Archivos Mensuales: marzo 2013

Something somewhere [part 1]

Pues, aquí me tienen. Una vez más en un aeropuerto. Esta noche en Barajas. «Ay, me voy otra vez. Ahí te dejo, Madrid». Un destino que, a decir verdad, no me es muy difícil dejar. De no haber sido porque mi mejor amiga vive aquí (y es el punto más barato para volar de Lima), I would’ve skipped it entirely. O quizá no, pero definitivamente hubiera pasado rapidito.

Pero aquí estoy y me cuesta. Again, no por Madrid, sino por Europa en general y los amigos que dejo aquí. Sé que he sido muy irregular en mi publicación durante estas semanas, lo siento. Estuve muy ocupado viviendo intensamente cada segundo, tomando fotos, bailando, muriéndome por mis amigos y, por qué no, equivocándome con todos los hombres correctos. Ahora, en el gate R14, el retorno a la normalidad es inminente y mi rechazo me impulsa a escribir.

Hace tres semanas que no muevo un dedo (de hecho, los he movido todos, pero no para trabajar y si representó algún esfuerzo, les aseguro que sarna con gusto no pica) y la sola idea de volver a la oficina deforma mi espíritu a palos, cual Rihanna y Chris Brown. Mi travesía europea ha durado bastante, pero siento que se ha pasado en un parpadeo, as it so often happens with larger-than-life adventures.

Si creen que voy a decir que me gustaría que esto no acabase nunca, les diré que no soy ningún huevón. Nunca tan iluso. Sé qué hay que volver. Sé que hay que trabajar (¡para pagar todo lo que he comprado!). Pero quería un día más. Sólo uno. Estuve muy cansado de mi vuelo París-Madrid para disfrutar mi última noche en la capital española. Si pudiera volar mañana en lugar de hoy, me quedaría esta noche para desmadrarme por última vez en Europa. Y, para lo que me espera, vaya que lo necesito.

He pensado poco en este viaje, para ser sincero. No tuve muchos momentos solitarios y meditabundos. Incluso paseándome solo por Père-Lachaise, Morrissey estuvo conmigo, cantando Cemetery Gates. Wilde on our side. Pero lo poco que pensé fue un láser que atravesó mi vida en Lima de extremo a extremo. Aunque no había que cavar muy profundo para encontrar la insatisfacción que siento por no hacer lo que amo.

Don’t get me wrong, I absolutely despise working. Probablemente, odiaría todo tipo de trabajo solo por el hecho de que… es trabajo. De hecho, la chamba en la que estoy ahora es la que menos he odiado y en la que más me he divertido (y durado). Para sorpresa de propios y extraños, I’m actually good at what I do y realmente puedo decir que quiero a la gente con la que trabajo. ¿Cuántas personas pueden decir que quieren, aprenden de y admiran a su jefe? Yo puedo. No es un tipo perfecto, pero está varios pasos delante mío y aún me enseña muchísimas cosas. No sólo para el trabajo, sino para la vida. Me ha hecho más humano y menos huevón. Le debo mucho. Pero eso no quiere decir que esté tan invested in our work como él. A mí la publicidad no me hace feliz, la verdad.

Por mucho tiempo no pude encontrar lo que me haría feliz. Lo pensaba y lo re-pensaba y no llegaba a ninguna conclusión. Intuía que tenía que ver con escribir porque nada me da más placer que venirme en una página en blanco. Nada. Pero eso era muy gaseoso. Podía ser cualquier cosa. Desde la nueva gran novela de la literatura peruana hasta una columna frivolona en alguna publicación. Cualquiera me haría feliz, tbh. Luego, de pronto, mientras cruzaba el puente Alexander III en París, la tuve más clara. La belleza romántica del Sena no tuvo nada que ver, creo. Fue puramente incidental. Mi cerebro, every bit as dramatic as its owner, seguramente pensó «este es un buen lugar para decir que tuvimos una Epifanía». And so, we did.

No lo voy a contar porque a) quiero que se cumpla, b) no sé cómo ni cuándo lo abordaré, y c) ha sido un destello luminoso en la oscuridad de París (¡mal llamada «ciudad de la luz», porque está pésimamente iluminada!) y todavía no la tengo 100% clara. Seguiré por ahora con mi chamba habitual, porque aún no he terminado de construir lo que quiero y me gustaría entregarles a quienes me han dado mucho. Pero ya vislumbro lo que puede venir… y podría ser hermoso. Como ver la torre Eiffel aparecer por primera vez desde un ventanal del metro 6.

