Archivo de la categoría: Growing up

Para ti

Te lo he dicho antes, quizá me oíste.
No sé si me escuchaste, quizá me interrumpiste.
Difícilmente me cortaste, no eres grosero, pero interrumpiste la escucha dentro de ti para concentrarte en tu respuesta.
Tiendes a construir tu argumento contrario en la segunda mitad de cualquier oración.
¡Y con lo que me cuesta terminar una oración! Tiempo tienes.
Pero quizá deberías escucharme con más atención.

Tu mente corre siempre, lo sé.
Quieres llegar rápido a tu punto. No para ganar, creo, sino para hacerte entender.
Porque quieres que te entiendan.
Es una de las cosas que tenemos en común ⎯ un anhelo muy humano, además.
Pero no hay prisa. No te tienes que disparar, no es una competencia.
Date unos segundos más para recibir, para procesar, te prometo que no te los voy a robar.
Porque yo también quiero que me entiendas.

Te lo he dicho antes, quizá me oíste.
Te lo diré de nuevo, por si acaso:
hiciste mi vida mejor.
Te lo repito para que no quepa duda:
mi vida es mejor porque entraste en ella.

Sé que eres de ejemplos concretos, te doy algunos.
Mis relaciones familiares nunca fueron mejores que cuando estuvimos juntos.
Reparaste con una sola mano lo que yo no pude por décadas. Lo sé porque, ahora que no estás, me cuesta mantener lo que lograste.
Nunca me dejaste mentirme a mí mismo. Me diste merecidas amonestaciones, casi siempre sin juzgar. Lo sé porque, ahora que no estás, la voz de mi consciencia es menos dura cuando repite cosas que tú me dijiste.
Me demostraste que, en mi juventud, viví con la ansiedad de perder, preocupado por una amenaza externa, cuando la felicidad está, sencillamente, en confiar. En creer, de verdad, en alguien más.
Lo sé porque es una lección de vida adulta que tú aún estás aprendiendo ⎯ y está bien.

Lo pongo por escrito para que lo leas cuando quieras y jamás lo olvides.
Me diste mucho porque tienes mucho que dar.
El amor crea. Construye un espacio donde antes no existía nada y una vez establecido, es inamovible.
Eso que fuimos ocupa ahora un lugar indestructible en el universo.
Yo me llevo un poco, llévate tú otro poco.
Transfórmalo en algo que te haga bien.
Quizá no estoy a tu lado, pero estoy de tu lado.

Te lo he dicho antes, quizá me oíste.
No desconfíes de tu propio corazón.
Es grande, es generoso, es más fuerte que ninguno y, si pocas personas te lo demostraron antes que yo, espero que después de mí sepas a ciencia cierta su valor.
Cuídalo, porque lo merece.
Cuídate, porque me conoces. Sabes que me preocupo.

Me pediste que te lo diga menos, así que no lo haré.
But I do.

With both eyes

A mimicked gesture

is the purview of children

however inaccurate

intent is celebrated

I too hurled my whole heart at

wrong pantomime

to great reviews

I search for the memory

of this warm un•failing

never to be felt again.

Para serte franco…

Cuando me dijeron que Franco había escrito algo sobre mí, me causó gracia y ansiedad en partes iguales. La ansiedad es evidente. Un texto, de gentileza improbable, circulaba con mi nombre. Eso no sería del agrado de nadie y mucho menos de alguien que disfruta del anonimato como yo. Gracia porque han pasado muchos años desde que escuché su nombre por última vez y me resulta insólito que piense en mí en lo absoluto, para bien o para mal. Es halagador hasta cierto punto, como explica el propio texto que, por cierto, me gustó mucho. Incluso si decía lo que decía.

Supongo que no te sorprende ⏤y empezaré a dirigirme a ti directamente, Franco⏤ porque tus textos siempre me gustaron. Cuando me tocaba criticarlos rara vez tenía algo negativo que decir. De hecho, una de mis líneas favoritas (no pertenecientes a mi tallerista favorita), la escribiste tú. La imagen de esos cuerpos anónimos formando una caligrafía al tener sexo está tallada en mi mente. ¡En parte porque lo viví! Conozco íntimamente ese font, lo cual mencionas en tu texto y me hizo mucha gracia. Pero, más que nada, porque admiré esa observación tan delicada y perfecta (y envidié terriblemente tu perspicacia). A mí jamás se me hubiese ocurrido. Por eso cuando dijeron por ahí que era «explícita por el gusto de ser explícita» la defendí como si fuera mía ⏤en clase y en privado, aunque eso último tú no lo supieras. Probablemente hasta ahora.

Sobre el post que nos convoca hoy ⏤debo intuir que, si le pusiste mi nombre, quieres escuchar mis impresiones⏤ solo quiero decirte que me gustó mucho el final. Me alegra saber que si nos volviéramos a ver tendrías otra disposición. Sobre todo porque he visitado tu ciudad al menos una vez al año (sino dos) en los años posteriores a la era neoyorquina, así que las probabilidades de que me vuelvas a ver no son pocas. De hecho, tengo un pasaje abierto que pretendo utilizar. Si no fuera por la pandemia, ya habría regresado A ENCARARTE. Ja, es broma.

Me da un poco de risa que seamos como el huevo y la gallina. Tú creías que me caías mal por mi «tonito» (el terrible acento limeño, que efectivamente suena a obviedad) y te caí mal. Yo creía que te caía mal de gratis y por eso me caíste mal. Ahí nos quedamos. Como «enemigos, pero no por algo en concreto». Hoy no podría decirte ni cómo comenzó, porque mi primera impresión de ti ni siquiera fue negativa. Tampoco tenía prejuicios contra ti (a diferencia de algunos peruanos, mi simpatía por Chile está bien documentada). Creo que sólo proyectamos nuestras inseguridades en el otro, como los gays solemos hacer. For that I’m sorry.

En respuesta a tu pregunta, sí me cuestioné algunas veces por qué no nos llevábamos bien, pero no me quedé mucho tiempo pensando en ello. Asumo que ahora podríamos. Esa orfandad, hartazgo y ganas de morir en las que te reconoces siempre han estado ahí, no son exclusivas del momento post Nueva York. ¡Tenemos eso a nuestro favor! El hecho de que hayas leído mi sufrimiento con satisfacción y en compañía de terceros, on the other hand… me hace intuir que por algo no me gustaba la forma en que criticabas a la gente en clase. Pero bueno, en realidad no nos conocemos.

