atrás. Todas las semanas, yo: un bulto que era más ansiedad que niño.

De miércoles a lunes, además, siempre podía contar con que se ponga a tirar las puertas de los clósets y revolver los cajones, renegando, buscando quién sabe qué, murmurando la misma frase rabiosa una y otra vez⏤mierda, carajo, todo agarran. Creo que, hasta la fecha, nadie sabe qué era lo que supuestamente agarrábamos. En el futuro nos reiríamos varias veces de eso.

En su momento me crispaba los nervios, claro. Pero al menos estaba en casa, en mi cuarto, solo. Ninguno de mis amigos o conocidos tenía que presenciar el bochornoso espectáculo. Tarde o temprano se iría a dormir o me dormiría yo y listo. Otro día habría terminado y, before I knew it, I’d be grown. Eso es lo que recuerdo. Esa es la base de mi relación con mi papá, un pasado ansioso y un posterior semi-conscious uncoupling.

Needless to say, cuando mi mamá me dijo que se cumplían tres años de su muerte y si quería conversar, me reí y le dije que no. No por mala onda o porque estuviera molesto. Sino porque no me acordaba y no me importaba demasiado acordarme. Cuando vine a Lima a despedirme, un mes antes de que muriera más o menos, dejé las cosas en buenos términos. Le dije «estamos bien, tú y yo» y cerré ese libro.

Volví a Nueva York sin nada que lamentar y cuando me dijeron que se murió, me quedé mucho más tranquilo. El nudo viejo en el estómago se me desató y me sentí libre. Además, creo haber escrito esto antes, estuvo agonizando mucho tiempo. Estoy seguro de que todos nos sentimos aliviados hasta cierto punto, empezando por él.

Si bien no tenía mucho que ofrecerle a esas alturas, me sentí bien de poder al menos extenderle la cortesía de una tregua absoluta. After that I was done y no me he sentido mal al respecto un solo día en estos tres años. ¡Me he sentido pésimo por muchas otras cosas, pero no por eso! Ni triste, ni molesto, ni arrepentido, ni nostálgico. No tengo por qué. No éramos cercanos and I’m okay with that.

Obviamente agradezco las cosas que recibí ⏤casa, comida, educación, etc⏤, sin las que no podría haber vivido ni la tercera parte de las experiencias que he vivido. Técnicamente buena parte de eso me correspondía por ley, pero no tendría por qué haberme dado nada. Sé que es una forma de querer. Let’s be real, though: financial support does not a relationship make.

Las razones por las cuales nuestra relación fue lo que fue no las sé. No sé si importan, la verdad. It was what it was and it’s ok. Yo lo he aceptado sin rencores and moved on. Pero confieso que me gustaría que se normalizara este tipo de experiencias. Para mí este es solo un domingo más… y es kind of annoying sentir que tengo que explicarme todos los años. Como si hubiera un problema eterno ⏤y encima el problema fuera yo.

Cuando dije que nadie quiere a nadie automáticamente, I meant it. Sé que es algo que se gana, siempre, no matter who you are. Porque, como todas las cosas que se ganan, se pueden perder. Es como Monopolio. Uno empieza el juego con mucho capital emocional y lo vas invirtiendo sin darte cuenta. Tu patrimonio sube y baja con el desarrollo de tus relaciones; las decisiones que tomas tienen un efecto directo en el retorno de tu inversión.

Idealmente, multiplicas lo que tienes y creas ese monopolio de amor indestructible que se le suele otorgar exclusivamente a la familia. De lo contrario, todo el tablero termina dilapidando sus fondos intentando pasar por ti. Creas esa cuadra por la que nadie quiere pasar, la que genera ansiedad porque no aporta nada, solo cuesta.

¿Y la gente que se equivoca, que a pesar de sus esfuerzos no logra corregir su juego o se rinde? Bueno, lo siento pero sólo ocupa espacio. Son una hilera de propiedades hipotecadas por las que da lo mismo pasar. Ya no te cuestan nada. And you can kinda settle into that and just keep playing. Suena fuerte, pero no se siente tan fuerte. Sigues tu juego nomás.

Incidentally, jugar Monopolio con mi familia es uno de los mejores recuerdos que tengo de mi niñez. Siempre alguien lo proponía ⏤probablemente yo la mayoría de veces⏤ y nos pasábamos horas jugando. Era una de las poquísimas actividades que podíamos disfrutar genuinamente los cuatro, juntos e individualmente. Del Ludo nos aburríamos rápido y jugar cartas era poco frecuente, éramos muy chicos.

Mi papá siempre era banco y siempre ganaba. Irónicamente en mi analogía sería quien más perdió. O el que no jugó bien ⏤or at all? Quizá le metió más ganas a las primeras rondas y por eso tengo algunos recuerdos bonitos de muy chico ⏤cuando nos llevaba a la laguna a alimentar a los patos o cuando me sentaba en sus rodillas en el carro y jugábamos a estacionar en el garaje. No hay cómo saberlo. Pero en algún momento desapareció del tablero y su rol se limitó a banco. On a good day, quizá también Parada Libre o Arca Comunal.

Ganamos poco y perdimos mucho, pero al menos cerramos la partida en buena onda. Ahora no puedo pedir (ni darle) más que la paz que eso me dio. And lay it to rest.

Missfires

17 de junio de 2020

Alguien a quien estimo y respeto mucho me dijo una vez que sé copiar muy bien. It was a throwaway line. No pretendía decirme nada particularmente profundo o complejo sobre mí. Simplemente me vio dibujando algo ⏤a Pedro Picapiedra, un personaje animado de la prehistoria (literal)⏤ y lo dijo.

Podría recrear a Pedro con los ojos cerrados, incluso ahora. Me sé el trazo de memoria. Sin embargo, esa tarde no lo estaba dibujando de memoria. Estaba mirando una foto de Google Images para asegurarme de que las orejas y el pelo iban donde mi recuerdo decía que iban.

Si bien pasé muchísimo tiempo dibujándolo de chico, había pasado aún más tiempo desde que fui chico. Tenía que asegurarme de que Pedro se veía como yo pensaba que se veía. Así es como esta persona me vio, mirando una foto y reproduciéndola en papel, y decretó que «sabía copiar muy bien».

Pienso en esto con frecuencia porque, a pesar de no haber procurado decirme nada trascendental, resultó que, en efecto, soy bueno copiando. No solo para dibujar, sino en general. Para escribir, para relacionarme con otros, para estar vivo. Lo último que vi, leí, oí dicta de alguna manera lo que voy a hacer inmediatamente después.

Soy bueno copiando el mood del ambiente en el que estoy y con frecuencia me cuesta volver atrás. Una vez abandonado el ambiente y adoptado uno nuevo, el yo de antes can’t come to the phone right now. Why? Oh, ‘cause she’s dead.

Soy bueno copiando sentimientos también, acoplando mis emociones a la música que escucho o lo que veo en la tele. Por ejemplo, acabo de ver un capítulo de 13 Reasons Why y tuve que ponerme a escribir esto para no enloquecer como Clay. De pronto solo podía pensar en cuando tenía 19 y le decía a una chica que era mi amiga que siempre tuve el presentimiento de que moriría joven.

Aunque según mi profecía ya debería estar pudriéndome, mi criterio de juventud se ha ampliado con los años. Ahora creo que podría considerarme joven por una década más. Aún así sigo pensando que de esa década no paso y, en este momento, que quizá ni llego.

Hace un rato le escribí a esta chica, que en su momento respondió que ella sentía lo mismo, después de un silencio de 4+ años. La última vez que nos vimos fue en Nueva York, de casualidad. Fue raro, como la disolución de nuestra amistad, pero no malo. Simplemente uno de los ambientes que dejé y a los que no podía volver, porque cuando volví me sentí incómodo.

Le pregunté de frente cuándo dejó de pensarlo. No porque yo asuma que ya no lo piensa, sino porque me gustaría que me diga que ya no lo piensa y cómo lo logró. Qué cambió. Probablemente lo lea mañana y piense que estoy demente. Me da mucha curiosidad ver hacia dónde me llevará este impulso.

Lo más gracioso es que, si me pregunta por qué le pregunté esto, no le voy a saber responder. No se debe a nada en particular, simplemente vi un capítulo de 13 Reasons Why y me monté a esa ola (y obviamente no se lo diré. Prefiero ser random a ser ridícula).

Supongo que ya estaba un poco volátil desde que vi fotos del día que compré mi bicicleta en marzo de 2012, videos del aniversario del tour Spice World 2019 y un instagram live de un ex amante del 2011 haciendo yoga con su actual marido y otro que, sospecho, es novio de los dos.

Me pregunto si soy bueno copiando porque no sé producir nada nuevo de verdad, que sea exclusivamente mío y emane naturalmente de mí. ¿Existen siquiera cosas nuevas todavía? No lo sé. Pero sé tomar lo que veo y reproducirlo, tanto dentro mío como fuera de mí, como una sensación o un producto.

Me gustaría decir que lo hago a la perfección, pero soy bueno copiando. Alguien que es bueno copiando sabe hacer suyo el resultado. No es perfecto, es mío. You wouldn’t even know the difference. Por eso me sorprendió que alguien me mirara y realmente me viera y pudiera decirme, en un segundo, como si nada, que era bueno copiando.

