A mi hermana, quién lo diría.
¿Han escuchado eso de «alguien ya lo dijo antes y mucho mejor»? Pues, yo soy un firme creyente de ello. No porque crea que todo tiempo pasado fue mejor o que no hay creatividad en el siglo XXI. Simplemente he encontrado que cada vez que quiero expresar algo, alguien ya lo hizo de una forma más certera, bonita o elocuente. En parte es una mierda, porque me derrota como escritor, pero también me reta a encontrar el turn of phrase adecuado para cada situación (y no hay nada más rico que encontrarlo). But I digress… lo que realmente quería discutir es mi relación con la música. Bear with me, it will all make sense in a second.
Para serles sincero, no recuerdo mucho de mi niñez. Recuerdo que mis padrinos, a quienes no he visto en décadas y cuyos nombres ya olvidé, me decían que «hablaba como viejo» (lo que me hace pensar que probablemente nunca tuve una). Recuerdo fiestas de cumpleaños, juguetes, a mi primo, amigos de colegio, sí, todo eso. Recuerdo haberme divertido, haber jugado y reído, pero también recuerdo sentirme fuera de lugar la mayor parte del tiempo. No me encontraba con los niños de mi edad y paraba con gente mayor que yo casi todo el tiempo. El problema con eso es que yo era mucho más inocente que todos esos chibolos que se las querían dar de pendejos. Ultimately, tampoco me encontré entre ellos y me ensimismé cada vez más. Lo cual, déjenme decirles desde ya, it’s not a bad thing. Ser introvertido no es un crimen ni algo que compadecer. Lo único que no me gustaba era sentir que no había nadie que pensara o se sintiera como yo. Then music happened.
Si bien mi hermana no es Zooey Deschanel en Almost Famous y no hemos sido particularmente cercanos desde hace muchos años, ella fue quien me abrió los ojos a través de los oídos. Escuchaba música con ella, en la radio, cuando éramos chicos y más amigos. Nos gustaba casi lo mismo porque, básicamente, nos gustaba todo. Ninguno tenía preferencias en esos años. Salvo por el latinoide que odiábamos con pasión (ahora ella escucha pachanga, por ejemplo. Creo que nuestra relación murió right there and then, jajaja). MTV y la movida alternativa era todo en nuestra vida, pese a que ninguno hablaba muy bien inglés in the early 90’s. Con su bendición (y la plata de mi mamá), compré mi primer CD a mediados de 1996, pero antes de eso, ella ya me había hecho el mejor regalo del mundo: un atado de cassettes copiados – sí, cassettes, coño – que ella ya no quería o ya tenía, no recuerdo. Entre ellos, To the faithful departed de The Cranberries, que había salido recientemente, y Jagged little pill de Alanis Morissette, lanzado el año anterior. Mi vida cambió para siempre ese día. Encontré en los acordes lo que nunca pude expresar con palabras y, posteriormente, cuando mi inglés se hizo más potente y estas mujeres siguieron lanzando discos, encontré en algunas letras todo lo que siempre había querido decir sin éxito.
Desde ese momento en adelante, la música fue mi mejor amiga y me sacó de secundaria en una sola pieza. Tenía amigos reales, sí, pero no sentía una conexión tan fuerte con ellos. No la necesitaba. A esas alturas ya tenía a Tori Amos, PJ Harvey, Björk, Fiona Apple y cuanta mujer con micrófono se me puso por delante. Ellas me ayudaron a reconocerme, a salir del hoyo. Tenía a Garbage, Green Day y The Smashing Pumpkins para mis ratos de rabia. Tenía a No Doubt y las Spice Girls para divertirme. No sé cómo explicarlo. Cuando eres chico y no te sientes «como el resto», puedes confiar en tus amigos hasta cierto punto, pero no al cien por ciento. A esa edad, hay cosas que no le cuentas a nadie y usualmente son las más críticas. Darte cuenta de que eres gay, por ejemplo. Estoy bastante seguro de que mi proceso de auto aceptación fue menos traumático por todas esas bandas y solistas que se sentaron en el suelo conmigo, cuando estaba solo en mi cuarto preguntándome «por qué a mí». Todos, a su manera, me dijeron que no tenía nada de extraordinario y que deje de ser tan cabra. O sea, imagínense cómo me sentí cuando descubrí a Placebo. Uf, ¡qué paja fue! Quería pelearme con el mundo. Take on every hater, out, proud and vicious. Y ni hablar de cómo me sentí cuando, después de mi peor break up (first gay break up, obvio), me estrellé de casualidad con un señor que preguntaba a voz en cuello «¿por qué vienes cuando sabes que hace todo más difícil para mí? ¿Por qué llamas por teléfono y por qué me mandas notitas tontas?». Tipo, creo que ese día me bajé toda la discografía de Morrissey y lloré como si hubiera encontrado a mi alma gemela.