Mi reacción inicial al violento resumen de cinco palabras que recibí sobre tu texto hace unas semanas fue: «podría haber vivido toda mi vida bastante tranquilo sin esta información». Sin embargo, me alegra haberlo leído justo ahora. Verás, hoy ha sido un día un poco turbulento y me encuentro emocionalmente extraño. Por alguna razón, presentí que tu texto recalibraría mi cerebro o cuando menos disfrutaría la prosa y el drama.

Ha sido un poco así, so my most sincere thanks. Si esto fuera el taller, no tendría nada que criticar ⏤salvo los errores de tipeo, una leídita extra antes de publicar no cuesta nada. Gracias por el cumplido no compartido por tus amigos también. Yo estoy más de acuerdo con ellos que contigo y por ello lo aprecio más.

Como último acto de enemistad, igual que tú, publicaré esto sin enviártelo o etiquetarte.
Total, ya sé que me lees. 😘

Identical hand twin

For all my clownery, I’m surprisingly insightful ⎯nay, damn near clairvoyant!

See, I’ve met the boy.
He reminds me of all things I’ve said I needed, verbatim
and some needs I couldn’t voice.
I’ve put off putting it down
here ⎯blog jinx, kiss of death!
But I’m showing.

Kept my geriatric pregnancy a secret, as one does in the early stages,
wishing for clockmaking sunsets,
for a fast-spinning gentler world
to tenderly place me on the right day’s palm.
Yes, I’ll carry this to term day.
Yes, I can tell my friends
day.

When that day came and went, its lack of fanfare
made it all the more special. It was just there.
It was real ⎯we don’t really celebrate real, do we?
We are told we want the tale,
we want to give our hearts away and receive another in return,
one that we now own, and goes the way all property does
obsessively looked after lest it be stolen or lost ⎯and you better not lose it,
because losing makes us losers and nobody loves a loser!
Shut up.
This could all end tomorrow and it wouldn’t diminish what I’ve gained.
Delicate creatures die in hands cupped too tightly.

We don’t celebrate real enough,
we don’t appreciate the reality of being two people together,
who quietly go about their love,
wanting for the other what they want for themselves.
Closeness, travels, personal space,
forgiveness, individuality, support.
It’s the strangest feeling, loving yourself through loving someone else.
I will admit to that.

It’s funny, I thought I knew exactly what my falling in love would look like.
In a way, I did. It does kind of look like what I said.
But he has decidedly put his little spin on things.
And spun I have, around a stubby finger that looks nearly identical to mine!
It’s uncanny, the way our hands look almost exactly the same.
And that’s kind of how it all feels: uncanny.
It looks like something I’ve known forever, like the literal back of my hand
yet still surprises me ⎯makes me nervous?,
because it’s not.
It can’t be, there’s only one right hand of mine!
I don’t know how to explain it.

I’ve always hated the way my hands look, by the way.
Among many other things, as it is the human condition to think we’re hobbling trolls.
Now I’m learning to love that which once I thought was unlovable about me, silly as it sounds.
Not necessarily because he loves those things,
but because he shows me how absurd it is to be afraid or ashamed or bothered by them.
That mending won’t go away if he ever does, so that alone is forever a win.

It’s all quite the journey.
From which I should be utterly spent, yet somehow feel like I’m finally resting?
I’d keep going but his cat, the most loving, well-behaved cat I’ve ever encountered,
is currently stepping on my keyboard searching for love.
I’m both afraid she might delete the whole thing and eager to stop my rambling to squeeze the shit out of her.

So that was the update, whoever you are that still reads this.
You can stream Under Rug Swept‘s underrated healthy love anthem You Owe Me Nothing In Return for a way better take on this particular matter.
Alanis will explain it far better than I can.
Toodles!

I’m going to tell you a secret…

En este día, el más sagrado del calendario homosexual of a certain age, quiero, como la reina del pop before me, contarles un secreto. Varios, de hecho. Me van a tener que tolerar el salto de un idioma al otro porque he descubierto que el español me resulta muy categórico. Lo que digo en español es demasiado real, me hace sentir excesivamente vulnerable. And if I am to release The Beast Within, la tengo que dejar salir como me duela menos. La frase con la que quiero empezar, además, viene a mí en inglés, así que piña.

I’m here to admit defeat. Ese es el secreto —a voces, pero secreto al fin— y la razón por la cual estoy atrapado en este limbo desde hace dos años. Quiero dejar en claro que siempre he sabido esto. No es un breakthrough producto de mi flamante terapia. Siempre he sabido que mi depresión post Nueva York se debía a que, en mi cabeza, perdí. No quiero decir que perdí como que «intenté y no me ligó». Eso podría superarlo. Hell, podría intentar otra vez, sin problema. No, yo realmente perdí, as in regresé con menos. La experiencia me quitó algo, algo sumamente importante: el sueño que —me atrevo a asegurar— todos guardamos en el bolsillo de atrás.

Asumo que quien lea esto me conoce. Si me conoce, sabrá que yo hice mi carrera en publicidad digital. Sabrá también que me fue muy bien. ¿Saben qué? Fuck modesty, me fue excelente. Por mucho tiempo el estándar era yo. Incluso hoy, en algunos pocos círculos donde aún operan mis contemporáneos, mi fantasma me sobrevive (aunque gran parte de esto se debe a mi Miranda Priestly-esque attitude de la época). In short, I WAS A FUCKING LEGEND —cosa que antes solo podría haber dicho de broma, pero hoy no me da vergüenza aceptar. Es verdad y me lo gané.

Detuve mi carrera en un momento en el que, si hubiera seguido adelante, probablemente habría podido negociar cosas absurdas para mí mismo. Pero tenía un pequeño sueño en el bolsillo de atrás, one I’ve had for as long as I can remember. Desde que hacía las tareas de Composición en mis cuadernos forrados de papel lustre amarillo —el color de todas las asignaturas de Lenguaje— que luego encontraba a mi hermana leyendo a escondidas. Cuando se me presentó la oportunidad más ridículamente perfecta de seguir ese sueño, lo tiré todo y me fui detrás.

¿Fueron mis expectativas demasiado elevadas? ¿Fui muy ingenuo en cuanto a lo que humanamente podía conseguir de dicha oportunidad? ¿Me tiré a la piscina asumiendo demasiadas cosas? ¿Di mucho por sentado sin investigar, sin realmente trazarme un plan de acción para el futuro? Sí a todo. Me justifico ante mí mismo de la siguiente manera: it was a Monkey’s Paw scenario y me dejé deslumbrar por su magia. Yo le pedí algo extremadamente específico al universo y me lo depositó en el regazo, ¡mejorado! Pero, aparentemente, el universo no está obligado a hacer lo que el deseo no manda ni impedido de cagarte con lo que éste no prohíbe. So I got exactly what I wanted… with a side of what I never saw coming.