Ya ni sé

7 de mayo de 2020

Déjenme revisar el calendario para contar los días.

* Abre Calendar *

* Sube al 15 de marzo, cuando Vizcarra anunció el inicio de la cuarentena. Para mí este es el primer día real, pero cuento desde el 16, primer día efectivo *

* Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, o⏤ siete. Por siete, cuarenta y nueve. Más uno, dos, tres, cuatro, cincuenta y tres *

Día 53 del encierro y esto es el tiempo ahora. Un control auto impuesto.
No era necesario saberlo, todos los días se parecen desde hace más de siete semanas. Yo decidí contarlo, por costumbre. Por devolverle un poco de importancia. Me llama la atención haber contado en semanas. ¿Quién cuenta en semanas? Solo las madres primerizas creo.

Acabo de recibir un email de Starbucks ⏤aunque no local⏤ sobre «más ubicaciones abiertas». No recuerdo la última vez que tomé café. En mi casa no lo preparo, no tengo con qué. Debe haber sido en el Starbucks de Planet Hollywood, en Las Vegas, la mañana de nuestro retorno a Lima, antes de volver al cuarto para empacar y despertar a la puta de Daniel. Y dormir otro tanto yo, que también fui un poco puta ese día.

Pienso en el simple hecho de pasar por un café y lo raro que sería ahora. La desconfianza que sentiría cuando me lo entregan y que quien me lo entrega sentiría cuando le pago. Raro todo. Más raro que, siendo tacaña como soy, ni siquiera me tomaba cafés con tanta frecuencia como para extrañarlo. Probablemente tampoco lo haría ahora; aún así aquí estamos. Bueno, hoy me provoca, pues. Día 53 en que, además, ya hace frío. Me he puesto una polera por primera vez.

Oigan, me da un poco de no-sé-qué que todo este tren de pensamiento haya nacido de un email de Starbucks. Da la impresión de que lo consumo y lo promuevo y no es el caso ⏤hashtag not an ad. Trabajé hace poco con ellos y todo bien, no es un mal café by any means, pero no son el lugar al que yo, personalmente, vaya por café. Al menos no hoy en día. Salvo que me quede inevitablemente de camino, como por ejemplo, entre el lobby de un hotel y mi cuarto en dicho hotel.

Mi intención el día de hoy era escribir cualquier otra cosa, por cierto. Algo que me visitó anoche, antes de dormir, sobre hechos concretos versus verdades personales. Sin embargo, ya se me hizo muy largo para empezar ahora. Voy a tener que cambiar el título y guardarlo para después. Igual, me di cuenta al tiro que no funciona si tengo que poner la fecha al comienzo. Siempre quiero poner la fecha en español, pero el texto se manifestó en inglés y no quiero traducirlo. Ergo, incongruencia de formato y eso, sencillamente, no puede ser.

ESTE ES EL TIPO DE PAYASADAS QUE PIENSO CONSTANTEMENTE, HOLA, QUÉ TAL.

Ya. Si bien ninguna de mis entradas tiene sentido o importancia, menos ahora, tampoco deseo agregar otra fuga accidental/pésimo ad para el café de la sirena a la colección. Retomaré algo de propósito y les contaré, antes de que se me acabe la batería, otra cosa mucho más corta que también me visitó anoche: un sueño.

Estaba en un lugar no identificado viendo una película con mi amigo Adriano cuando, lógica de sueño, se nos unió Olly, de la banda Years & Years. Estábamos tirados en unos colchones en el suelo y no estaba del todo cómodo, por lo que pensé que el lugar no podía ser mío. Debía ser un departamento muy de gente joven o un backpacker. Pero era una casa, MI CASA (solo que bastante más grande y cero parecida a mi casa). Lo descubrí cuando bajé a la cocina por vino. «Tengo dos botellas de vino abajo», les había dicho, y cuando fui por ellas, noté que ambas ya estaban abiertas.

«Ugh, mi mamá se ha tomado mi vino», pensé. Entonces escuché el televisor en un cuarto contiguo. Era mi hermana, viendo alguna huevada en el sillón. Probé ambos vinos, decidí por el que me supo más rico y volví a lo que entendí era mi cuarto. Tomamos, vimos algo. Hedwig inicialmente, pero lo cambiamos porque no se veía bien. No recuerdo qué vino después. Le dije a Adriano que me quería chapar a Olly y se rió. «¿Tú? Qué raro». Pronto descubrimos que Olly estaba muy en la lógica de los tríos y nos descomputó. Me quedé un rato abrazando a Olly, aprovechando el pánico, pero ahí nomás quedó ⏤ahora me da mucha risa la cara de Adriano.

¡Siguiente acto! Estamos camino a un concierto de Britney Spears en Chile. Olly no es parte de la nueva configuración. En su lugar aparecen varias otras caras familiares, incluido un conocido de la secundaria de quien no sé nada desde hace casi veinte años. Solo lo saludé y seguí mi camino, tampoco éramos tan amigos. Yo ya conocía el venue, había ido para un festival ⏤en la vida real nunca he ido a un festival en Chile⏤, así que naturalmente yo lideraba. De pronto, veo a alguien acercándose a la puerta desde otra dirección, dirigiendo un pequeño grupo.

Mi buena Judy, José Carlos, había llegado con su propio bouquet de cabras. Qué alegría encontrarnos todes ahí. «Va a estar increíble», dijo una. «Ya, pero tenemos que comprar comida afuera antes que empiece porque adentro no hay nada», respondí. Todavía era temprano y según yo adentro solo había «choripán a diez mil pesos». Ahora me causa mucha gracia el detalle de los diez mil pesos porque en realidad no sé cuánto es eso. Lo googleé al despertar y resulta que son como 40 soles o casi 12 dólares. Sí, pues, absurdo por un choripán. Also, no un completo: un ~choripán~. Ja.

Nadie estaba tan preocupado por comer como yo, así que as a group seguimos inspeccionando el lugar. Por fuera, era como cualquier estadio o arena, pero por dentro era una especie de centro comercial mutante. A veces había tiendas; otras, ~experiencias~. Ambientes pequeños, decorados de una u otra forma, todos diferentes. Las conexiones entre un nivel y otro eran unas estrechas escaleras de caracol, como en una casa muy vieja. Nos tomamos fotos en todas partes porque gays.

Adriano me preguntó dónde estaba el local de comida BBB más cercano. Le dije que había que regresar por donde vinimos, a una suerte de patio de comidas/mercadillo, muy parecido al de Las Vegas donde Daniel y yo comimos ramen casi todos los días, pero versión LATAM. Recomendé un lugar que tenía un buen *algo* a buen precio. Qué diablos sería, ya no recuerdo. Acto seguido, estamos caminando por una carretera, rumbo a este lugar. Mi cerebro no pudo tolerar tanto glitch en la simulación y me desperté.

Lo primero que pensé fue que este venue, no los espacios internos que cambiaban como si estuviéramos en Harry Potter sino la carcaza, era real. Estaba convencido de que había ido a un lugar así, que si bien no estaba en Chile, estaba en alguna parte. Tenía un recuerdo vívido de la estructura y estaba absolutamente seguro de haber estado ahí, pero cuándo. ¡Dónde! Estuve tirado en mi cama un buen rato, rebuscando en mi memoria, y no pude llegar a ese lugar. Creo que efectivamente no existía.

Entonces me hice una pregunta que con frecuencia me hago porque mis sueños son súper así. Si mi recuerdo de haber ido a ese mismo lugar en otro momento, con otro storyline, también era un sueño, ¿fue parte de este mismo sueño, del día 53, o me inventé el mismo lugar dos veces, en dos sueños diferentes? A veces no sé si uno tiene sueños recurrentes o en el mismo sueño sueña que ya soñó.

Bueno, nada. Sigo loca.
Y me olvidé de comer, así que adiós.

Los Juegos del Hambre

1 de abril de 2020

Día número quién sabe del encierro.
Tal como se sospechaba, el presidente extendió la cuarentena en Perú otros trece días. Sé que fue hace poco pero no recuerdo cuándo. Tampoco sé en qué día vamos ⏤o en qué día estamos, for that matter.

undefined

Son las 11: 51 pm. Estoy escuchando Take Yourself Home de Troye Sivan en repeat. Con seguridad este post no saldrá hasta muy pasada la medianoche, así que la fecha de publicación no coincidirá. Me enfurece porque soy muy Virgo. Saber que voy a publicar algo que diga «es 1 de abril» el 2 de abril me pudre por dentro. But we’re in it now. No puedo echarme para atrás.

Estoy aquí porque no puedo dormir. No por falta de sueño, aunque efectivamente no tengo sueño. Sino porque hace menos de dos horas bajé a la cocina y encontré arroz y salsa huancaína. Me dio flojera picar mis verduras y descongelar mi pollo para preparar la misma cena que, literal, siempre como. Mi ex enamorado se sorprendía de mi capacidad para comer siempre lo mismo. «Yo como porque tengo que», respondí. «No porque lo disfrute» (esto será importante después). Le eché la huancaína al arroz, le tiré un mega huevo «frito» ⏤compuesto por tres claras y dos yemas, sin aceite porque mi sartén es buena⏤ encima y me lo tragué. No podía irme a dormir aún. No así. Abro el vino.