Something somewhere [part 2]

Bueno, aquí estoy, aún en Madrid. Sentado en el tren, regresando al depa de mi mejor amiga quien, sin duda, se sorprenderá de verme. «Guess whose plane never left the ground«, diré y seguramente luego reiremos sobre mis verdaderos y sobrenaturales poderes de joven bruja. Did I accidentally call the corners on my flight? I must have! Deseé tanto una noche más que la tuve. Debí ser más específico. ¡Quería una noche de juerga, Manón! Not a hostage situation at Barajas.

No se pierdan en este largo y turbulento recuento, ¿ok? Here we go. Un abordaje, una partida hacia la pista, un retorno al terminal, una revisión técnica no programada que me alcanzó para ver casi una hora de «Hitchcock» (buenaaaaaaza, qué pena que la cortaron), una evacuación del avión, una hora y cuarto de espera para saber si volaba o no, otra hora para salir del aeropuerto cuando la respuesta fue no y 30 minutos esperando el Renfe después, here I am, still in Madrid.

Seis horas, amigos. Son las 5:58 de la mañana y estoy varado en España. LAN, el espanto de volar, dispuso buses para llevarnos a un hotel cerca al aeropuerto llamado Auditorium o algo así (según la aeromoza era cuatro estrellas y muy lindo). Pero los buses iban llegando, con toda la paciencia del mundo, uno por uno para los buenos cientos que éramos y la gente se tiraba encima de cada vehículo cual holocausto caníbal. Finalmente, luego del tercer bus, aún unable to climb on any of them, decidí que el Apocalipsis zombie era demasiado para mí y prefería pasar estas horas robadas al destino desayunando con Johanna. Después de todo, recién al mediodía me van a avisar en qué fucking vuelo voy a volver a Lima y me aseguraron que no sería, de ninguna manera, antes de la una de la tarde. Plenty of time to get back to Barajas.

Mi equipaje, sin embargo, vive un futuro incierto. Todo se quedó en el avión fallado, supuestamente. No sé si aún está aquí, si ya está rumbo a Lima, si volará conmigo, si me esperará allá. Todo lo que tengo es mi maletín, el cual contiene el 60% de mis compras europeas, mi estuche de los lentes de contacto y mi cargador de iPhone. Nada de lo que está aquí conmigo, btw, abriga un pincho. ¡Todo lo abrigador, o sea lo que pesa, lo chequeé con la maleta! Así como los líquidos grandes (a.k.a todas mis cosas de aseo, incluido mi cepillo de dientes). Basically, I’m left to catch pneumonia while unfathomably gross.

Lo que sucederá este día en Madrid, no lo sé. Lo que sucederá en Lima, sí. Mis compañeros me maldecirán por ocho generaciones pasadas y futuras, pues me esperaban para una reunión importante. Me pregunto cómo chucha me compensará LAN por este severo inconveniente laboral. La reunión que me acaban de hacer perder era tan necesaria que yo pretendía llegar jetlaggeado y sin dormir. Calculen. Me compensará cero, asumo. Me agradecerá mi comprensión y se dará media vuelta. That’s fine, LAN. Espérate que tenga acceso a mi Facebook y te voy a DESTRUIR.

Anyway, dentro de todo tuve suerte. Olvidé que mi visa era de una sola entrada e hice todo el trámite para salir del aeropuerto, entiéndase reingresar al país, como todos los demás pasajeros (españoles). Cuando llegué a Aduanas me dijeron «su visa es de una sola entrada» y yo, mátenme. Les dije que esto era una cagada de la aerolínea y que yo no estaba reingresando por mi voluntad. La tipa, que era medio antipática pero buena samaritana a la vez, me dijo «te voy a anular el sello de salida, pero como favor. La próxima vez saca una visa con dos entradas para que esto no te pase». Yo la miré a lo you gotta be fuckin’ kidding me. So, anyway, ya estoy en casa de Johanna, que me mira esperando que le cuente so… keep wishing and watch out for those weirdos. Con suerte, I’ll be coming home one day.