Sin entrar en demasiados detalles, porque ya estoy algo cansado, diré que no encontré lo que pensé que encontraría y terminé bastante más confundido e inseguro que cuando comencé. Es cierto que la ignorancia es atrevida y me habría gustado seguir siendo ignorante y atrevido. ¡Al menos habría sido productivo! Aunque agradezco que me haya ahorrado el previsible papelón de haber puesto sobre el papel aspectos de mí que hoy han cambiado radicalmente.

Vivir casi cuatro años en Nueva York me quitó la cojudecita limeña de un cachetadón. It punched the highlights out of my hair, if you will. Experimentar ese nivel de diversidad en carne propia fue lo mejor que me ha pasado y me hizo una mejor versión de mí mismo —for sure 100% mejor que la pituca-adjacent wannabe-mean girl I was in my youth. Así que no hay mal que por bien no venga, etc, etc.

Efectivamente, no puedo ponerle precio a que me saquen la venda de los ojos… pero en cierto sentido lo tuvo: I had to give it up. All of it. No solo vivir ahí, sino la idea de vivir ahí, el plan. MI ÚNICO PLAN B. Lo que me repetía a mí mismo cuando me agobiaba el día a día, cuando estaba podrido de mis circunstancias. «Algún día me lanzaré a escribir, como siempre quise, y viviré en una ciudad que me encante, que esté viva, donde a nadie le importe un pito lo que hago o dejo de hacer». You know, el sueño del bolsillo de atrás.

WELL, GUESS WHAT, MIMI! «Algún día» llegó y se fue. I had it, cupped between the palms of my hands, and nothing came of it. I couldn’t grab it, I couldn’t hold on to it, it just sifted right through. Sí, aprendí un culo de mí mismo y eso no es poca cosa, quizá es incluso lo que me tenía que suceder y no lo otro. O quizá tenía que suceder esto primero para que luego pase lo otro. No lo sé, no lo estoy viendo. Después de todo, Fiona y yo tenemos eso en común. I, too, am likely to miss the main event if I stop to cry and complain again. Pero así me siento, no lo puedo controlar aún. Durante todos estos meses sentí que había perdido el sueño que hacía cualquier otra realidad tolerable.

I am pleased to report, though, que no voy a terminar esto en una nota amarga. Cuando empecé —y conforme avanzaba— estaba convencido de que así sería, pero descubrí algo nuevo en el camino. No recordaba a qué canción pertenecía la letra de Fiona que estaba tratando de citar. Antes de aterrizar en Better Version Of Me (¡!), revisé algunas otras que pensé podían ser. Una de estas fue Fetch The Bolt Cutters, que no decía lo que quería encontrar, sino lo que necesitaba leer:

While I’d not yet found my bearings, those it-girls hit the ground
Comparing the way I was, to the way she was
Saying I’m not stylish enough and I cry too much, and I listened because
I hadn’t found my own voice yet
So all I could hear was the noise that
People make when they don’t know shit
But I didn’t know that yet…

Fiona Apple, Fetch The Bolt Cutters (2020)

Cuando quieres hacer algo nuevo, siempre habrá gente mejor que tú. Eso es bueno, puedes aprender. Pero también habrá los que se auto proclamen custodios de ese círculo, los que te miren con la ceja arqueada, huffing and puffing por tu presencia. Fuck them. Solo tienen el poder que tú les cedes. Hablarán y harán el ruido que hace la gente que cree que todo lo sabe y la bulla te intimidará, porque aún no has encontrado tu lugar, tu balance, tu voz. But they don’t really know shit… and you just didn’t know that yet.

¿Mi próximo deseo?
Mucho. MUCHO. Más. Específico.
Fool me once… 😒

Laid to rest

21 de junio de 2020

A comienzos del mes, mi madre me informó que era el aniversario de la muerte de mi papá. Como todos los años, me dio igual y no pensé mucho en el asunto. Estaba releyendo un libro sobre el racismo en el Perú que me parecía más importante. Al día siguiente escribí buena parte de lo que sigue a continuación, pero no lo publiqué. Quería publicar algo sobre el racismo primero. Como siempre, ended up doing neither.

En cualquier caso, me dio un rato para sentarme con lo que escribí ⏤y lo que no⏤ y enmendar un poco el texto. No porque sienta la necesidad de defender las acciones de nadie, sino porque creo que es lo justo. Otherwise, it’s character assassination. No need for that. La foto siempre es más grande que sólo nuestros errores. «If we were our outcomes, I’d be joining you.»

Entiendo que crear excusas ⏤a veces inconscientemente⏤ para justificar los comportamientos dañinos de terceros, especialmente familiares o parejas, sea casi un reflejo para muchxs. Yo no soy esa persona. De hecho, me desagrada la gente que racionaliza las deficiencias de sus seres queridos ⏤»ella es así», «él no es muy expresivo», etc.⏤ para explicarse a sí mismos y al mundo sus experiencias negativas, excusando a sus protagonistas en lugar de llamarles la atención.

Me desagrada aún más cuando, luego de racionalizar away cualquier actitud problemática, concluyen que «en el fondo [esa persona] me quería». Simplemente porque «they must haveNo, stop gaslighting yourself. Las dinámicas familiares son más complejas que eso. Es posible entendernos y perdonarnos sin negar o reducir la realidad. Querer no es automático ni obligatorio, te lo ganas. Anything else is obligation.

Creo que cuando uno es chico no sabe realmente lo que siente. No es posible, no tienes la suficiente información. Uno siente lo que le dicen que sienta y cree sentirlo porque confía en quienes dan la indicación. Crees en dios porque te dijeron que existe y te ama. Crees querer instantáneamente a tu familia extendida, gente que ni recuerdas, porque te dijeron que ya te conocían y querían, aunque tú no lo supieras.

Claro, pues. Cómo podría no querer a alguien que me quiere. Ergo, los debo querer. Este sentimiento raro y ligeramente incómodo que te genera esta gente, con la que nunca has tratado, debe ser amor. Si no nos vemos casi nunca y, cuando nos vemos, no son particularmente cariñosos, da lo mismo. Los tengo que querer igual, right? Wrong, pero aún no lo sabes, eres un niño.

Además, probablemente nunca tendrás que descubrirlo. Lo más común es que con el tiempo formes un vínculo real con toda esta gente y ya no sientas que «tienes que quererlos», los querrás de verdad. That’s kind of how it works with family. You grow into the love you’ve been told you already have.