Me acabé media botella, mi límite, hablando por teléfono con Chio hace un rato. Pasé a limonada y con la limonada sigo. Hace calor. Me acabo de sacar el polo. Troye sigue cantando. Evité mirar abajo al principio, pero hacer lo que no se debe siempre es más rico y más fuerte. Me miro, pero no me estudio. Es lo que esperaba encontrar, así que no necesito detenerme. Estoy bronceado de todos estos días de encierro bajo el sol. Un privilegio, lo sé. Estoy inflado de arroz y huancaína también. Cambiaría mi jardín privilegiado por genes privilegiados, que no se inflan nunca. Girls that eat pizza and never gain weight, never gain weight.

La semana pasada ⏤o antepasada, quién mierda sabe a estas alturas⏤ leí un artículo de Buzzfeed News sobre cómo la cuarentena está poniendo en riesgo la recuperación de personas con desórdenes alimenticios. Como dije en mi post anterior, me sentí mega identificado. De hecho, no fue hasta que leí el artículo que me di cuenta que se me estaban desbaratando las pilas del puente.

Adriano, a quien mencioné en el post y lo leyó, me preguntó si era en serio, si todavía los tenía. «Yo lo veo así», le dije. «Es algo que se supera, pero nunca se va». Me sorprendió que me pregunte porque pensé que lo sabía. Nunca he tenido mayor problema en hablar de esto y a veces, cuando uno no tiene problemas en hablar de ciertas cosas, cree que ya se las dijo a todo el mundo. Guess not! Pues bien, mi caso no es tan severo como el de las personas del artículo. No obstante, esa primera línea resuena mucho en mí: «On a good day, I don’t think about food much».

Toda mi niñez tuve esos genes privilegiados que nunca se inflan de los que hablaba. A los siete años me cerraba ropa de cuando tenía cuatro. La camisita me llegaba a la cintura y el short parecía de puta, claro, pero todos los botones cerraban. Mi hermana, que de chica era más propensa a engordar que yo, dijo alguna vez que ella debió tener mi cuerpo y yo el suyo. Me encantó saberme secretamente la regia de la familia. «Una alegría privada y cortita», como diría mi vv. Entonces llegó la pubertad y a la maldita se le cumplió el deseo. Todo se fue a la mierda.

Al principio no lo noté. Sabía que los adultos me veían diferente ⏤me atacaban con esas frases asquerosas, «está echando cuerpo», «está maceta»⏤, pero no entendía cuánto había cambiado realmente. Después de todo, no había engordado, me había ensanchado. Si hubiese sido un niño activo, hubiese sacado músculos en dos segundos. La carne estaba allí, lo que faltaba era el ejercicio y cómo odiaba hacer ejercicio entonces. De muy chico los deportes no me interesaban, de más grande entendí por qué. ¿Hay algo más aterrador para un pequeño gay que una pelota deslizándose hacia él y un «¡oe, pásala!» de algún hetero sin bañar? GAY PANIC.

Obviamente no puedo echarle toda la culpa a ser gay. Hay cabras que practicaron deportes en el colegio y straights que no jugaron nunca una mierda. Variedad, como todo en la vida. Digamos que, en mi caso, era 80% por gay y 20% por flojo. Quizá 70/30. Soy bien flojo y lo era aún más. But I digress. El punto es que no sabía que había subido de peso hasta que el hijo de una prima, a quienes jamás veía porque pertenecían al lado de la familia que de chico quería evitar porque era un snob de mierda, me lo dijo. «Un poco más y tienes tetas». Click. Fue instantáneo, el abrir de ojos. Fulminante.

Los siguientes meses emprendí una especie de anorexia DIY. No tenía mayor información al respecto ⏤digamos que internet no era lo que es hoy⏤, pero los principios son muy básicos. Si no comes, no engordas. Simple. Recuerdo que «mi mayor hazaña» fue desayunar un viernes antes de ir al colegio y no volver a comer hasta el desayuno del lunes. Fue sorprendentemente fácil. Regalar la lonchera del viernes, llegar a casa diciendo que ya había almorzado, no comer esa noche y salir todo el fin de semana a las horas de comer. Nadie se percató de nada y no estuve obligado a probar bocado hasta el lunes. Lo hice solo una vez y no hubo necesidad de repetir. Para entonces, ya había vuelto a mi peso «normal» a punta de ya comí’s y otras proezas menores.

Cuando recuperé mi peso, recuperé también mi cordura y mantuve ambas lo mejor que pude por varios años. Pero mi relación con la comida no volvió a ser la misma. Disfrutarla, en serio, como antes, me era imposible; mientras que todo lo que no debía hacer ⏤dejar de comer o limitar lo que comía⏤ me resultaba más natural. De hecho por mucho tiempo no sentí hambre. Tuve que reinstalar en mi cuerpo el mismo software que le borré. Me comprometí conmigo mismo a siempre comer mis tres comidas a la misma hora. Funcionó. Mi cuerpo recordó el hambre y en adelante no tuve que preocuparme tanto. Pero nunca dejé de pensar en la comida. No del todo. Como dije, es algo que, si bien se supera, nunca se va.

Algunos años más tarde salí del colegio a la universidad y, un buen día, el primer chico del que me enamoré, con quien tuve una relación clóset espantosa, me dijo muy suelto de huesos y al oído, «qué bueno que seas tan flaquito». Rodeó mi cintura con esos mismos huesos sueltos y concluyó: «porque es como abrazar a una flaca». Click. Se podrán imaginar la etapa que vino después. ¡Felizmente siempre he sido pésimo en matemáticas! Eso realmente previno que me vuelva uno de esos maniáticos que cuentan calorías, mi línea límite. Según yo, si caía en ese juego, estaba oficialmente enfermo. En fin, pasé todo ese tiempo pensando que si engordaba, me iba a dejar y me dejó igual. Volví a comer normal.

Salí de esa relación deprimido como la mierda, pero gay, muy gay. Uno de mis amigos de facultad salió del clóset casi detrás de mí. Se volvió mi mejor amigo y yo me volví más gay. Conocí a otros gays. Me volví re gay. Empecé a compartir mis experiencias de discriminación con esos otros gays, descubrí que tenía mucha rabia contra la matriz heterosexual. Me volví anarco gay. La empecé a pasar mejor y a tener sexo, así que dejé de preocuparme (tanto) por el enemigo heteropatriarcal opresor y decidí concentrar mis esfuerzos en la conquista homosexual. Me metí al gimnasio. Me gradué de gay.

Me costó al principio, pero rápidamente el gimnasio se convirtió en mi pasatiempo favorito y aliado número uno para controlar mis desórdenes. Sé que en cierta forma es cambiar un TOC por otro, pero no soy vigoréxico ni me inyecto esteroides, así que creo que esto es ene más saludable. No hago más de lo que puedo, no me siento obligado a ir todos los días y genuinamente disfruto mi tiempo allí. Sí, funciona como una especie de permiso. Ir regularmente me ayuda a sentir que «puedo comer lo que quiera», pero eso no quiere decir que si dejo de ir, dejo de comer. Me lesioné en noviembre del año pasado y casi no he ido desde entonces y aquí estoy, comiendo helados en Miss Cupcakes y ramen cada dos por tres. Pero saber que siempre puedo volver a entrenar, me recuerda que el peso sube y baja y que «todo estará bien». Salud 1 – Desórdenes 0.

Por otro lado, mi cuerpo de 30 no es mi cuerpo de 20. Conforme he ido envejeciendo ⏤y porque contraté a un personal trainer que me armó una⏤ he tenido que aceptar que la dieta sana es lo más importante. No podría estar tan campante sin ir al gimnasio desde el año pasado si no supiera que estoy comiendo bien. Al principio me obsesioné con la dieta y vi mis abdominales por primera vez, claritos como estas letras. Pero me había privado de varias cosas, así que relajé la mano y nos despedimos. Está bien, me gustaban pero hay concesiones que no estoy dispuesto a hacer. Con eso aprendí que yo decido qué quiero y con qué me siento cómodo. No TENGO que ser uno de esos conchasumadres perfectos de instagram, que encima tienen el cuajo de tomarse fotos comiendo pizza o desayunando panqueques. Igual si me provoca, me aplico con la dieta y el gym y me acerco. El punto es que ya no me engañan. Por más genéticamente bendecido que seas, sé que la pizza de esa foto es una excepción. Ese panqueque no es la regla. Salud 2 – Desórdenes 0.

La tercera pata de mi salud mental son mis amigos. «Yo como porque tengo que, no porque lo disfrute» le dije a mi ex una noche en Brooklyn. Era cierto. En cierto modo es cierto aún, pero he aprendido a disfrutarlo de nuevo. O sea, hay cosas que simplemente SON ricas. ¿Un lomo saltado (con papas Y arroz)? ¿Un pollo tikka masala? ¿una pasta cuatro quesos? DELICH. Pero cuando uno tiene una relación complicada con la comida, la culpa siempre está sentada en la silla de a lado. A menos que… alguien tome su lugar. Cuando me provoca comer algo como esto, que escapa de mi dieta regular, simplemente salgo a comer con alguien. No limito la frecuencia, porque siempre me provoca ver a mis amigos ⏤if anything, la billetera me limita más que mis issues. Pasarla bien mientras como me hace disfrutar lo que como. Sin culpa alguna, además, porque sé que es la excepción en mi dieta y que siempre puedo entrenar otro día. Salud 3 – Desórdenes 0.