Jet lag

Mis primeros días en Madrid pasaron como un sueño. No necesariamente porque la ciudad o la compañía fueran particularmente «de ensueño» (que lo eran), sino porque mi cerebro no terminaba de procesar que estaba, in fact, ahí. Caminaba por el paseo del Prado, admirando la arquitectura, perdiéndome entre la gente, respirando el aire frío de una tarde sin lluvia y no terminaba de absorber los detalles más básicos. Una bruma cerebral me impedía distinguir Madrid de Buenos Aires, Boston o Nueva York. Sabía que no estaba en casa, pero no sabía dónde estaba realmente. No me entraba en la cabeza. Jet lag, pensé.

La familiaridad de quedarme con Johanna tampoco ayudaba. Sé que ella vive en España, pero la vi hace no mucho en Lima, so you can imagine lo poco que ayudó eso a aterrizar mi mente. En fin, mi paso por Madrid fue más un momento para conectar con mi mejor amiga de muchos años que un viaje hecho y derecho. All good. Luego, sin darme cuenta, estaba caminando por las viejas calles de Ginebra, cruzando el pont du Mont Blanc. El Jet d’eau a mi izquierda, una maleta más pesada de lo que hubiese querido a mi derecha, huyendo del frío por Quai Gustave Ador. Mi anfitrión, Sebastien, era un parisino delicioso que vivía en Ginebra y hablaba español. Je suis desolé porque era straight.

Después del día más perezoso del universo en la lluviosa y nublada Ginebra, aparecí en medio de los Alpes Suizos, en el pueblo de Crans-Montana (que en realidad son dos pueblos, Crans y Montana, que crecieron tanto que se juntaron el uno con el otro). La razón, para quienes no lo saben, por la cual estoy jugando a Heidi es la décima edición del festival Caprices. Una orgía musical cuyo lineup parece calcado de mi iPod. Tori Amos, Björk, Portishead, The Killers, Mika y más. Este lugar es, sin duda alguna, el punto más lejano en el que he estado. De hecho, mientras me deslizaba en trineo por los Alpes, half enjoying it, half panicking, pensaba «cómo mierda llegué a un trineo en una montaña en los Alpes desde Perú» y todavía me costaba descifrar mi recorrido.

Hoy, que ya vi a Tori brindar un espectacular set de 90+ minutos, a Björk sorprenderme con Pagan Poetry y poco más y a Portishead violarme el cerebro con el mejor setlist del mundo, puedo decir que mi jet lag ha concluido. He dormido lo suficiente en estos días como para reajustar mi reloj biológico. No obstante, cada vez que despierto con el sonido de una de mis bandas favoritas soundchecking afuera de mi ventana o cada vez que camino por el balcón y veo esta imponente vista frente a mí, pierdo total noción de la realidad. I’m no longer jet lagged, ahora estoy simplemente maravillado. Entiendo que estoy viajando, entiendo que estoy en Suiza, pero mi cabeza no puede discernir entre aquello que entiende y aquello que supera día tras día todas sus expectativas. Estoy viviendo un sueño, literal. Y es hermoso aquí. Hermoso.

En unos días estaré en Barcelona y luego París. Sólo Godney sabe lo increíble que eso será. Ya puedo verme juergueando con mis amigos en Barcelona o recorriendo el Sena escuchando Someone Like You in dramatic fashion. Me emociona mucho. Creo que esa es la moraleja de esta historia. La vida es muy corta para pasar todo nuestro tiempo metidos en el fundillo de la realidad. De vez en cuando, sin dejar que pase mucho tiempo, hay que vivir en las nubes. Hay que convertir la realidad en sueños, en algo que se siente tan falso y a la vez tan intenso que parece imposible que sea real. Cuando esté en Lima y sea otro día de mierda en la oficina, recordaré los árboles, la nieve y mis pies, volando sobre un trineo, y sonreiré porque sabré que fue real. Even if I didn’t feel it at the time…

Vivan mucho, amigos. That’s the whole point.
Lo demás es relleno.

Escala gigante

No, no me refiero a la vieja tienda Scala de mi niñez, me refiero a una puta escala de 12 horas que me he visto forzado a tolerar. Cuando viajen con escala, amiguitos, vean bien las horas de los vuelos. Yo, como el tacaño que soy, sólo vi el precio y hoy estoy pagando uno muy diferente. Es una condena, realmente. Pero, nuevamente mi tacaño interior se opone a pagar 71 cocos para salir del aeropuerto. Me parece una usura, así que le doy la razón. At least there’s free wifi, así que no todo ha sido un suplicio. Me imagino que así se debe sentir ser un marca preso con acceso a celular.