Solo ahora puedo identificar que cuando otros niños decían querer a su papá y yo pensaba «sí, pues, es mi papá, lo quiero», en realidad no estaba tan seguro. No sabía si era un sentimiento genuino o algo que me habían implantado y nunca se me había ocurrido cuestionar. En mi cabeza, la alternativa, la posibilidad de no quererlo o querernos, era impensable.

Sin embargo, el único sentimiento real que me despertaba, el que sí recuerdo experimentar, era no-confianza. No desconfiaba de él. Jamás pensé que mi papá podría, intencionalmente, hacerme daño. Simplemente no confiaba en él como en mi madre. Imposible. Sabía que siempre podía contar con mi mamá para lo que fuera, pero a mi papá no se le podía ni pedir ayuda.

¿En qué momento? ¿En las mañanas ⏤absolutamente todas las mañanas⏤ cuando renegaba porque iba tarde para el trabajo? ¿O después del colegio cuando entraba a saludarlo a la sala, donde él almorzaba solo, y recibía un invariable «qué quieres» en lugar de «hola»? ¿O quizá después de almuerzo, cuando se encerraba a dormir ⏤literal, con llave⏤ y no emergía hasta la noche? No, imposible. El huevón era mega raro. Incluso después de dormir todo el día, las probabilidades de que se levantara de mal humor eran 50/50.

Ahora como adulto, podría entender que estuviera deprimido, que su vida no fuera lo que hubiese querido, que se sintiera presionado por cumplir ciertas expectativas sociales, lo que sea ⏤esto hubiera requerido que abra la boca, claro. But as a kid? ¿Qué más me puede inspirar una persona que, pese a vivir en mi casa, no conozco, no me habla y está molesta el 75% del tiempo?

La única sensación real que recuerdo experimentar en relación a mi papá fue ansiedad. De chico al menos. De grande me dejó de importar y creo que ese fue su gran error. Logró que, cuando tuve peces más grandes que freír, mis propias ansiedades que resolver, me deje de interesar. De niño estuve ahí, dispuesto a entablar una relación. De grande ya tenía otros problemas, otras alegrías, otra vida entera de la que, históricamente, no participó.

Sería muy fácil para mí especular que yo no era el hijo que él quería, que no teníamos nada en común y que, cuando se fue notando clarito que no lo íbamos a tener por quién era yo ⏤o quién iba a ser⏤, dejó de esforzarse por conocerme. Podría hacerme la víctima, pero no lo fui. Nunca me botó de la casa, pagó al menos parcialmente por mi carrera universitaria, ¡me regaló un carro!

Podría, entonces, suponer todo lo contrario. Que siempre me quiso y por eso prefirió no saber demasiado, dejarme avanzar sin interferir y quererme de lejos ⏤o no arriesgarse a no quererme. ¡Pero no lo sé! No tengo la menor idea porque nunca se dio a conocer. For all I know, it very well may not have been about me AT ALL. Pero no tengo cómo saber.

No quiero atribuirle nada, ni positivo ni negativo, como la gente que racionaliza comportamientos ajenos para armarse su propia historia, para bien o para mal. ¡Pero tampoco puedo! ¡Porque no se dejó conocer! No me contó nada. De nada. Nunca. Incluso si quisiera tratar de negociar una explicación, tentar an educated guess, no podría. Considerando que soy su hijo, eso es ligeramente peor que no conocerME.

For all intents and purposes, mi papá era un pariente que vivía en mi casa, pagaba por algunas de mis cosas y que, en mi etapa escolar, solo me generó ansiedad. Mi plato ya estaba bien lleno descubriendo que era gay en un colegio a) religioso de clase media, b) donde todos los estudiantes son hombres, y c) donde todos los hombres son machitos homofóbicos. ¿Pero ENCIMA tener que lidiar con los martes de carpool? UGH.

Todos los martes durante la primaria, mi día empezaba con un nudo en el estómago. Siempre he odiado levantarme temprano y esos martes no eran ninguna excepción, pero podía reconocerlos porque eran un calvario especial. Era el turno semanal de mi papá de movilizarme a mí y a mis compañeros al colegio, to and fro.

Apenas abría los ojos sabía que, como todos los martes (y todos los días), se demoraría horas en estar listo, por lo que saldríamos tarde, manejaría como un enfermo y renegaría del tráfico. Yo, por supuesto, iría en el asiento del copiloto, con las tripas ensogadas, muerto de vergüenza. A esa edad te importa cómo tus amigos ven a tu familia y, tomando prestada una irónica frase de papás, crees que «su actitud es un reflejo de ti».

A la salida mi suerte no sería diferente. Era (o me sentía) responsable de arrear a los chicos del carpool para no despertar al ogro haciéndolo esperar más de lo estrictamente necesario. No quería arriesgarme a que vean otra vez la misma cara de culo de la mañana, o que escuchen una vez más los bufidos con los que yo lidiaba día sí y día también.

No siempre era el caso, a veces conversaba y hasta se reía con nosotros. Pero el buen humor era lo suficientemente infrecuente para que en este momento ni lo recuerde. Lo que sí recuerdo es a mí, haciendo conversación para distraer a todos del monumento al mal humor que usualmente iba a mi lado o guardando silencio y vigilando con el rabillo del ojo su reacción al ruido de atrás. Todas las semanas, yo: un bulto que era más ansiedad que niño.

De miércoles a lunes, además, siempre podía contar con que se ponga a tirar las puertas de los clósets y revolver los cajones, renegando, buscando quién sabe qué, murmurando la misma frase rabiosa una y otra vez⏤mierda, carajo, todo agarran. Creo que, hasta la fecha, nadie sabe qué era lo que supuestamente agarrábamos. En el futuro nos reiríamos varias veces de eso.

En su momento me crispaba los nervios, claro. Pero al menos estaba en casa, en mi cuarto, solo. Ninguno de mis amigos o conocidos tenía que presenciar el bochornoso espectáculo. Tarde o temprano se iría a dormir o me dormiría yo y listo. Otro día habría terminado y, before I knew it, I’d be grown. Eso es lo que recuerdo. Esa es la base de mi relación con mi papá, un pasado ansioso y un posterior semi-conscious uncoupling.

Needless to say, cuando mi mamá me dijo que se cumplían tres años de su muerte y si quería conversar, me reí y le dije que no. No por mala onda o porque estuviera molesto. Sino porque no me acordaba y no me importaba demasiado acordarme. Cuando vine a Lima a despedirme, un mes antes de que muriera más o menos, dejé las cosas en buenos términos. Le dije «estamos bien, tú y yo» y cerré ese libro.