¿Qué pasa ahora con el coronavirus? El artículo de BuzzFeed News señala que la cuarentena está desbaratando las rutinas y rituales de todo el planeta, pero en el caso de las personas con desórdenes alimenticios, estas son cruciales para su recuperación. Doy. Fucking. Fe. Si bien los casos del artículo son mucho más serios que el mío, compartimos la misma ansiedad. En este momento, los tres bastiones de mi salud mental con respecto a la comida ⏤ejercicio frecuente, dieta regular y amigos⏤ están trastocados por el encierro y estoy enloqueciendo.

Es cierto, no estuve yendo al gimnasio durante un buen tiempo y me he sentido relativamente tranquilo al respecto, pero cero gym no significa cero actividad. Antes de enclaustrarme, montaba bicicleta a todas partes. Salía todos los días por lo menos un rato y eso me daba tranquilidad. Ahora con suerte me dejan ir al supermercado cada cierto número de días. Además, desde que empezó la cuarentena global, el número de influencers de gimnasio y #fitspirations se ha multiplicado por toda la población. Hoy son una fuerza ineludible. ¡Quién hubiera imaginado que el mundo entero tenía un gimnasio en casa y que sentirían un llamado ético a compartir sus rutinas y recordarnos la importancia de ser productivo y mantenerse activo y bla, bla, bla! Esa presión extra no existía en mis días de solo montar bicicleta. Salud 2 – Desórdenes 1.

Asimismo, mi dieta se ha convertido en daño colateral de esta cuarentena, debido a un agente externo con el que no contaba: mi mamá. Mi madre, que andaba dando vueltas por Australia y alrededores, regresó a Lima justo a tiempo para la cuarentena y decidió pasarla en la casa conmigo, en lugar de ir al departamento de mi abuela, donde ha vivido los últimos años. Cuál es el problema, preguntarán. Pues que ahora hay elementos en la cocina que, cuando vivía solo, no estaban presentes. Como por ejemplo, el arroz y la huancaína que me tragué en la noche, cereales de chocolate o una cantidad ABSURDA de galletas de soda ⏤en serio, me ha forrado la casa de galletas de soda, ¡no lo entiendo!

Podrías controlarte y no comerlo, dirán y estarán en lo cierto. Podría. Pero antes no tenía que preocuparme por ello porque, sencillamente, no había alternativa. Mi casa solo tenía exactamente lo que yo comía y nada más. No había nada que pensar, solo que hacer. Cualquier otro antojo implicaba involucrar a Rappi, lo cual me hacía desistir con frecuencia. Ahora en cambio me encuentro con otras cosas que están fuera de la lista y me provocan. O peor, simplemente me vencen porque ya están preparadas y listas para comer, versus mis verduras sin cortar y mi pollo sin cocinar. ¡Es bastante más sencillo seguir una dieta cuando todo lo que tienes en casa son los ingredientes de dicha dieta! Ahora existe una nueva tentación, ya sea de sabor o conveniencia, que me obliga a hacer precisamente lo que no quiero: PENSAR en la comida. Salud 1 – Desórdenes 2.

Finalmente, la parte más obvia. Si estoy encerrado en casa con mi madre, bajo toque de queda y con Miss Rona corriendo salvaje, no puedo salir a comer con mis amigos y continuar con mi estrategia de disfrute gastronómico. Por el contrario, estoy aislado, intentando concentrarme en seguir mi fucking dieta y hacer ejercicios en mi casa de galleta de soda cada vez que veo a esas malditas cabras en instagram o me miro al espejo y me siento fuera de forma. Salud 0 – Desórdenes 3.

UGH. De verdad me llega al huevo. Me ha costado mis buenos años alcanzar cierta tranquilidad con el tema, llegar a una tregua con la comida, y siento que poco a poco esa paz se está yendo al diablo. La factura emocional se hace más cara con cada día de aislamiento y la real también, ¡porque me estoy tirando un huevo de plata en vino para olvidarme de todo esto!

Sé que no es la manera más sana de lidiar con mi ansiedad, pero cuando tus peores instintos son second nature… atontarse con un poco de vino, que además últimamente me da un hambre radical, suena como el menor de los males. Whatever keeps me from slipping right back into queen Cassie territory.

Four-second rule (2018)

My contribution, at the time and at the table, was the four-second rule. If you can sustain eye contact with somebody for over four seconds, you have one foot in the door.

In my experience, this is true every time. Think of people you’ve crossed paths with on the street. You look at them, they look at you; that’s second one. Then, one of these things will happen:

Two seconds: They/you will look away.
Three seconds: They/you will stop and consider, ultimately looking away.
Four seconds: You’ve gone the distance. Whatever happens next will depend on a number of factors, but at the very least you know they’re not indifferent to you. Whoever’s brave enough could crack a smile and see where that takes you.

I said «in my experience this is always true» but considering the company I was keeping, I should’ve specified it’s a gay male experience. It is how you spot straight men as a homo. They won’t make it past second two. They’d be terrified to look at another man for longer than it takes them to recognize him as friend or size him as foe.

But, it is also how you spot the gays. They will either make it to second four or let you know in no uncertain terms just how unattractive they find you by second three. «But women are different», I continued. «They weren’t taught to fear closeness with one another, even though society sure seems hell bent on pitting them against each other».

I can’t empirically know if this works between women for it is precisely the way men have been brought up in this bullshit patriarchy that makes the four-second rule a rule. The lesbians agreed, but seemed disappointed.

⏤ What about straight men?
⏤ You know how they swipe right at every single woman on Tinder? Like that, but with their eyes.

Also, who cares.

Special needs ✝︎

Just 19, a sucker’s dream. I guess I thought you had the flavor.
Placebo

 

 

«Creo que es obvio lo que va a pasar», susurró Efra. Efectivamente, lo era, pero incluso cuando su aliento ya se condensaba bajo mi nariz ⏤aprendí escribiendo esto que ello se llama surco nasolabial⏤, yo tenía motivos para desconfiar. «No, ¿qué?», le pregunté bajito, volviendo todo mi cuerpo hacia él, sonriendo, más cerca. La pregunta no era necesariamente retórica. Mi intención era corroborar que no estaba equivocado y al mismo tiempo prolongar el jueguito que él había iniciado.

Es posible que Efraín haya interpretado mi pregunta de forma incorrecta. Es decir, como reflejo de ingenuidad más que de incredulidad. No es de extrañar. Solo me llevaba dos años, apenas un erastês, pero se le paraba al infantilizarme. Le encantaba ser el hombre maduro de la relación, el maestro, el amo. Lo era, hasta cierto punto, pero en esta instancia se equivocó. No pregunté por inocente, ya había tenido mi primer beso con un chico del colegio a los quince. Sencillamente me costaba creer que después de tanto tiempo por fin aceptase que también estaba enamorado de mí (una interpretación bastante cándida y errada, debo admitir).

Esa noche, cuando nos acostamos, no podía suponer que iríamos más allá de la amistosa rutina que hasta ese momento habíamos mantenido por meses. Acostarnos, abrazarnos, dormir. Las posturas podían cambiar, pero la práctica era siempre la misma. Desde la primera noche en que sus delgados brazos envolvieron mi cuerpo y su cara barbuda descansó sobre la mía, siempre acostarnos, abrazarnos, dormir.

Ahora, durante esos primeros meses de acunarme, yo aún era menor de edad. Es posible que mi situación legal haya sido un hecho crítico para Efra y yo no lo haya sabido. Después de todo ya me había dado un pico antes, la mañana después de su cumpleaños. Quizá no era el momento, no se sentía listo. O no me quería tanto. ¿Y ahora sí? No lo supe entonces y aún no lo sé. Nunca pregunté. Quizá nunca me quiso en lo absoluto, ni siquiera entonces. No como pareja. Ya da igual.

Solía lamentar no recordar cuándo pasó. Me parecía inconcebible que algo tan importante hubiese pasado tan desapercibido. Las verdaderas sorpresas son imposibles de sujetar, supongo. Así nuestro primer beso ocurrió una noche sin marcar y se escurrió por las casillas del calendario hacia los márgenes y, eventualmente, fuera del tiempo. Hoy ni siquiera podría calcular un intervalo. No podría decirles si era invierno o verano, dos mil dos o tres. Creo que fue lo mejor, de lo contrario habría celebrado patéticos aniversarios mentales durante años y fumado en exceso. Por esas fechas fumaba todos los días y, si estaba ansioso o deprimido, todas las horas.

Imposible separar ese día de cualquier otro. Nos habíamos juntado por la tarde-noche después de que yo viera a mis amigos en el café, como era nuestra costumbre. Efraín odiaba un poco a mis amigos. En parte porque mis amigos odiaban un poco a Efraín. Creo que en el fondo simplemente no le gustaba compartir mi atención. «Por qué saldría con ellos si yo, infinitamente más interesante, estoy aquí». Efra, como cualquier narcisista, era posesivo en ese sentido. No me molestaba, yo quería dejarme poseer y me supe dividir. Nunca dejé plantados a mis amigos, a pesar de que realmente no hacíamos nada especial.

