Especial

Les voy a contar una tontería de mi infancia. Yo creí firmemente durante muchos años que era especial. Creí en el destino. Creí en una fuerza más grande que yo que sabía de antemano lo que pasaría, lo que yo haría. Creí que los Powers That Be tenían algo grande reservado para mí. En serio lo creí. No me pregunten por qué. Quizá porque de chico mis papás, consciente o inconscientemente, me hicieron sentir que yo era más inteligente que la mayoría. O porque mis padrinos me decían que yo no era un niño, que hablar conmigo era como hablar con un viejo. O de repente por las N veces que escuché «tenías 23 días de nacido y te tuvimos que operar porque no digerías», «tenías tres años y te tuvimos que llevar a Brasil para que te operen del corazón» (fun fact: este es mi primer recuerdo de estar vivo), «tenías 7 años y te tuvimos que internar porque el asma te fulminaba», «tenías 9 años y pensamos que una ola gigante en Santa María te iba a matar» (fun fact 2: era tan flaco que la ola me cargó en su cresta sin mayor problema hasta la orilla). Las innumerables ocasiones en las que pude haber muerto de chico y no morí —incluyendo un choque tontísimo en carretera donde terminé perfectamente a salvo debajo de un asiento—, ratificaban año tras año mi ingenua creencia de estar aquí para algo en especial. ¡Como si eso no le hubiera podido pasar a cualquiera!

Los primeros diez años de mi vida fueron más o menos así. Pensé que tenía una misión. No sabía cuál, pero tenía la certeza de que algún día la descubriría y sería gigante. Lo más curioso es que, ahora que hago memoria, me doy cuenta de que no solo pensaba que era especial sino que aparentemente también pensaba que, para ejercer/no perder ese privilegio, tenía que hacer todo perfecto. Por ejemplo, recuerdo hacer CON REGLA esos ejercicios de dibujar palitos. Planas y planas de rayitas muy derechitas que no me sirvieron de ni mierda porque nunca aprendí a coger bien el lápiz, que era el punto del ejercicio. Lol. Me acuerdo que mi mamá me decía que lo haga solo con la mano y yo me molestaba horrible. «¡Tienen que estar derechas, mamá!» (oh, the irony!)Me parece increíble que por tratar de hacer mi tarea a la perfección haya perdido por completo el punto de la lección. Qué tal huevón, jaja.

But, anyhoo, finalmente crecí y mi concepto de «especial» mutó dramáticamente. Ya nada tenía que ver con ser «elegido» para algo, sino más bien con naturaleza y capacidad. Que mi ever-elusive world-changing mission de la infancia jamás se manifestara no fue tan terrible. Aprendí lecciones importantes en el camino.

 

1. La perfección realmente es enemiga de lo bueno.

La obsesión por hacer todo bien, a fin de cuentas, no te deja hacer nada. Está bien tener estándares, pero ponerse la barra muy alto es sinónimo de rendirse antes de empezar por temor a fracasar… o volverse loca y que te salgan plumas.

 

Aunque, bueno, hacer mis palitos con regla sí me hizo un poco especial. «The other sister» special…
¡A mis casi 30 años, TODO EL MUNDO me mira como si me faltara un cromosoma por cómo agarro el lapicero!

I’m over it, tho. Stare all you want.

 

2. Hacer (relativamente) bien algo que te gusta siempre es bueno, even if it doesn’t rock the entire world. 

 

Una vez, cuando éramos chicos y yo llevaba Composición en el colegio (o sea, hace como 400 años), encontré a mi hermana leyendo mis cuadernos. Si bien me gustaba esa clase, no se me ocurrió que mis tareas fueran más que eso, algo que tenía que hacer. Tampoco se me cruzó por la cabeza que alguien se daría el trabajo de leerlas. Cuando la vi leyendo mi cuaderno forrado de papel lustre amarillo, entendí todo. No era solo algo que tenía que hacer sino algo que disfrutaba hacer y que, además, otros podrían disfrutar leer (no me acuerdo si me dijo qué le pareció, pero que entrara a mi cuarto y sacara mi cuaderno del estante es un buen review, imo).

So mission or no mission, turns out I AM a little special ‘cause I’m sort of good at this. Desde entonces he escrito en periódicos (bueno, uno), revistas (bueno, una) y este pequeño blog, que la crítica especializada ha llamado «¿Qué…? No lo conozco» y «¿El blog de quién?». A triumph!

 

3. Buffy Summers is my spirit animal.

A tale about the chosen one? I’m ALL over that shit!

 

Also, Teen Wolf.

For more reasons than one, obvs.

 

Bueno, suficiente divagación por una noche.
May you all have a very special day, dear readers!

#kthxbai!

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