Volví a Nueva York sin nada que lamentar y cuando me dijeron que se murió, me quedé mucho más tranquilo. El nudo viejo en el estómago se me desató y me sentí libre. Además, creo haber escrito esto antes, estuvo agonizando mucho tiempo. Estoy seguro de que todos nos sentimos aliviados hasta cierto punto, empezando por él.

Si bien no tenía mucho que ofrecerle a esas alturas, me sentí bien de poder al menos extenderle la cortesía de una tregua absoluta. After that I was done y no me he sentido mal al respecto un solo día en estos tres años. ¡Me he sentido pésimo por muchas otras cosas, pero no por eso! Ni triste, ni molesto, ni arrepentido, ni nostálgico. No tengo por qué. No éramos cercanos and I’m okay with that.

Obviamente agradezco las cosas que recibí ⏤casa, comida, educación, etc⏤, sin las que no podría haber vivido ni la tercera parte de las experiencias que he vivido. Técnicamente buena parte de eso me correspondía por ley, pero no tendría por qué haberme dado nada. Sé que es una forma de querer. Let’s be real, though: financial support does not a relationship make.

Las razones por las cuales nuestra relación fue lo que fue no las sé. No sé si importan, la verdad. It was what it was and it’s ok. Yo lo he aceptado sin rencores and moved on. Pero confieso que me gustaría que se normalizara este tipo de experiencias. Para mí este es solo un domingo más… y es kind of annoying sentir que tengo que explicarme todos los años. Como si hubiera un problema eterno ⏤y encima el problema fuera yo.

Cuando dije que nadie quiere a nadie automáticamente, I meant it. Sé que es algo que se gana, siempre, no matter who you are. Porque, como todas las cosas que se ganan, se pueden perder. Es como Monopolio. Uno empieza el juego con mucho capital emocional y lo vas invirtiendo sin darte cuenta. Tu patrimonio sube y baja con el desarrollo de tus relaciones; las decisiones que tomas tienen un efecto directo en el retorno de tu inversión.

Idealmente, multiplicas lo que tienes y creas ese monopolio de amor indestructible que se le suele otorgar exclusivamente a la familia. De lo contrario, todo el tablero termina dilapidando sus fondos intentando pasar por ti. Creas esa cuadra por la que nadie quiere pasar, la que genera ansiedad porque no aporta nada, solo cuesta.

¿Y la gente que se equivoca, que a pesar de sus esfuerzos no logra corregir su juego o se rinde? Bueno, lo siento pero sólo ocupa espacio. Son una hilera de propiedades hipotecadas por las que da lo mismo pasar. Ya no te cuestan nada. And you can kinda settle into that and just keep playing. Suena fuerte, pero no se siente tan fuerte. Sigues tu juego nomás.

Incidentally, jugar Monopolio con mi familia es uno de los mejores recuerdos que tengo de mi niñez. Siempre alguien lo proponía ⏤probablemente yo la mayoría de veces⏤ y nos pasábamos horas jugando. Era una de las poquísimas actividades que podíamos disfrutar genuinamente los cuatro, juntos e individualmente. Del Ludo nos aburríamos rápido y jugar cartas era poco frecuente, éramos muy chicos.

Mi papá siempre era banco y siempre ganaba. Irónicamente en mi analogía sería quien más perdió. O el que no jugó bien ⏤or at all? Quizá le metió más ganas a las primeras rondas y por eso tengo algunos recuerdos bonitos de muy chico ⏤cuando nos llevaba a la laguna a alimentar a los patos o cuando me sentaba en sus rodillas en el carro y jugábamos a estacionar en el garaje. No hay cómo saberlo. Pero en algún momento desapareció del tablero y su rol se limitó a banco. On a good day, quizá también Parada Libre o Arca Comunal.

Ganamos poco y perdimos mucho, pero al menos cerramos la partida en buena onda. Ahora no puedo pedir (ni darle) más que la paz que eso me dio. And lay it to rest.

It’s Doris, bitch

10 de mayo de 2020

Día 56.
Things are getting kind of gross…✝︎

Hoy me siento algo disperso. Hasta hace unos días estuve escuchando el nuevo audiolibro de Tori Amos, pero me detuve para capturar un clip ⏤para instagram, obvio⏤ y lo dejé. El fragmento era sobre su experiencia tocando en Rusia poco después de que Putin impusiera la ley contra la «promoción» de la homosexualidad. Tori, ever the unshakable ally, decidió aprenderse el himno lésbico Not Gonna Get Us de t.A.T.u. (¡!) y tocarlo para sus gays de Europa Oriental. Queen. Probablemente lo retome más tarde.
It is Mother’s Day after all.

Esta mañana no ocurrió. Me levanté como a la una (porque me acosté como a las 5). Estuve hablando con un amigo de California buena parte de la madrugada y luego me quedé viendo Mrs. America para distraerme de todas las cosas que, entre vino y vino, había terminado por confesar. Chief among them ⏤me gusta esta frase, no sé cómo traducirla⏤ el duelo que me generó Nueva York y que aún no termino de procesar. Mi amigo me dijo «escríbelo». Yo, mueca de malestar.

No voy a ahondar en ello ahora, no es el momento. Se está cociendo, déjenlo tranquilo. Tengo, sin embargo, una anotación específica que compartir y está ligada al acto de escribir. Muchos de mis amigos, con justa razón, me preguntan por qué no estoy escribiendo ⏤insinuando libro, no hobby⏤ si precisamente me mudé a Nueva York para participar de un programa de escritura.

La respuesta corta es que soy muy egoísta pero quiero ser muy altruista. Escribo para obtener un beneficio extremadamente personal (hablar de mí mismo), pero quiero aportar algo también y aún no sé cuál es esta contribución que solo yo ⏤o alguien en similar situación⏤ puedo hacer. La verdad, solo escribo porque no sé cómo comunicarme de otra forma. Como Fiona Apple de niña, mandándole cartas a sus papás en lugar de discutir en persona, escribo porque odio que me interrumpan. Es medio dictatorial y hasta un poco cobarde, pero es así.

Quizá estoy teniendo una severa crisis de autoestima, pero me resulta arrogante pensar que «tengo algo que decir» solo por existir, por ser yo. ¡Como si no hubieran ene huevones similares a mí! No todos escribirán, pero algunos seguro sí. Por eso cada vez que escucho estos diálogos simplistas ⏤tipo Hollywood⏤ de «¡eres únicx, tu historia es importante, más gente debería compartir sus journeys!» me pudro un poco por dentro. Sí, todas las historias son válidas, pero varias se contaron ya.