Anyhoo, ya que tenía acceso a internet y otras tres horas que matar, thought I’d share a little something. Ahora, no sé si publicaré esto inmediatamente o lo guardaré para la próxima semana, cuando aún estaré dando vueltas por el mundo. Después de todo, acabo de lanzar una entrada hace unas horas (no sé cuántas porque la zona horaria me traiciona) y no quiero canibalizar mi propio blog. Trataré de que sea ligeramente atemporal y aún relevante cuando lo lean. Esperen, hay un pinche bebé llorando en el aeropuerto y debo ajustar mis audífonos a rather-bleed-through-the-ears-than-listen-to-this-asshole-kid volume.

Now playing: «Manos al aire». So relevant! jajaja… para quienes no lo saben, estoy en Sao Paulo, cumpliendo una sentencia de 12 horas impuesta por LAN camino a Madrid. Será mi primera vez en el viejo continente y no podría estar más emocionado. Voy a visitar a amigos peruanos que amo con locura en diversas ciudades y, además, encontrarme con mis amigos neoyorquinos en Suiza para el festival Caprices, donde veré a Nelly Furtado, entre otros (que me emocionan 590 veces más, tbh! jajaja). De hecho, los que me conozcan y se tomen dos segundos para ver el lineup, descubrirán que del 10 al 15 de marzo, los artistas son calcados de mi iPod. ¿Tori, Björk, PORTISHEAD, The Killers y Mika? Yes, please. Ah, pero si Nelly toca «Manos al aire», gritaré y moriré (e inmediatamente tuitearé el épico momento a otrodaniel).

So, anyway, este viaje me ha hecho pensar en algo, o mejor dicho, «alguien» y pese a mi better judgement, voy a explorar esos recuerdos para sacarles algún partido. No todo es choque-y-fuga en mi vida, amigos. ¡También tengo sentimientos! Even the baddest bitches will fall now and then. Ahora, no malinterpreten mi nostalgia por amor. Todo ha sido superado. Tipo, it’s been a while (I know I shouldn’t have kept you waiting, but I’m here now – ¡lo siento, tenía que hacerlo!). Pero hoy, que por fin estoy a míseras horas de tomar un avión a Europa, no puedo evitar pensar en el día en que nos sentamos a planear este viaje (para mí, ojo, no para los dos. Recién nos estábamos conociendo, nunca tanto). Cuando voy a La Mora siempre me acuerdo de eso y ahora mucho más.

I’m gonna go ahead and get one thing out of the way: no he tenido motivos, más allá de los primeros meses, para extrañarlo. I mourned for a certain period and moved on. De hecho, no pienso mucho en él. Ahora, con el viaje, lo recuerdo un poco más, pero eso es todo. Lo extraño en la medida en que uno extraña a una persona extraordinaria que ha sido parte de la vida de uno. Tengo cero quejas y cero resentimientos about it (me tomó mi tiempo llegar a esto, igual). Me encantó nuestro tiempo juntos. Lamento que haya sido tan corto, pero entiendo que el timing no era y quizá nunca sería el correcto para nosotros. That’s all fine now. O sea, tampoco es que me muera de ganas de verlo con otro y cantar Cool de Gwen Stefani, ah… pero, dentro de los límites del dumpeé, me va bastante bien.

Si nunca se lo dije (y me encargué de quemar todos los puentes digitales por los que podría haberse enterado), lo digo ahora: me parece un tipazo. Inteligente, sencillo, noble, generoso, guapo. Un gran chico. Lo quise mucho y whoever’s the following act, tiene harto zapato que llenar (no pun intended). Pero también fue un pelotudo conmigo y espero que lo sepa y aprenda de ello. Puse mucho de mi parte, pero no era una batalla que yo podía ganar (creo que ni siquiera era conmigo la cosa). No tuve armas para enfrentarte, puse mis manos, manos al aire (lol). Espero que esté bien, la verdad. El otro día lo vi de lejos. Lindo todavía, pero no sé si feliz. Yo la he pasado bastante bien desde que terminamos, aunque superficialmente. Pero está bien. El otro día, cuando Joc me preguntó si estaba completamente tranquilo solo, lo evalué rápidamente y me sorprendí a mí mismo con un sincero «sí». Still have some freaky tendencies in my system jajajaja…

Como en realidad no hablamos, esta es mi forma de decirle que todas estas semanas he pensado mucho en él y me han entrado muchas ganas de contarle que por fin me voy, que estoy emocionado, que veré a muchos amigos, que espero juerguearme como una perra y finalmente encontrar uno igualito a él… con menos issues, jajaja. Also, espero que haya leído el libro que jamás me devolvió, porque yo sí escucho el disco que me regaló. Fácil en algún otro momento, más adelante, te cuento cómo me fue, ¿no? Esta parte es la escala. Una escala gigante. En gran parte por mí, lo admito. Pero, bueno, ya nos llamarán para abordar. C-cool.


