7 de mayo de 2020
Déjenme revisar el calendario para contar los días.
* Abre Calendar *
* Sube al 15 de marzo, cuando Vizcarra anunció el inicio de la cuarentena. Para mí este es el primer día real, pero cuento desde el 16, primer día efectivo *
* Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, o⏤ siete. Por siete, cuarenta y nueve. Más uno, dos, tres, cuatro, cincuenta y tres *
Día 53 del encierro y esto es el tiempo ahora. Un control auto impuesto.
No era necesario saberlo, todos los días se parecen desde hace más de siete semanas. Yo decidí contarlo, por costumbre. Por devolverle un poco de importancia. Me llama la atención haber contado en semanas. ¿Quién cuenta en semanas? Solo las madres primerizas creo.
Acabo de recibir un email de Starbucks ⏤aunque no local⏤ sobre «más ubicaciones abiertas». No recuerdo la última vez que tomé café. En mi casa no lo preparo, no tengo con qué. Debe haber sido en el Starbucks de Planet Hollywood, en Las Vegas, la mañana de nuestro retorno a Lima, antes de volver al cuarto para empacar y despertar a la puta de Daniel. Y dormir otro tanto yo, que también fui un poco puta ese día.
Pienso en el simple hecho de pasar por un café y lo raro que sería ahora. La desconfianza que sentiría cuando me lo entregan y que quien me lo entrega sentiría cuando le pago. Raro todo. Más raro que, siendo tacaña como soy, ni siquiera me tomaba cafés con tanta frecuencia como para extrañarlo. Probablemente tampoco lo haría ahora; aún así aquí estamos. Bueno, hoy me provoca, pues. Día 53 en que, además, ya hace frío. Me he puesto una polera por primera vez.
Oigan, me da un poco de no-sé-qué que todo este tren de pensamiento haya nacido de un email de Starbucks. Da la impresión de que lo consumo y lo promuevo y no es el caso ⏤hashtag not an ad. Trabajé hace poco con ellos y todo bien, no es un mal café by any means, pero no son el lugar al que yo, personalmente, vaya por café. Al menos no hoy en día. Salvo que me quede inevitablemente de camino, como por ejemplo, entre el lobby de un hotel y mi cuarto en dicho hotel.
Mi intención el día de hoy era escribir cualquier otra cosa, por cierto. Algo que me visitó anoche, antes de dormir, sobre hechos concretos versus verdades personales. Sin embargo, ya se me hizo muy largo para empezar ahora. Voy a tener que cambiar el título y guardarlo para después. Igual, me di cuenta al tiro que no funciona si tengo que poner la fecha al comienzo. Siempre quiero poner la fecha en español, pero el texto se manifestó en inglés y no quiero traducirlo. Ergo, incongruencia de formato y eso, sencillamente, no puede ser.
ESTE ES EL TIPO DE PAYASADAS QUE PIENSO CONSTANTEMENTE, HOLA, QUÉ TAL.
Ya. Si bien ninguna de mis entradas tiene sentido o importancia, menos ahora, tampoco deseo agregar otra fuga accidental/pésimo ad para el café de la sirena a la colección. Retomaré algo de propósito y les contaré, antes de que se me acabe la batería, otra cosa mucho más corta que también me visitó anoche: un sueño.
Estaba en un lugar no identificado viendo una película con mi amigo Adriano cuando, lógica de sueño, se nos unió Olly, de la banda Years & Years. Estábamos tirados en unos colchones en el suelo y no estaba del todo cómodo, por lo que pensé que el lugar no podía ser mío. Debía ser un departamento muy de gente joven o un backpacker. Pero era una casa, MI CASA (solo que bastante más grande y cero parecida a mi casa). Lo descubrí cuando bajé a la cocina por vino. «Tengo dos botellas de vino abajo», les había dicho, y cuando fui por ellas, noté que ambas ya estaban abiertas.