Empecé a llevar mi mochila al café. Mis amigos nunca preguntaron por qué, así que no tuve que confesar que llevaba mi pijama y el estuche de mis lentes de contacto para dormir en casa de Efraín. Esa época fue, digamos, la mejor. Efra y yo íbamos muy bien, progresando cada día, casi hasta donde yo quería. Hasta que sus miedos reaparecían y tomaba distancia de mí. Lo que entonces consideraba una maldita indecisión, terror a salir del clóset y ahora, tantos años más tarde, no sabría nombrar. Exploración o cariño o infatuación o carencia. Algo monstruoso y cálido, cómodo e imposible de asir, que como viene se va. Sin explicar.

¡Estúpido de mí buscar explicaciones! Yo sabía las reglas: Efra me daría lo que pudiera necesitar, tácitamente y hasta un punto. Pero si cruzaba la línea, si buscaba que me dijera que me quería o me lo demostrara, se lo diría o demostraría a alguien más. A una mujer. Cualquier mujer. Hasta que aprendiera la lección, hasta que comprendiera mi lugar histórico: Hefestión, no Roxana.

Pero Efraín no era ningún idiota, nunca me empujaba más allá de su campo de acción. Yo en cambio sí era un idiota, me alejaba sin decir nada, sintiéndome perdedor, pero nunca me iba. Sabía que debía dejarlo, pero no podía. Estaba horriblemente enamorado de él, despojado de agencia y poder. Para entonces tenía clara mi única jugada: Efra me decía lo que quería escuchar cuando sentía que podía perderme. Así que yo me perdía constantemente, pero nunca de vista.

Esa tarde que no recuerdo llegué a su casa del café. Sí recuerdo, sin embargo, que estaba feliz y triste de verlo al mismo tiempo. Cansado. Demasiado para mis diecisiete. Nos acostamos a ver televisión, a conversar. Hablamos de las mismas cosas, nos reímos de los mismos chistes, nos miramos con los mismos ojos. Estábamos cómodos el uno con el otro, habíamos llegado a un lugar envidiable que no me hacía menos doloroso el estar juntos. Quizá porque sabía que era una ilusión, un holograma de felicidad. Entonces, algo cambió.

Cuando apagó las luces, se quedó observándome con singular facilidad. Yo apenas podía discernir el contorno de su cara trazado a mano alzada por la luz de la calle. Echados cara a cara, hablando de nada, hubo un imperceptible giro de curso. Había tomado una decisión que, incluso en el susurro, robustecía su voz. Se acercó serpenteando sobre sus hombros, sonriendo como si supiese algo que yo no, sin interrumpir la conversación. Sentí sus palabras palidecer, él ya no estaba detrás de lo que decía. Se acercó más. Su voz era un murmullo, podía sentir su respiración sobre mis labios. Entonces entendí, pero no lo creí. Se acercó aún más.

«Creo que es obvio lo que va a pasar», susurró Efra, rozando mis labios al hablar. Ese primer contacto, casi imperceptible, me encendió de pies a cabeza. La cabeza me estallaba, estaba petrificado. Cómo sentir sus labios un poco más si no puedo moverme. ¡Está ocurriendo, huevón, no lo puedes perder! Nunca he pescado en mi vida, pero asumo que esto es lo que siente quien saborea la real posibilidad de pillar un aguja azul.

«No, ¿qué?», le pregunté bajito, intentando prolongar el juego, rozando sus labios con los míos. «Ah, ¿no sabes?», sonrió, causando que sus labios se retiren de los míos involuntariamente. «No te hagas», añadió inmediatamente, reubicándose y mordiendo mis labios con los suyos. No supe qué más decir, pero no hizo falta. Después de retrasar el momento al máximo posible, algo casi tan delicioso como el acto en sí, Efra se arrojó sobre mí con tierna violencia y me dio el mejor beso de mi joven vida. Por muchos años, el mejor que nadie me haya dado jamás, porque era mi primer amor.

Le devolví el beso con la intensidad de quien había esperado toda su vida por él. Efra me abrazo, me puso sobre él y me besó con fuerza. Rodamos por toda la cama, empujándonos y acercándonos, casi a golpes, casi en guerra. Nos abandonamos el uno en el otro y, de pronto, no supe si era un beso o un exorcismo; la máxima lucha con nuestros demonios, con nosotros mismos, con lo que siempre quisimos hacer y nunca hicimos ⏤o eso quise pensar.

No sé lo que él podría haber sentido por mí, pero sé que aquella noche explotó. Lo besé una y mil veces y él a mí, hasta quedar exhaustos, sedientos, hasta que llegó la mañana y me quedé dormido con los labios partidos sobre su pecho, oliendo su cuerpo, que me fascinaba. Tenía un aroma que era solo suyo y, en ese momento, mío. Fue todo lo que siempre quise que mi primer beso fuera. Desde ese día supe que siempre me enamoraría por la nariz.

Cuando nos despertamos pasadas las 10 de la mañana, aún estaba en sus brazos. Fue uno de los pocos momentos donde Efra fue realmente tierno conmigo, sin cuestionarlo, sin pedir nada. «Carajo, ¿nos habrán escuchado arriba?». Nos reímos como dos niños que acababan de ejecutar una travesura magistral pero no podían asegurar el triunfo aún. Efra salió a revisar los alrededores. Volvió con el desayuno y el reporte: todo calmado.

Esa mañana no me vi al espejo, Efra no tenía uno en su habitación; pero estoy seguro de que mi cara de imbécil enamorado era imposible de camuflar. Sabía que no podía enfrentar a su familia con ese gesto ahuevonado, con el beso estampado en la cara como la marca de Caín. Le pedí que abriera la puerta del garaje, que era la entrada privada a su cuarto. Lanzó una pequeña carcajada como burbujas. «Eres un ridículo, ¡sal por la puerta!». Insistí que no podía. «Qué pobre diablo», accedió.

Abrió el garaje con dificultad, posiblemente por primera vez desde que se mudó de habitación. Una barra de sol le borró la nariz por un momento, mas no la sonrisa de oreja a oreja. «¿No te sientes un toque como una puta saliendo por el garaje?», escuché mientras mis ojos se ajustaban al Nuevo Mundo. Sentí mi sonrisa dibujarse dulce y pesada, le di un beso en la mejilla y me fui sin decirle más. Esto es, pensé. Él es, por fin.

Qué pobre diablo, indeed.

 

✝︎ La versión original de esto fue «publicada» el 9 de julio de 2007 en un blog oculto que jamás compartí. Me daría extrema vergüenza compartir un texto de mi yo de 22 años, así que la edité. Sorry about it. No obstante mantengo el título original porque amo esa canción de Placebo y el pseudónimo que le di a mi primer amor porque Efraín me gusta más que su nombre. Also, para no quemarlo. Aunque ya pasaron casi veinte años, relájate, William. It was really nothing.

Pt. 2: Pride-atory behavior

We need to talk about #Pride Sunday. As I previously mentioned, this little ditty’s been ringing in my ears for weeks now, seeping all the way into my dreams. Sadly, I’ve missed my self-imposed deadline. It was my wish to release this before the end of Pride month, the time when we (supposedly) reflect on our struggles and celebrate our triumphs as gay people. But much like that Tiffany Pollard meme, the gays™️ too are, um, versatile. Yes, much was accomplished in recent years, which calls for celebration, but in reality the vast majority just wanted to shake our scantily-clad asses. I’m sure guilty of it. The thing is, gays, if we keep neglecting our own toxic by-products, they will run rampant – my Pride Sunday was prime example.

If you recall, I’d said this entry was basically drafted in its entirety within 24 hours of it happening. I have scratched most of it now. Turns out I’d bitten more than I could chew. I tried to cover too much ground and the results were clunky. I’m cooling my ambitions and keeping it simple. I’ve been having the same discussion in some shape or form over and over again through the years. I’ve often let it slide or dismissed it or plain forgotten. But in light of recent events, I feel compelled to address my thoughts on the matter. If I can’t reach a satisfactory conclusion, at least I want to make more sense of it. And you know me – I gotta see it in print.

My lesbian friends and I had been poking fun around «gay culture» at an impromptu Pride brunch we cooked up over a hurried phone call. The centerpiece of that discussion was this straight-by-default girl I’d met the night before, who had said she wanted to hook up with girls but thought her advances were not being taken seriously. «They think I’m being friendly ‘cause girls compliment each other all the time and it’s no big deal», she’d told us. To this Lauren, my friend’s girlfriend, replied with the utmost confidence «oh, girls hate the idea of being that predatory lesbian».

I am well aware of what she meant by «predatory lesbian». Although, from what I gathered, it appears to be more of a staple in lesbian culture than I had known. My friend Mariana shadily pointed out I actually used to be friends with one. Maybe you know one, too! She’d be that pushy lesbian friend of yours who slides into your other lesbian friends’ DMs, even though you’ve never introduced them and she’s never met them. The kind who, if seen in the wild, is reluctant to take no for an answer and hovers over girls longer than necessary – sometimes awkwardly, sometimes confidently, always unwelcome.