¿Tengo algo urgente que decir, una reflexión que no pueda esperar, que no se parezca a o, en su defecto, contribuya con lo que ya existe? Ahora mismo creo que no. Nada que no le haya escuchado a otro old millennial, peruano, gay, de cierto privilegio. Tengo algunas ideas, así que en vez de escribir, estoy leyendo.

Es posible que yo concentre varios recuadros del checklist, pero ciertamente no soy el único. Ya hemos escuchado de esos recuadros un sinnúmero de veces. Estas historias están, mal que bien, establecidas en el imaginario popular, extensamente documentadas. Bravazo, pero hay más.

Historias de otros grupos con menor visibilidad o representados incorrectamente o ignorados de plano. La ventana para estas otras conversaciones, de las que yo no participo ⏤o participo muy tangencialmente⏤ nunca ha estado tan abierta como ahora. Hay un apetito, pequeño pero intenso, por escucharlos and we like to see it.

¿Podría encontrar alguna forma de participar de esas otras conversaciones que me parecen importantes? Si existiera una manera de hacerlo desde el espacio que me corresponde, me encantaría. But it’s not my story to tell, cómo haría un libro de eso. Tacky.

Los temas que sí me competen seguirán ahí para cuando encuentre mi punto de entrada. ¿Cuándo? No lo sé. Por más loca que esté y por más cosas curiosas que me hayan ocurrido, no considero que esté en una intersección particularmente interesante, con todos mis privilegios y mi buena suerte, para que a alguien le importe un pito mi ~journey~. Me falta.

Suena a que me estoy dando de baja, no es así. Créanme que no hay nadie más interesado que yo en tener su torta ⏤aportar⏤ y comérsela también ⏤hablar de miiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiií. Al final puede que me cague en todas estas expectativas estúpidas que yo mismo me impongo y haga lo que me salga del hoyo. O quizá no haga nada nunca and I’m ok with that.
Que será, será, bitch.

Fugas varias

10 de abril de 2020

Se me están quedando varias cosas en el tintero porque no logro sintonizarme con las ganas de escribir.

25 de abril de 2020

Hoy tuve ganas de escribir por un momento, pero no recordaba ninguna de las cosas que supuestamente tenía que contar el 10 de abril.
Terminé Tiger King.
Hablé por teléfono.
Leí cosas horribles en Twitter.
Lo de siempre, in no particular order.

Es el día 41 de cuarentena (¿creo?). Han pasado casi dos meses desde que volví de Las Vegas. No sé cuándo podré irme de nuevo, pinta pésimo todo. Me he llenado de millas, puntos y travel vouchers que no me sirven para nada. La venta de la casa se cayó también, pin ta pé si mo to do.

Hoy no he pensado mucho en trabajar. Tampoco en culear. Ayer sí.
Ayer además dije que este era mi último año de vida en voz alta. Había estado en silencio un buen rato, mirando instagram, con la mente en blanco y solo salió. No sé si fue aliento, amenaza o anhelo. Me fui a dormir para no averiguarlo. Desperté al meme de un mapache desparramado en un árbol. «Me gusta dormir porque es como morir». Curioso. «Yop». Yop también.

Tuve ganas de escribir, pero terminé releyendo ese blog oculto del 2007. «Sin ruinas, sin monumentos, sin souvenirs». Me pasé. Me da vergüenza nivel Arjona, pero agradezco que exista. Es bueno recordarse. Qué hacen los que nunca escribieron un diario o similares, ¿ven fotos? ¿Les alcanza la memoria? Yo ya no me acuerdo de nada. En serio de nada.

El otro día vi que rojo más amarillo da naranja y me quedé estúpida. Sabía que lo sabía, pero antes de poder encontrar la información en mi cerebro, la información me encontró a mí. «Oy, de verdad…». Empecé a listar las demás combinaciones en mi mente. Rojo azul, morado. Blanco negro, gris. Amarillo azul, Thalia. Algo quería probarme a mí mismo, no sé qué.

Más llamadas. Mi pelo larguísimo en cámara. Hablamos de cosas serias de gente vieja y de cosas viejas de cuando éramos jóvenes. Me jaraneo. Se me va el día tomando whisky. Se me van los mixers tomando whisky. No me gusta el whisky solo. Solo me queda whisky.

Pongo Friends de fondo. No presto atención. Los bracitos de Giovanni Ribisi en toalla. Presto atención. Ahora sí pienso en culear. ¿Cómo será el sexo post pandemia? No he abierto Grindr en meses. ¿Por qué la gente hablaría con un desconocido que quién sabe si algún día se podrá comer? ¿Por qué la gente está empeñada en sobrevivir el Apocalipsis?

Lo estuve pensando en el almuerzo. Imagínense, por diversión, que esto es solo el comienzo y todo se pone peor. Tipo, arenal, ciudad en ruinas, holocausto caníbal. La película es siempre la misma, la gente quiere sobrevivir. Se enfrentan a los zombies, tratan de salvarse entre ellos, llevan sus provisiones al refugio subterráneo, algunos murieron en el camino. El instinto de supervivencia los mantiene vivos. Mi pregunta es para qué. Porque subsistir entre escombros e incertidumbre is hardly a living. Quizá ni siquiera están pensando en vivir, sino en ganar. ¿Y si el trofeo no vale la pena? Prefiero vivir bien a vivir mucho, concluí. Mi estofado no se manifestó ni a favor ni en contra.

He estado l o c a t z a todo el día. Todo el año. Y el pasado.
Y el Pasado.

26 de abril de 2020

Es domingo, no se puede salir para nada. ¿Sigue vigente esa restricción? Ha pasado tanto tiempo ⏤tantas reglas, extensiones, arbitrariedades⏤ que ya no estoy seguro de lo que sigue en pie y lo que no. Revisé la botella de whisky esta mañana para calcular cuánta agua tónica y mixer de manzana necesito. Le quedan un par de tragos bien servidos. Con suerte tres. Una latita de tónica y una personal de Aquarius should do it.

Estoy releyendo The Glass Essay de Carson en el jardín. Esta vez estoy tomando notas, cosa que no hice durante la maestría. Es gracioso porque, ~en estricto rigor~, ahora no me sirven. Mejor dicho, no hay un fin para esas notas ⏤porque Anne Carson siempre sirve. Lo hago porque un día me tomó el espíritu y ya está.