Vivir en Perú, sin embargo, posed a problem. Hasta 2003, cuando vino Alanis por primera y única vez a Lima, NINGUNO de mis amigos me había visitado. De hecho, la Alanis que me visitó no era la que yo recordaba. Era una Alanis post Under Rug Swept y pre So-called Chaos, o sea, más sosegada y con el pelo corto. Pero bueno, seguía siendo la misma mujer que me enseñó que a veces era inevitable disecarlo y descomponer todo y que todo lo que realmente quiero es algo de paciencia para calmar mi voz iracunda, así que fui y le aplaudí desde la tercera fila de la Explanada como nunca le había aplaudido a nadie. Entonces me di cuenta que todos esos años habíamos mantenido una amistad por correspondencia y eso se aplicaba a absolutamente toda la música que amaba. Todas esas canciones eran correos que ellos me mandaban y que yo leía con mucha atención en la oscuridad de mi cuarto. Escucharlas en vivo era como tener una conversación real, ¡porque finalmente ambos estábamos ahí! Después de eso, nada volvió a ser lo mismo. Sí, todavía amaba escuchar música en mi cuarto y aún me ayudaba, pero los CD’s eran pastillas y los conciertos, una inyección. Pensaba mucho en eso, pero no con seriedad.
El último semestre de 2004 experimenté varios golpes que no voy a detallar. Suffice to say I was at my lowest. Finalmente llegó el verano y decidí sacudirme la depresión viajando un mes a Miami. Tenía algo de plata ahorrada de mi chamba en la universidad y mi mamá me puso el resto. Two weeks in, I was bored out of my skull. Tenía 20 años y no era legal. Entrar a juergas era casi imposible por mi cara de bebé. Jailbait, as they say. Me tenía que contentar con ir a la playa y gilear un poquito con algún surfista churro. Entonces recibí un newsletter de toriamos.com anunciando una firma de autógrafos en Nueva York. Me quedaba un huevo de bolsa de viaje porque, además, había retomado mi discreta anorexia y no había gastado nada en comida. And so, I kissed my aunt good-bye y me largué a Nueva York. Me encontré con un amigo que andaba por allá, paseamos, nos reímos, me acompañó a conocer a Tori y me tomó las fotos de rigor… uf, no. Fue genial. Pero me quedé con ganas de más. Básicamente, me repetí a mí mismo ochenta veces «¡por qué coño no cantó!».
Hasta este punto en el relato, han pasado dos cosas cruciales que cambiaron el juego. Repasemos: 1. Fui al concierto de alguien que realmente había amado por años. 2. Viajé sin miedo alguno a buscar a alguien más, que también había amado por años. En 2007, pasó la tercera: ganaba mi propio dinero. Ya trabajaba en la universidad como asistente de la Secretaría Académica y ganaba algo de plata, pero además hice mi primer freelo como camarógrafo para una activación BTL en la agencia de mi hermana. Fue la cosa más espantosa yet divertida que jamás he hecho y con el jugoso cheque que me dieron ese Marzo y lo que tenía ahorrado de la universidad, decidí combinar todos los elementos e ir en busca de mis amigos. Me fui a Chile con una amiga a ver a Placebo (original lineup, además) y la experiencia fue tan increíble que ya no pude parar. Fue como respirar hondo por primera vez. No podía entender por qué me había conformado con respirar normalmente cuando podía llenar mis pulmones hasta reventar. Si hubiera sabido que esto era una opción, habría trabajado desde los doce años, creo…
Así es como todo empezó, amigos. Después de ese concierto, 30 de marzo de 2007 (jamás lo olvidaré), literalmente ya no había quién apague el incendio que se originó en mí. Quería verlos A TODOS y no me detendría ante nada. Ese mismo año, tras solo un mes en mi nuevo trabajo, hice maletas otra vez y emprendí un roadtrip por todo Florida para seguir a mi diosa absoluta, Tori Amos. No conocía a nadie, no tenía hospedaje, no tenía carro, no tenía nada, solo mis entradas y la férrea determinación de llegar a todos los conciertos. Me lancé a la aventura e hice amistades increíbles que mantengo hasta el día de hoy y fue, quizá, el mejor viaje de mi vida. Hice todo lo que mi mamá me dijo que nunca haga: me subí al carro de extraños, dormí en casas de perfectos desconocidos, me quedé en hoteles random al lado de la carretera, me metí a hot tubs calato con varios hombres y mujeres y CONCHA SU MADRE, NO PUEDO DEJAR DE SONREÍR ESCRIBIENDO ESTO. It was fuckin’ EPIC. Nunca me había divertido tanto en toda mi vida.