That last bit sounds very familiar, though, doesn’t it? Sounds like… well, a man. Men obnoxiously hanging around women, puffing their chest and fumbling at gallantry is a tale as old as time. So you probably think this annoying predator is definitely a straight man. Could maybe, possibly also be a woman, a gay one! But never a gay man, right? Because gay men have either both been signaled as predators or somehow managed to avoid the label altogether under the assumption that two men hitting on each other are operating under equal conditions. Let me tell you about Pride Sunday, and you can tell me whether that is in fact correct.

After brunch, we proceeded to further celebrate our homosexuality. Went to the parade, had some drinks in the West Village, crashed a block party with bodega-procured beers, talked to strangers and had a gay ol’ time. I left the Village in high spirits and made my way home to Brooklyn, where I was to see Years & Years. I got there after doors, so if there had been a line I missed it. It wasn’t crazy packed by then, though. I wormed my way to the front, looking for friends (more lesbians!) who later informed me via text they were actually in the back. I wasn’t about to give up a good spot to see my baby Olly, so I stayed by myself. Shortly after, a gay couple, who were chatting up another gay guy and some girls, welcomed me into the fold. It was a very standard, Pride-infused neighborly situation and I was very much there for it.

The guys were buff, scruffy and loud, had a pubescent sense of humor and kind of resembled each other. You know, a gay couple. The other gay guy was skinny and had a quiet, slightly awkward vibe. However, he seemed very friendly or at least eager to make friends for the night. So when the guys kept rubbing his arms, stroking his hair or requesting he’d take his tank top off, he’d just smile and shake his head and try to change the subject. «Boys will be boys» and whatnot.

When I arrived, their attention shifted to me and what I was wearing: a black lace romper. Hey, I already fessed up to wanting to show ass. It was Pride and I wanted to unapologetically feel my oats! They made me spin to «appreciate» my outfit and did the (gay? male?) lewd joke thing. «Why are you wearing underwear, you should run to the bathroom and take them off». I laughed it off and declined, they let it go. Pretty standard. I thought nothing of it and took it all in stride. It actually didn’t bother me at all, I took it as intended. And perhaps emboldened by my reaction (and slightly see-through lewks), they decided to return to skinny gay guy and push, hard. Before they’d even finished saying «take your shirt off, it’s Pride», they had already taken half his top off. Way past tipsy from my day-drinking, I egged Skinny Gay on. He lifted the one remaining arm and was soon shirtless.

I’m sure you can infer what my stance on public shirtlessness is given what I was wearing. I didn’t think anything of it. That’s literally how you go to the beach or how some dudes go jogging or ride their bikes. I certainly didn’t think the least risqué thing in the world would make this guy uncomfortable. Mostly because, in my head, if something really bothers you, you simply don’t do it. And there he was, without a shirt.

When those guys asked me to go commando under my romper, I wasn’t uncomfortable because I didn’t take them seriously. I felt safe in my conviction that there was zero chance I’d ever do it. I wasn’t about to be bare-assed, junk a-swinging at a fucking concert! I could never be coerced into something so ridiculous and I knew they knew that too, which is why in my head they couldn’t have been for real. That’s just «how things are» with the gays, I thought, and they dropped it as quickly as they’d suggested it.

I would’ve been pissed if they had actually pushed for it, of course. That would’ve been straight up harassment, but they didn’t. And I think maybe that is how things are with gay men. A sort of unspoken agreement to push very far, but only so far. To introduce the sleaziness and see how the other party responds; to, let’s say, gauge interest. But it would’ve been certainly a lot easier to coerce Skinny Gay into taking off his shirt than it would’ve been to pressure me to take my briefs off. And it was. That is exactly what they did. They pushed beyond the checkpoint. Hell, they pretty much did it for him.

Regardless of how firmly on the ground my feet were on the subject, it was physically impossible for them to force me the way they did him. And yet I brushed it off because, in my drunk head, what they asked of him was nowhere near as crazy or overtly sexual as what I had been asked to do. It was tame, it was nothing, and he accepted! Pause, rewind. Did he? It all came down on him fast and from every angle. He was visibly hesitant, yet we all interpreted it as shyness. And you know what they say: «shyness is nice, and shyness can’t stop you from doing all the things in life you’d like to».

But he wasn’t shy, he was reluctant. And neither one of us could see it. Sure I was liquored up, but I still encouraged him. I had a hand in it, even if not as literally as the guy whose hands actually undressed him. And I did so based on the same mistake I often make when it comes to other gay people: I assume their experiences and outlook must be somewhat similar to mine. I thought he’d be game because in my state, I probably would have. But he was indeed uncomfortable, he just didn’t want to alienate us. He wanted to hang out and be friendly and, without warning, found himself in a grievous situation he couldn’t back out from. Until somebody very familiar with such circumstances pulled him out.

«Can you please stop? He’s uncomfortable, just stop». A woman standing next to us sternly addressed the more obnoxious gay guy, the one who had undressed him, and it felt like curtains falling heavy to the ground. Suddenly the ugliness was crystal clear. It was a music venue right before a show, it was loud as fuck, but you could not hear a thing other than her words bouncing off the walls. She killed the problem dead, shot it right in the head. Actually, she shot it in the balls.

Upon being called out, the guy was impossibly hurt. He was mortally wounded. He loudly argued with his boyfriend, who was begging him to let it go, for the entire time he was there, which wasn’t long. I couldn’t pick much of it up, but I could tell from his wide gestures and the very few things I overheard that his argument was, unsurprisingly, «she doesn’t know how it is (with gay men)». I can imagine him saying things like «he was just messing around», «he was being friendly», «it’s just a shirt», «it’s not like he grabbed him by the pussy» (you know, like presidents do). At one point he did yell at his boyfriend to «tell her!», which made me safely assume I was right – and that the guy probably agreed with his beau.

The idea that men are more sexual than women has always been accepted matter-of-factly because science! Supposedly, the average Joe thinks about sex nearly twice as many times a day as regular Jane does. I know, as a man, that applies to me one hundred percent. I think about it a lot. However, not being a woman or any other man but myself, I can’t corroborate the data. I do know quite a few women, both gay and straight, who are very sexual and lead rich, sex-positive lives. Conversely, I know quite a few guys who are not as sexually-driven or as carefree with their bodies and hearts as we sluttier gays are.

And maybe that’s the disconnect. Perhaps it’s not about being sexual, but about our sexuality being… well, kinda sleazy. I’m probably not venturing too far from facts in saying that the average gay man is sleazier than any woman. All people (or most of us) have the joy of consensual sex in common, but the gays engage in some rather «questionable» activities. And we high key like it. That’s perhaps where the whole «women don’t understand us» thing comes in. We know that, more often than not, it’s gonna be a whole lot of sex with a bunch of people, and while you’re bound to stumble across a prop or ten, a single feeling will likely not be found.

The odd thing about it is, of course, #notallgays. The level of immodesty varies from gay to gay and straight people are not your best tool when navigating such situations. No tea, no shade, but straights are huge fans of the binary. They may talk about «gray areas» but that’s because they still see things in black and white. «He cheated on you? Call off your gay wedding!» Uh… how about we define what cheating is within this specific relationship, Brenda? Surely nobody’s into being lied to, but some people are into welcoming others to their marital bed. This is a discussion to be had, like any other. You gotta make sure you see eye to eye on fundamental shit like this. Just like you would ask your man if he wants to be a daddy before getting engaged, Susan!

I recently talked to a dear friend about his impending divorce. He was still rattled by the reality of it, and kept going back to the very first time things went sour. He suspected his fiancé, now soon-to-be ex-husband, had a threesome with another married couple before their wedding, after being explicitly told not to. His fiancé denied it (and does to this day). Right on cue, his straight female friends advised him not to go through with it. I didn’t know any of this, but had I known, I probably would’ve just asked if an open marriage was something he’d be willing to consider. ‘Cause what the hell do I know, he might be! You can’t ever be too quick to judge gay relationships because you
simply
never
know.

In my friend’s case, he tried and discovered to his own surprise that he couldn’t make it work. It turned out to be a bigger issue than he’d wanted it to be. Meanwhile, his partner was merrily involved in physical and emotional affairs. Shit got very ugly. «Is it me? Am I uncool for not being able to be as open as he is?», he asked me. I assured him that, at the very least, that wasn’t his fault. People want different things. You need to find the one (or two or three, whatever) whose needs match your own. And while I think it’s commendable to try to make things work, when you know it’s not working, you need to get the fuck out. They plowed through at the expense of their mental and physical health. They suffered greatly for it and the ending remained the same. Although, as far as I’m concerned, if you keep under wraps for years what a big whore you truly are, you rip what you sow. Por mosca muerta.

My point is I couldn’t have told him what to do, no one could. Arrangements are made and you have to assume everyone is happy with their choices. If they’re not, only they know and they will deal with it in their own time, on their own terms. For instance, I had another friend who was in a relationship where they could only sext with other people, but never actually sleep with anyone else. Their relationship gradually opened up to allow others in in sensible numbers. And later they discovered that while they loved each other dearly, it wasn’t working and amicably parted ways. All this I knew. What I didn’t know was that, before they opened the relationship, my friend wasn’t actually having sex. His boyfriend was kind of asexual. This is why you can’t chime in willy-nilly, you just never know what truly goes on in someone else’s love life. He had made his choice to be with just him, regardless. Then changed it to let others in, then changed it again and let himself out.