Mis treintas han sido los años más sexualmente productivos ⏤a propósito de nada. No sólo en términos de lo experimentado sino de lo retenido. Una educación de líquidos, cuyos orígenes o composición no cuestioné en mis veintes, la década a flor de agua. El cuerpo es profundo; el deseo se dispara del mismo núcleo que los sueños, flotan, se diluyen. «Dreamtails and angry liquids swim back to the middle of me«. El centro es oscuro, crudo, volátil. Ninguna de estas características tiene valores asignados, por cierto. Eso lo inventa la gente.

Hoy pensé en esa cualidad caníbal del deseo porque la sentí. Que expresemos lujuria diciendo que «queremos comernos» a alguien no es gratuito. Hay una fuerte asociación entre consumo y pasión (no en vano ese lugar común se escucha o lee en todos lados). Se lo mencioné a alguien y su perspectiva me causó gracia. Me dijo «amiga, ni una menos». Claro, la lógica predatoria indicaría que sólo uno puede ser «el que come» y, por ende, queda en pie. Pero yo me refería más a un canibalismo mutuo, en igualdad de condiciones. Algo como lo que Carson dijo sobre el final del amor.

«To see the love between Law and me turn into two animals gnawing and craving through one another towards some other hunger was terrible».

En este contexto es bastante triste. De cierta forma señala que uno siempre está buscando algo dentro de su pareja y nos empecinamos en excavarnos mutuamente hasta encontrarlo. Nos seguimos perforando, con más rabia, «por qué no tienes lo que busco», más resentimiento, «creí que lo tenías». Eventualmente terminamos atravesándonos por completo y no nos damos cuenta hasta que llegamos, con las manos vacías, al otro lado.

Es una imagen extraordinaria de devastación recíproca; pero también puede aplicarse a una suerte de consumo mutuo, menos emocional y más sexual. Precisamente lo que veo detrás de mis párpados, proyectado desde el centro, cuando experimento un deseo muy intenso por alguien. Un licuado de colmillos, baba, ferocidad, que viene desde ambas direcciones, que no va a parar hasta escupir los huesos.

Creo que es por el «craving through (…) towards some other hunger».
Cuando uno tiene más relaciones casuales que formales, la posibilidad de moverse hacia some other hunger nunca está muy lejos. Además la idea de que puedes crave your way through someone me parece hermosa (fuera de su contexto emo original).

No sé a qué iba con todo esto. ¡Pero puedo decirles dónde se originó! En la tarde vi un GIF de ese capítulo de Elit3 en que Arón Piper se disfraza de Rocky (Horror, not Balboa) y solo apreté los dientes y pensé «carajo, es que EN SERIO me lo podría comer». And here we are!

El cerebro humano, huevona.

Dear diary (2018)

When I get down I miss my boyfriend
I know it is unfair
When I fuck up I miss a boyfriend
I never wanted there
‘Cause morning always comes
and bodies, they go home
or get thrown in the lake
in the middle of the bed.

Special needs ✝︎

Just 19, a sucker’s dream. I guess I thought you had the flavor.
Placebo

 

 

«Creo que es obvio lo que va a pasar», susurró Efra. Efectivamente, lo era, pero incluso cuando su aliento ya se condensaba bajo mi nariz ⏤aprendí escribiendo esto que ello se llama surco nasolabial⏤, yo tenía motivos para desconfiar. «No, ¿qué?», le pregunté bajito, volviendo todo mi cuerpo hacia él, sonriendo, más cerca. La pregunta no era necesariamente retórica. Mi intención era corroborar que no estaba equivocado y al mismo tiempo prolongar el jueguito que él había iniciado.

Es posible que Efraín haya interpretado mi pregunta de forma incorrecta. Es decir, como reflejo de ingenuidad más que de incredulidad. No es de extrañar. Solo me llevaba dos años, apenas un erastês, pero se le paraba al infantilizarme. Le encantaba ser el hombre maduro de la relación, el maestro, el amo. Lo era, hasta cierto punto, pero en esta instancia se equivocó. No pregunté por inocente, ya había tenido mi primer beso con un chico del colegio a los quince. Sencillamente me costaba creer que después de tanto tiempo por fin aceptase que también estaba enamorado de mí (una interpretación bastante cándida y errada, debo admitir).

Esa noche, cuando nos acostamos, no podía suponer que iríamos más allá de la amistosa rutina que hasta ese momento habíamos mantenido por meses. Acostarnos, abrazarnos, dormir. Las posturas podían cambiar, pero la práctica era siempre la misma. Desde la primera noche en que sus delgados brazos envolvieron mi cuerpo y su cara barbuda descansó sobre la mía, siempre acostarnos, abrazarnos, dormir.

Ahora, durante esos primeros meses de acunarme, yo aún era menor de edad. Es posible que mi situación legal haya sido un hecho crítico para Efra y yo no lo haya sabido. Después de todo ya me había dado un pico antes, la mañana después de su cumpleaños. Quizá no era el momento, no se sentía listo. O no me quería tanto. ¿Y ahora sí? No lo supe entonces y aún no lo sé. Nunca pregunté. Quizá nunca me quiso en lo absoluto, ni siquiera entonces. No como pareja. Ya da igual.

Solía lamentar no recordar cuándo pasó. Me parecía inconcebible que algo tan importante hubiese pasado tan desapercibido. Las verdaderas sorpresas son imposibles de sujetar, supongo. Así nuestro primer beso ocurrió una noche sin marcar y se escurrió por las casillas del calendario hacia los márgenes y, eventualmente, fuera del tiempo. Hoy ni siquiera podría calcular un intervalo. No podría decirles si era invierno o verano, dos mil dos o tres. Creo que fue lo mejor, de lo contrario habría celebrado patéticos aniversarios mentales durante años y fumado en exceso. Por esas fechas fumaba todos los días y, si estaba ansioso o deprimido, todas las horas.

Imposible separar ese día de cualquier otro. Nos habíamos juntado por la tarde-noche después de que yo viera a mis amigos en el café, como era nuestra costumbre. Efraín odiaba un poco a mis amigos. En parte porque mis amigos odiaban un poco a Efraín. Creo que en el fondo simplemente no le gustaba compartir mi atención. «Por qué saldría con ellos si yo, infinitamente más interesante, estoy aquí». Efra, como cualquier narcisista, era posesivo en ese sentido. No me molestaba, yo quería dejarme poseer y me supe dividir. Nunca dejé plantados a mis amigos, a pesar de que realmente no hacíamos nada especial.