¿Cómo te detienes cuando vives algo así, pues? I just couldn’t and still can’t. Soy un adicto, literal. En 2008 me fui a Argentina a ver a la Reina, Madonna, y regresé al año siguiente para ver a Lily Allen en mi cumpleaños. En 2009 también fui a California a ver a The Cranberries y a mi novio, Morrissey. No podía con mi alma. En 2010 me fui al festival Corona Capital de México a ver un puñado de bandazas, que incluían a Metric. Eventualmente Metric canceló y los odié por casi un año, pero pude ver a Regina Spektor, James, The Temper Trap, Two Door Cinema Club y varios más en primera fila. En 2011 renuncié a mi trabajo y me largué casi dos meses a California (una de las mejores cosas que he hecho en mi vida, creo). En esas seis semanas de absoluta felicidad, experimenté LA MADRE de todo: Coachella… y creo que nunca he sido tan feliz (as evidenced by this photo). La cantidad de conciertos que vi en esos tres días fue obscena: Robyn, Ellie Goulding, PJ Harvey, Scissor Sisters, Suede, Mumford & Sons, Broken Social Scene, The National, tipo… lloro de solo recordarlo. El sol, la música, la gente, los churros, los amigos. I CAN’T. En diciembre de ese año, decidí hacerle otra visita a Tori. La perseguí por Nueva York, Washington y Boston. El 2012 fue el año de las sacadas de espinas. Tras la cancelación del Planeta Terra Lima, me cagué en todos y me fui a Chile a ver a Garbage. A mí NADIE me cancela. Y hablando de eso, ese año también vi a Metric en Miami. De hecho, convencí a la siempre super trooper Miryara para aventurarnos por la Florida y vimos también a Florence + the machine y Fiona Apple. Más tarde ese año nos volvimos a largar, esta vez con más amigos, para ver a Madge hacer sus pasos de viejita en el MDNA tour en Buenos Aires. Simplemente increíble.
Para mi buena suerte, Lima hace ya un buen tiempo pasó a ser un destino musical importante y mis conversaciones con estos amigos se han hecho más frecuentes y menos costosas. Pero, evidentemente, aún estamos lejos de ser parada obligatoria para muchos de mis mejores amigos, así que a ellos todavía salgo a cazarlos. En lo que va del año, como ya saben, asistí a mi primer festival europeo y me reecontré con viejos amigos e hice algunos nuevos (I’m looking at you, Nelly!). No puedo ni quiero parar, así que mi siguiente festival is already in the works y, de acuerdo a su sitio web, en este preciso instante, estoy a solo 109 días, 16 horas, 14 minutos y 26 segundos de toda esa felicidad… Summer in Montreal? Trust me, I’m counting. Esa es la historia, amigos. Al menos hasta el día de hoy. Quién diría que sería mi hermana la que empezaría todo esto. ¡Si la concieran, dirían #KHA…!
Yo creo que tu hermana sí es Zooey Deschanel…
😉
En todo caso, adóptanos y sigue sacando cachita e ilustrándonos sobre tu vida de «peregrino del dharma» musical…
😉
[…] nos hayamos conocido no la hace, en lo absoluto, una extraña para mí. Hace casi cinco años, en este mismo blog, describí mi relación con los músicos of my formative years como amistades por correspondencia. […]