If women don’t «know how it is between gays» it’s because not even the gays know what the fuck is going on. We have been influenced by both heteronormative culture and queer counterculture. We’ve been told to model our relationships after mommy and daddy and, within the same breath, been scolded for letting the punk within the gay die. «Yay, gay marriage! Ugh, gay marriage?» It’s fucked up… and low key hilarious. However, whether women understand the gays or not, they most certainly know a thing or two about harassment! And this heroic bitch spotted Skinny Gay’s distress like a fucking hawk. Only a woman could possibly recognize what that particular brand of mortification looks like and, on that Pride Sunday concert, one did.

Later, the injured party did something that puzzled me, though. He thanked the girl for stepping in, thus confirming what only she knew and we all ignored. But then, without skipping a beat, apologized to the gay couple «for making things awkward». The one guy said something along the lines of «it wasn’t you» and left almost immediately after. I didn’t get it. Was Skinny Gay not all that uncomfortable then? I decided against unfairly questioning the validity of his comfort-level and instead asked myself why anyone would so earnestly apologize to their tormentors for being tormented.

The best I can come up with, after this long ass entry, is this: two men interacting with each other are not always operating under equal conditions. There are predatory gays and it appears they have written the playbook. Gay male culture might be gay, but it’s still very much male. It’s wired around this «boys club» mentality in such a way that Skinny Gay actually felt he had to apologize. Because he «understood the code»; he knew they didn’t mean any harm nor were they an actual threat, but it didn’t make him feel any less uncomfortable. When he allowed this woman to label them as predators, he «broke the code» and he knew it. And it doesn’t seem to matter – to them or even to him – that he wasn’t okay with the code to begin with, that the code doesn’t speak to him, it doesn’t include him. Not only did he fall victim to it, but saw his own status as victim immediately invalidated by it, all in one swift swoop. In hindsight, what impresses me the most is how unremarkable it all seemed as events first unfolded. In reality, it was all very, very dark. Until a girl saved the day.

 

Loss [pt. 1]

A horrible hangover the other morning had me wrapped around the toilet puking fire. I don’t know what it is Dallas BBQ puts on its boneless buffalo wings but it is as delicious going down as it is hellish coming back up. It clogged my esophagus and burned the back of my throat, a nightmarish sensation I’ve never experienced. I feared its imagined consistency, red-hot paste struggling up my tubes for the longest time. This is how people choke on their vomit and die, I thought. However, what came out more closely resembled tomato juice. Perhaps a little more orange than a bloody mary should ever be, but it didn’t kill me. I hold the same hopes for the ugliness making its way to the tip of my tongue-fingers. Hunched over my laptop like I was over the john, I brace myself for something equally gross. Word of warning: this, too, will take a while.

A strange win occurred on my way to Budin, a nice little café in my neighborhood where I started drafting this entry. As I was writing, a doble-level tow truck had gone by, filled to the brim with the remains of flattened, shredded cars. It was and is irrelevant to my story but I’d never seen a derelict vehicle reduced to its paltriest, let alone that many at once. Not sure why I was so attracted to such wreckage, but I was. This was not the win, though.

On my walk to Budin I stumbled upon a local bookstore a couple of blocks away. I had been thinking of a passage I’d read days before, a tweet of a picture of a book. The excerpt, which belonged to Mohsin Hamid’s Exit West, would later reveal itself to be a colossal spoiler, but as I walked into Word looking for it I had no such information. If you intend to read this fantastic book, which I recommend you do, perhaps you should skip the following quote.

And while they wished to look out for each other, and to keep tabs on each other, staying in touch took a toll on them, serving as an unsettling reminder of a life not lived, and also they grew less worried each for the other, less worried that the other would need them to be happy, and eventually a month went by without any contact, and then a year, and then a lifetime.

I strolled through neatly stacked shelves fully aware I only had $18.57 left in my bank account for the next three days. I held Hamid’s book in my hand and turned it over. Sixteen dollars. Would be less than prudent, yes, but I still had some food in the fridge and not a whole lot of plans. As I got closer to the register, it dawned on me I hadn’t considered taxes. I was pretty sure I was covered but math has never been my forte. I spent those last seconds steeling myself for embarrassment, just in case. Exit West came up to $17.42 with taxes. This… was not the win either.

As my depreciated card returned to me, the lady announced it was Indie Bookstore Day and I had «won a little something». She handed me a small bundle, neatly wrapped in delicious brown packaging paper. «Oh, cool!», I offered with unabashed, unwarranted enthusiasm considering my bounty were the most random books I’ve ever laid eyes on. But I didn’t know that at the time and it ultimately didn’t matter. This was the win I had urged the universe for after the longest, most miserable streak of shit luck.

The possibilities and excitement concealed within the little brown parcel far exceeded its size. Although it would’ve been nice to get something I actually wanted to read, the jolt of genuine joy I had for that couple of blocks’ walk to Budin was my actual prize. Once I opened it, of course, I didn’t feel as much struck by luck as grazed by it. However off the mark, though, a win is a win is a win.

Having allowed a strange, off-brand victory to remind me the little things, for better and worse, matter most, other modest triumphs revealed themselves to me instantly. For instance, finding five unlikely singles in my wallet, which effectively covered my four-dollar cup of coffee (plus tip) at a place where there is a five-dollar minimum for cards. Also, I didn’t have five dollars in my card, so this, compounded by the fact I got the table right in front of the floor-to-ceiling window, felt like a killer sweep.

And with all those wee gains under my belt, I thought I could finally approach the foulness that had been bubbling up inside me for a full year. I had let some of it out before, but seems insignificant now. I had basically said I felt like a loser, and while that is still true, I later understood I was grappling with what made me feel like a loser: loss.

A finished draft for what would’ve been Loss (pt. 1) has been sitting in my desktop for the longest time. It is virtually identical to what you have read up to this point. But from here on out, I had said something along the lines of «let me tell you about fucking loss: I’ve lost a father, a boyfriend, nearly all of my friends in this city and am weeks away from losing my authorization to work in this country, as my OPT comes to an end. With no other job in sight, I am bracing myself for the loss of the life I have built here and my hope to stay». Thus setting Part 1 to be about my dad, Part 2 about my ex and Part 3 about New York.

All that stands. I still wish to export all that bullshit out of my brain. Heaven knows, now that my EDA did in fact expire, I have nothing but time. However, I realized it implied I was, more or less, equally devastated by all three. I was not. What I had wrote for Part 1 made me feel good… and that’s how I know it wasn’t honest. I minced my words. I tried to look good. I didn’t lie in what I wrote, but I was purposely focusing on the positive feelings I was left with, instead of the full truth:

I promised ugliness and here it is: I wasn’t moved by my father’s passing.

No, I promised ugliness and here it is: I don’t care my father died. He was «an unsettling reminder of a life not lived», of the wellspring and offspring we did not turn out to be. I suddenly found myself performing grief while dealing with his loss. Putting on the mourning show for all the sympathetic people around me who were only sympathetic as long as I complied, as long as I bothered to clothe my relief with acceptance. But make no mistake, a loss is a loss is a loss, too. And this one was felt. In fact, it had always been felt. It started ages ago, on the night of my first earthquake.

I don’t really remember how old I was, my memory paints two very young kids watching TV while their mother is at work and their father is, as usual, locked in his bedroom also watching TV. I must’ve been no older than six because I didn’t truly know what an earthquake was until it introduced itself to me as it happened. My sister and I banged frantically on the door while the earth banged beneath us in similar fashion. All three of us stopped around the same time. My father came out to scold us but not immediately. Him and I have been dying ever since.

So you see, his actual death is the end of an ongoing loss to which I had become accustomed. The negative space of loss, as it turns out, is also loss. I don’t know how else to explain it, to you or myself. However, being Father’s Day and all, I believe it’s important to set the record straight: I absolutely do not hate my dad. That’s too strong an emotion, I didn’t know him well enough for that. My feelings are lukewarm at best, as they would be for a silent benefactor. Occasionally dampened by the fact he wasn’t always silent.

He was who he was and that is fine. I am an adult, I understand. I am not angry at him. I am not bitter nor resentful. I am at peace with us. But I will not make excuses for him to convince people that I am okay. I won’t remember him fondly in every conversation to appease my family. Death does not a saint make.

When somebody dies, people often expect you to immediately wipe their slate clean, no matter what, as if forgiving and forgetting were the same thing. As if acknowledging the unsavory parts equaled holding a grudge. Sugar-coating his memory seems a lot more offensive (and pointless), if you ask me. I don’t need that to remember him warmly in the few occasions that I do. I can celebrate the good without erasing the bad. That’s our whole story. It’s all in me. That’s what being human is. Denying it serves no one and it brings me no closer to peace.

Where absolution was needed, it was granted. I long forgave him for not trying and myself for walking away. I forgave us for this nothingness we had, if only because it stopped making sense to hold on to it. I believe he was ill-equipped to be my father, perhaps a father, and that I can understand. If nothing else, that deserves some compassion. Whatever anger I had went with him the last day we saw each other and, when he finally passed, I was relieved for both of us. Relieved he wasn’t suffering anymore, but mostly relieved I wouldn’t suffer our nothingness anymore.