To Rafael Urbina, thanks for everything! Luis Cueto.

Hoy, lunes 4 de marzo, uno de los amigos que más amo cumple años.
Mi #Eurotrip me impedirá estar presente, but I shall gift him a little story,
which should feel like «a touch of magic in a world obsessed with science» ❤

 

 



«Escúchame, cariño, ya son las cinco. ¿A qué hora cree que va a venir esta mujer a tomar las fotos?», exhaló Maruja, visiblemente fastidiada. «Se nos va a ir la luz y tú sabes que la sala―», el sonido de cuatro revistas golpeando la mesa la detuvieron en seco. «¡Mamá, por favor!», chilló Pía, al borde de la histeria. Una verdadera bridezilla, si alguna vez he visto una. «Ya confirmó con Leti que está viniendo, ¡no me estreses más que voy a salir horrible en las fotos!», dijo conteniendo el llanto. Sería lo más natural sentir lástima por la pobre chica… si no se hubiese comportado como una absoluta perra toda la semana. En fin, era cierto, Malena De Ferrari me había confirmado que vendría a tomar las fotos de la novia, pero ya saben cómo son las divas. Les pagas 15 mil dólares por sesión y aún así te están haciendo un favor.

Maruja tenía una sola palabra para describir a su hija mayor, que ahora acomodaba desesperadamente cuatro revistas sobre la mesa de café, «fantástica». Manolo, su padre, parecía tener otros calificativos para su primogénita de 29 años que avanzaba y retrocedía frente a la mesa, moviendo revistas, entrecerrando los ojos y reorganizándolas frenéticamente. De otra manera, no entiendo por qué estaría escondido en el estudio, inventándose llamadas urgentes y crisis de exportación (en este momento, tiene el auricular en la oreja, sin embargo, yo sé que Bárbara, mi asistente, está en línea con la florería). Hace bien. Una boda es la prima glamorosa de la guerra. Lo mejor que puedes hacer es mantenerte lejos del fragor de la batalla. Él sabe su parte, sabe cuándo tiene que aparecer, sonreír, ejecutar su misión y desaparecer con la misma gracia. El resto son detalles delegados y responsabilidades de terceros. ¡Es un hombre de negocios, por Dios!

Cuando finalmente estuvo contenta con la mesa de café, la novia miró a su alrededor y se dijo a sí misma que todo era perfecto. Pía inhaló con fuerza y exhaló lentamente. «Perfect«. La casa donde había crecido y que pronto abandonaría para formar su propio hogar con Eduardo Figueroa, lucía tan maravillosa como cuando Manolo y Maruja se enamoraron de ella por primera vez. Ahora, por fin, podía terminar de colocarse el vestido corte sirena con delicados encajes en el corsé. No podría negar que la perra era una visión, porque, además, me pagan por ello. Bárbara llegó a un acuerdo con la florería, que nos había prometido dalias sin tenerlas, y todo parecía estar listo. Excepto la sesión de fotos con Malena que, a insistencia de la novia, se estaba haciendo cuatro días antes para asegurarse de que las fotos fueran perfectas. «El domingo no voy a tener tiempo ni cabeza para ver nada y no me voy a arriesgar a salir malaza», me ladró Pía anoche. «Quiero adelantar la mayoría de fotos y darle visto bueno a todo». Freak.

¡Ay, pero qué hace una! Cuando se es wedding planner, no queda más que decir que sí. Así nos ganamos el caprese en pan pita integral de cada día. Es un negocio terrible este, eh… le pone lo vil a servil. Hay que sonreír y ejecutar. A veces, literalmente. Lo bueno es que siempre puedes derivar la ira mal dirigida del cliente hacia los proveedores. ¿La novia está terriblemente ofuscada porque la falta del centro de mesa perfecto ha evidenciado que su futuro esposo es un pobre diablo y su matrimonio será un fracaso? ¡Todo es tu culpa! No, cariño, un segundo. Yo te consigo ese centro de mesa así tenga que exprimirle las pelotas al florista hasta que me cague una maravilla. ¡Tú sí me entiendes, ahora mi marido es churrísimo de nuevo, seremos súper exitosos y jamás nos separaremos! A-go-tador, tesoro. Nunca he tenido que besar tanto culo en mi vida. ¡Pero cómo pagan estas estúpidas!