Empecé a llevar mi mochila al café. Mis amigos nunca preguntaron por qué, así que no tuve que confesar que llevaba mi pijama y el estuche de mis lentes de contacto para dormir en casa de Efraín. Esa época fue, digamos, la mejor. Efra y yo íbamos muy bien, progresando cada día, casi hasta donde yo quería. Hasta que sus miedos reaparecían y tomaba distancia de mí. Lo que entonces consideraba una maldita indecisión, terror a salir del clóset y ahora, tantos años más tarde, no sabría nombrar. Exploración o cariño o infatuación o carencia. Algo monstruoso y cálido, cómodo e imposible de asir, que como viene se va. Sin explicar.

¡Estúpido de mí buscar explicaciones! Yo sabía las reglas: Efra me daría lo que pudiera necesitar, tácitamente y hasta un punto. Pero si cruzaba la línea, si buscaba que me dijera que me quería o me lo demostrara, se lo diría o demostraría a alguien más. A una mujer. Cualquier mujer. Hasta que aprendiera la lección, hasta que comprendiera mi lugar histórico: Hefestión, no Roxana.

Pero Efraín no era ningún idiota, nunca me empujaba más allá de su campo de acción. Yo en cambio sí era un idiota, me alejaba sin decir nada, sintiéndome perdedor, pero nunca me iba. Sabía que debía dejarlo, pero no podía. Estaba horriblemente enamorado de él, despojado de agencia y poder. Para entonces tenía clara mi única jugada: Efra me decía lo que quería escuchar cuando sentía que podía perderme. Así que yo me perdía constantemente, pero nunca de vista.

Esa tarde que no recuerdo llegué a su casa del café. Sí recuerdo, sin embargo, que estaba feliz y triste de verlo al mismo tiempo. Cansado. Demasiado para mis diecisiete. Nos acostamos a ver televisión, a conversar. Hablamos de las mismas cosas, nos reímos de los mismos chistes, nos miramos con los mismos ojos. Estábamos cómodos el uno con el otro, habíamos llegado a un lugar envidiable que no me hacía menos doloroso el estar juntos. Quizá porque sabía que era una ilusión, un holograma de felicidad. Entonces, algo cambió.

Cuando apagó las luces, se quedó observándome con singular facilidad. Yo apenas podía discernir el contorno de su cara trazado a mano alzada por la luz de la calle. Echados cara a cara, hablando de nada, hubo un imperceptible giro de curso. Había tomado una decisión que, incluso en el susurro, robustecía su voz. Se acercó serpenteando sobre sus hombros, sonriendo como si supiese algo que yo no, sin interrumpir la conversación. Sentí sus palabras palidecer, él ya no estaba detrás de lo que decía. Se acercó más. Su voz era un murmullo, podía sentir su respiración sobre mis labios. Entonces entendí, pero no lo creí. Se acercó aún más.

«Creo que es obvio lo que va a pasar», susurró Efra, rozando mis labios al hablar. Ese primer contacto, casi imperceptible, me encendió de pies a cabeza. La cabeza me estallaba, estaba petrificado. Cómo sentir sus labios un poco más si no puedo moverme. ¡Está ocurriendo, huevón, no lo puedes perder! Nunca he pescado en mi vida, pero asumo que esto es lo que siente quien saborea la real posibilidad de pillar un aguja azul.

«No, ¿qué?», le pregunté bajito, intentando prolongar el juego, rozando sus labios con los míos. «Ah, ¿no sabes?», sonrió, causando que sus labios se retiren de los míos involuntariamente. «No te hagas», añadió inmediatamente, reubicándose y mordiendo mis labios con los suyos. No supe qué más decir, pero no hizo falta. Después de retrasar el momento al máximo posible, algo casi tan delicioso como el acto en sí, Efra se arrojó sobre mí con tierna violencia y me dio el mejor beso de mi joven vida. Por muchos años, el mejor que nadie me haya dado jamás, porque era mi primer amor.

Le devolví el beso con la intensidad de quien había esperado toda su vida por él. Efra me abrazo, me puso sobre él y me besó con fuerza. Rodamos por toda la cama, empujándonos y acercándonos, casi a golpes, casi en guerra. Nos abandonamos el uno en el otro y, de pronto, no supe si era un beso o un exorcismo; la máxima lucha con nuestros demonios, con nosotros mismos, con lo que siempre quisimos hacer y nunca hicimos ⏤o eso quise pensar.

No sé lo que él podría haber sentido por mí, pero sé que aquella noche explotó. Lo besé una y mil veces y él a mí, hasta quedar exhaustos, sedientos, hasta que llegó la mañana y me quedé dormido con los labios partidos sobre su pecho, oliendo su cuerpo, que me fascinaba. Tenía un aroma que era solo suyo y, en ese momento, mío. Fue todo lo que siempre quise que mi primer beso fuera. Desde ese día supe que siempre me enamoraría por la nariz.

Cuando nos despertamos pasadas las 10 de la mañana, aún estaba en sus brazos. Fue uno de los pocos momentos donde Efra fue realmente tierno conmigo, sin cuestionarlo, sin pedir nada. «Carajo, ¿nos habrán escuchado arriba?». Nos reímos como dos niños que acababan de ejecutar una travesura magistral pero no podían asegurar el triunfo aún. Efra salió a revisar los alrededores. Volvió con el desayuno y el reporte: todo calmado.

Esa mañana no me vi al espejo, Efra no tenía uno en su habitación; pero estoy seguro de que mi cara de imbécil enamorado era imposible de camuflar. Sabía que no podía enfrentar a su familia con ese gesto ahuevonado, con el beso estampado en la cara como la marca de Caín. Le pedí que abriera la puerta del garaje, que era la entrada privada a su cuarto. Lanzó una pequeña carcajada como burbujas. «Eres un ridículo, ¡sal por la puerta!». Insistí que no podía. «Qué pobre diablo», accedió.

Abrió el garaje con dificultad, posiblemente por primera vez desde que se mudó de habitación. Una barra de sol le borró la nariz por un momento, mas no la sonrisa de oreja a oreja. «¿No te sientes un toque como una puta saliendo por el garaje?», escuché mientras mis ojos se ajustaban al Nuevo Mundo. Sentí mi sonrisa dibujarse dulce y pesada, le di un beso en la mejilla y me fui sin decirle más. Esto es, pensé. Él es, por fin.

Qué pobre diablo, indeed.

 

✝︎ La versión original de esto fue «publicada» el 9 de julio de 2007 en un blog oculto que jamás compartí. Me daría extrema vergüenza compartir un texto de mi yo de 22 años, así que la edité. Sorry about it. No obstante mantengo el título original porque amo esa canción de Placebo y el pseudónimo que le di a mi primer amor porque Efraín me gusta más que su nombre. Also, para no quemarlo. Aunque ya pasaron casi veinte años, relájate, William. It was really nothing.