Like any love story, some pairings are just not meant to be. They are what they are, last what they last and have the impact that they have. I was always meant to survive his absence. And I did. I wouldn’t have been able to earnestly hold his hand at the end otherwise. I believe it was important for both of us to let the other know we had owned up to our history and let go. No struggle or resistance, just acceptance and release.

And there it is, I admit it, I’ve let go. Entirely. I don’t think about it. I don’t feel any particular way about it. I wasn’t sad on the day nor am I today. I actually didn’t remember the one year anniversary had happened until half a week had rolled by. And even then I said nothing. I briefly considered texting my mom, but it felt contrived. I dismissed the idea immediately and spent the rest of my morning roll around the bed wondering why I felt guilted still into fabricating grief. I’ve let bygones be bygones and accepted us for who we were… and for that I am somehow seen broken or monstrous.

 

Melodrama

«Reflexionando en la irrealidad de Cuatro babies, pensé en ti que tenis tres babies y ahora entiendo que es posible». Quizá porque he estado durmiendo cada vez menos – o cada vez más, depende de cómo quieran verlo – tuve que pedirle a Camila que me explique a qué se refería. Boop. En un audio que me hizo in equal parts feliz y miserable, desarrolló su punto y encontré el error. Partía asumiendo que yo sabía que Cuatro babies es una canción de Maluma en la que sale con cuatro huevonas a la vez. I didn’t. Todo lo que sé de Maluma es que es riquísimo y que su instagram es arroba maluma y no mucho más. Actually, scratch that. Me sé su parte en Chantaje, la única canción nueva de Shakira que realmente vale un sol. As usual, I digress.

Estoy en un momento extraño, «de vacaciones». Las clases de español en la universidad se mantienen y con suerte me mantienen en esta ciudad más cara que la mierda. Lo pongo entre comillas, porque técnicamente tengo trabajo pero no lo siento así, no me siento seguro. Como bien saben – but if u don’t then now u know (REFERENCE), me jugué los ahorros de toda mi vida en una sola movida. Or rather, en una sola mudanza: aquí, ahora. It was a bold move, pero no me arrepiento en lo absoluto. Fue atrevido, pero (aún) me gusta. Cronológicamente, en agosto habrán pasado dos años completos y eso es todo lo que tenía presupuestado. Después de agosto no hay nada, hay vacío, me caigo del Excel. Si me conocen saben que yo no sé vivir así, tan peligrosamente cerca a la miseria.

La razón por la cual menciono esto es porque, si bien la inestabilidad económica influye en mi estado emocional, estar desocupado es fatal para mí. La falta de un horario y una rutina me descompone. Peor ahora, que se siente más como desempleo que vacación. En el pasado todo estaba bien. Estaba en la maestría, tenía claridad sobre el futuro inmediato y dinero para gastar, no me preocupaba estar de vacaciones, podía disfrutarlas. Ahora pese a que regresaré a dictar clases, siento que todo es mentira, que estoy tratando de robarle (ingenuamente) diez minutos más a este sueño universitario. I may be closing my eyes but make no mistake, I’m wide awake. And I know it.

Sé que no quiero volver a Lima aún y sé que no quiero vivir en la destitución, so what’s a girl to do? La respuesta es evidente y Mariana me viene jodiendo con eso hace un buen par de semanas: tengo que buscar trabajo. Trabajo de verdad, trabajo en lo que no hace mucho era mi actual career. Pero, de nuevo, estoy en un momento extraño y me está costando el triple hacer cualquier cosa. Tengo que obligarme a ir al gimnasio todos los días para por lo menos salir de mi cama, tener algo que hacer. I don’t really see anybody (aquí es donde entran los Tres babies. More of that ahead). I think I’m actually just… kind of really sad. Muchas cosas han pasado en el último mes, ha sido abrumador.

Vino Daniel, of @otrodaniel fame, y me recordó lo mucho que extraño a mis amigos. Plural. Tener acceso a una red de gente querida mayor a cuatro fucking personas. Esto se hizo particularmente evidente cuando mi papá murió hace dos semanas. No éramos muy cercanos, but it’s still pretty upsetting. Con mi abuelo y él gone, I’m officially the end of the family line. Todavía no sé cómo me siento al respecto. Todo pasó tan rápido que no pude conseguir clearance para salir de Estados Unidos y me perdí el funeral. A los días vino mi hermana, y aunque la pasamos bien fue agotador. Más que nada porque tenemos puntos de vista muy distintos y me hubiera gustado abrirle el cerebro aunque sea un poco, por lo menos en lo que se refiere a mí. No me dio el tiempo, it was so frustrating. Finalmente, alguien me dio una terrible noticia que no puedo compartir, but it was the closest I’ve been to actually crying like a human. Solté una lágrima por ojo, más de lo que le he dedicado a nadie desde mi gato Lucas en el 2005. You’ll read this, I’m sure. De verdad estoy feliz por ti, pero es difícil para mí.

So here I am, son las 4:43 de la mañana y sigo despierto, tratando de ordenar mis ideas por escrito, como siempre. Sé que dormiré todo el día y me levantaré para ir al gimnasio y no veré a nadie y regresaré a mi casa sin pena ni gloria como un fantasma. Pero también sé que, en el proceso, recibiré un mensaje de texto de al menos uno de los Tres babies, el que conocí al final. The one that’s sticking around the most, the one that’s in it to win it. Es amable, es guapo, es un súper buen chico. Lamentablemente para él, yo no estoy seguro de querer ser ganado. Por muchísimo tiempo odié estar soltero porque me sentía solo. Pero estaba en Lima, donde hay 30 gays y ya los conozco a todos. No me gustan o yo no les gusto o somos amigos o tienen novio o ya pasaron por caja o no funcionó. Tipo, fin. Se acabó. Pero no necesito decirles que acá es radicalmente diferente. I’m having fun casually dating – FUN, ¡nunca antes visto! Así que, naturalmente, tengo mis reservas sobre si deseo parar. Después de todo, recién estoy acá un par de años. (I’ve Just Begun) Having My Fun.

Me genera una ansiedad terrible saber que quizá estoy dejando pasar una buena oportunidad #porzo, but wouldn’t I know if he was it? I think I should KNOW y la verdad no estoy seguro. Le dije a alguien, no recuerdo a quién, que era como Aiden. Great on paper, pero no era para Carrie. Ahora, Carrie es una babosa así que no me puedo fiar, but you get the point. Continuaré explorando la situación, porque quiero dejarme sorprender. Pero creo que ambos debemos tener claro que hay una posibilidad real de que no llegue a nada. No porque haya otros babies, sino porque quizá no somos compatibles y ya. Hace unos días tuvimos una discusión al respecto durante la cena. No logré decir todo lo que necesitaba, I never do, but I think I got my point across y lo entendió. Igual intentaré de nuevo más adelante. Ugh, en serio odiaría lastimarlo.

Odiaría lastimar a cualquiera, tbqh. Hoy me causa más angustia de lo que se esperaría de mí. El otro día volví a ver 500 days of Summer en una de mis múltiples madrugadas sin dormir y descubrí que todos estos años de identificación con Tom han sido un terrible error. Sí, amo a The Smiths y todos mis exes me han arruinado, pero no soy Tom. Soy Summer. Porque estoy de acuerdo con ella, porque desde que llegué he hecho exactamente lo que ella ha hecho. And also, she literally said «I love the Smiths», how did I miss that. Quizá porque cuando la vi por primera vez, la huevona me pareció la más indolente. But upon closer inspection, había sido honesta 99% del tiempo sobre quién era ella y qué quería. A mi juicio solo la cagó en la boda de la colega al no decirle a Tom que tenía novio. Lo demás, irreprochable. But again, I digress.

Estoy siendo súper vago sobre los otros dos, lo sé. En parte porque realmente no los veo mucho; y en parte porque me da miedo que Aiden me stalkee, encuentre esto y lo pase por Google translate – #lol. Aunque sabe que no somos exclusivos (lo hemos hablado), igual pues, ¿no? Un poco de respeto, jaja. Lo cierto es que hace unas horas decidí soltar al primer par definitivamente. Las cosas con uno de ellos son muy claras. Quiere algo que ahora no puedo dar y no es negociable. Honestamente, es tan de puta madre que prefiero no arriesgar y conservar su amistad… si no me la quita cuando se lo diga. Realmente espero que no.

Con el otro… jury’s still out and will stay out. Confieso que si tuviera que elegir en este momento, pistola en la cabeza, lo escogería a él por una razón muy estúpida y que casi, casi me da vergüenza: me recuerda a mi ex. No porque se parezcan físicamente o porque se llamen igual (which they fucking do), sino porque tenemos la misma química. Perdónenme el hipismo, pero «su energía» es muy similar. Por ende, la reacción que genera en mí es… semejante. ¿Qué pasó? Después de mucha insistencia, accedí a salir con él. Pero, obvio, I ruined it by being myself™️ (hi, hoe!). El huevón era un riesgo para mi soltería tan evidente que me freakeé y saboteé nuestra única cita. He intentado arreglarlo ever since. Lo vi un par de veces más pero ya me había cerrado la puerta, I could feel it. Sospecho que no para siempre, pero quién sabe. And somewhere along the way, came Aiden. Y aquí estamos ahora, en un momento extraño.

Ugh.

We told you this was melodrama.
You wanted something that we offered…