Entonces, henos aquí, aparentemente, esperando a Godot. Han pasado siete horas y la mujer no da señales de vida. Mi vida, podrás vivir en Milán, pero claramente tu reloj biológico es peruano. En fin, mejor así. Si Malena hubiese llegado (quisiera decir puntual, pero han pasado tantas horas que si hubiese llegado cuatro horas tarde aún estaría a tiempo) un segundo más temprano, habría encontrado a una novia histérica y a medio vestir. No me imagino la pataleta que hubiese lanzado si hubiese tenido que esperar que la niña esté feliz con sus cuatro revistas. Habría sido un duelo de alaridos tipo Xena que, sin duda, habrían terminado con una mujer flotando boca abajo en la piscina y otra presa. Aunque supongo que Pía habría estado menos tensa si Malena hubiera llegado, qué se yo, hace tres horas. Nunca lo sabremos. Es como la huevona y la gallina, jo jo. Ay, Leti, you’re so bad!

«Tengo las dalias», susurró Barbara emocionada. «El señor Héctor me dijo que―», perdí la concentración el segundo en el que sonó el timbre. «La señorita De Ferrari», anunció Dorita, la chica de limpieza. «Señorita», soltó Maruja, con malicia. «Tremenda lesbiana». Pía, que había levantado la cabeza y mirado derecho al vacío con atención felina en cuanto sonó la puerta, se incorporó y avanzó con pequeños y decididos pasos. Tiesa como ella sola. No sabría decirles si era la tensión o estaba en coca. «Cállate, mam― ¡hola, Malenita! ¡Qué gusto!», sonrió Pía. De pronto, las siete horas que me tuvo cojuda con «dónde está, ¿ya la llamaste?, llámala, ¿qué dice?, ¿ya viene?, ¿la tienes en Whatsapp?, ¿qué le pasa a esa cojuda?, ¡llámala de nuevo!» se desvanecieron mientras ambas besaban violentamente el aire. De pronto el ambiente se cargó de electricidad. Este cruce entre Miranda Priestly y Nina Mutal atravesó la habitación como un huracán. «¡Listo, vamos, vamos!», ordenó Malena a su equipo, que instalaba a toda velocidad reflectores y se posicionaba estratégicamente con rebotadores y otros chiches de fotógrafo. «¿Qué tal, hija? Ya estás, ya», le preguntó a Pía sin el menor interés, mientras se colgaba la cámara. «Uf, sí, Male, no sabes. ¡Emocionadísima!», respondió entusiasmada, sin notar que su interlocutora pasaba de ella como de los penes.

Debo decir que me fascinó la rapidez con la que su ejército desplegó toda una nave nodriza de artefactos para la sesión. En lo que le tomó a Malena llegar de la puerta al otro extremo de la sala, sus despavoridos asistentes habían montado el Voyager. Bárbara me miraba con pícara complicidad. Creo que también pensó que debía contratarlos. Aunque no creo que me hubieran funcionado a ese nivel. Para empezar, yo no estoy afiliada a Lucifer. Además, mi voz no transmite áspero terror como la de Malena, que aparentemente se prepara un batido de piedras, petróleo y ceniceros arrebozados con un shot de coñac cada mañana. Escucharla me genera flemas imaginarias. Les juro que ella, la Plevisani y Kina Malpartida me dan unas ganas incontrolables de aclararme la garganta. «Ya, ¡vamos, vamos!», rugió Malena. «A ver, sí, ajá, mira para allá. Los ojos. Ajá. No, más, ¡abre los ojos, hija!». Uy no, peor que Natalia Málaga. Puedo ver a Pía empezando a sudar y a Maruja levantarse de su tercer gin & tonic. «Mira para allá, ¡para allá! ¡No sonrías, no seas chola, esto no es el Parque de las Aguas! A ver, Toño, cárgame acá». Esto va a terminar a escopetazos y no tengo suficiente Vicodin para lidiar con ello. Es el momento perfecto para soltar mi mítico y siempre efectivo «las dejo en buenas manos, chicas» y largarme, «fantástica». Bueno, a lo que viene. Las dalias, faltan cuatro días, ¿en qué quedamos con eso? ¡Bárbara!