«Ugh, mi mamá se ha tomado mi vino», pensé. Entonces escuché el televisor en un cuarto contiguo. Era mi hermana, viendo alguna huevada en el sillón. Probé ambos vinos, decidí por el que me supo más rico y volví a lo que entendí era mi cuarto. Tomamos, vimos algo. Hedwig inicialmente, pero lo cambiamos porque no se veía bien. No recuerdo qué vino después. Le dije a Adriano que me quería chapar a Olly y se rió. «¿Tú? Qué raro». Pronto descubrimos que Olly estaba muy en la lógica de los tríos y nos descomputó. Me quedé un rato abrazando a Olly, aprovechando el pánico, pero ahí nomás quedó ⏤ahora me da mucha risa la cara de Adriano.
¡Siguiente acto! Estamos camino a un concierto de Britney Spears en Chile. Olly no es parte de la nueva configuración. En su lugar aparecen varias otras caras familiares, incluido un conocido de la secundaria de quien no sé nada desde hace casi veinte años. Solo lo saludé y seguí mi camino, tampoco éramos tan amigos. Yo ya conocía el venue, había ido para un festival ⏤en la vida real nunca he ido a un festival en Chile⏤, así que naturalmente yo lideraba. De pronto, veo a alguien acercándose a la puerta desde otra dirección, dirigiendo un pequeño grupo.
Mi buena Judy, José Carlos, había llegado con su propio bouquet de cabras. Qué alegría encontrarnos todes ahí. «Va a estar increíble», dijo una. «Ya, pero tenemos que comprar comida afuera antes que empiece porque adentro no hay nada», respondí. Todavía era temprano y según yo adentro solo había «choripán a diez mil pesos». Ahora me causa mucha gracia el detalle de los diez mil pesos porque en realidad no sé cuánto es eso. Lo googleé al despertar y resulta que son como 40 soles o casi 12 dólares. Sí, pues, absurdo por un choripán. Also, no un completo: un ~choripán~. Ja.
Nadie estaba tan preocupado por comer como yo, así que as a group seguimos inspeccionando el lugar. Por fuera, era como cualquier estadio o arena, pero por dentro era una especie de centro comercial mutante. A veces había tiendas; otras, ~experiencias~. Ambientes pequeños, decorados de una u otra forma, todos diferentes. Las conexiones entre un nivel y otro eran unas estrechas escaleras de caracol, como en una casa muy vieja. Nos tomamos fotos en todas partes porque gays.
Adriano me preguntó dónde estaba el local de comida BBB más cercano. Le dije que había que regresar por donde vinimos, a una suerte de patio de comidas/mercadillo, muy parecido al de Las Vegas donde Daniel y yo comimos ramen casi todos los días, pero versión LATAM. Recomendé un lugar que tenía un buen *algo* a buen precio. Qué diablos sería, ya no recuerdo. Acto seguido, estamos caminando por una carretera, rumbo a este lugar. Mi cerebro no pudo tolerar tanto glitch en la simulación y me desperté.
Lo primero que pensé fue que este venue, no los espacios internos que cambiaban como si estuviéramos en Harry Potter sino la carcaza, era real. Estaba convencido de que había ido a un lugar así, que si bien no estaba en Chile, estaba en alguna parte. Tenía un recuerdo vívido de la estructura y estaba absolutamente seguro de haber estado ahí, pero cuándo. ¡Dónde! Estuve tirado en mi cama un buen rato, rebuscando en mi memoria, y no pude llegar a ese lugar. Creo que efectivamente no existía.
Entonces me hice una pregunta que con frecuencia me hago porque mis sueños son súper así. Si mi recuerdo de haber ido a ese mismo lugar en otro momento, con otro storyline, también era un sueño, ¿fue parte de este mismo sueño, del día 53, o me inventé el mismo lugar dos veces, en dos sueños diferentes? A veces no sé si uno tiene sueños recurrentes o en el mismo sueño sueña que ya soñó.
Bueno, nada. Sigo loca.
Y me olvidé de comer, así que adiós.
