Hoy montaba mi bicicleta a la oficina (por segundo día consecutivo desde mi accidente, thank you very much!), sorteando peatones en la esquina de Bellavista y José Galvez, cuando un señor que iba a uno por hora en el medio de la vereda me llamó la atención. Evidentemente, fueron mis ganas de pasarle encima las que me hicieron notarlo; pero como en teoría la vereda es suya como peatón y no mía como ciclista, me calmé y fui a su ritmo hasta que lo pude pasar. Digo «en teoría» porque entrar a la pista de Galvez por Bellavista es buscar la muerte a manos de uno de esos micros gigantes verdes del año de ñangué. Impo. En esa esquina siempre me subo a la vereda y bordeo el Balta Shopping (sí, aparentemente así se llama, according to Google Maps!) por una cuadra hasta el semáforo y luego, si se puede, retomo mi trayecto por la pista. But I digress… el punto es que, como estaba yendo detrás y luego al lado de este señor muuuuuuuy lentamente, observé su ropa y actitud e inmediatamente pensé: testigo de Jehová (o lo que sea esa gente que se para en la esquina del compacto mall con panfletos y un cartel que anuncian que Jesús ya está en la esquina y bla, bla, bla).
Durante el resto de mi camino, solo podía pensar en que ese señor, probablemente, ya habría armado su biblioteca improvisada al costado de Delicass y estaría hostigando a los transeúntes con su buena nueva. Después, me puse a pensar en Cipriani y su ministerio de la familia. Acto seguido, obviamente, me puse a pensar en Augusto Rey criticando que Cipriani estuviera en la mesa principal de la juramentación de Castañeda y lo que significaba que ese bastardo estuviera ahí. Finalmente, llegué a la misma conclusión a la que siempre llego: la prepotencia de esta gente es repugnante y son unos conchudos de campeonato por llorar «persecución» cada vez que alguien no los deja pisotear todo aquello que no les conviene. Luego hice algo que nunca hago. For argument’s sake, me puse en su lugar.
Cuando me preguntaba por qué carajo esta gente tiene el cuajo de buscarte activamente para embutirte sus creencias particulares, nunca se me ocurrió jugar al abogado del diablo en nombre del Señor. Me cuestionaba por qué esta gente no podía quedarse tranquila creyendo sus cojudeces sin tener la desfachatez de tocarte el timbre o detenerte en la calle. And then it hit me. Si yo honestamente creo que la perdición es tu destino a menos que yo te ayude, es mi DEBER hacerlo (which is actually almost sort of kind of noble). TENGO QUE evitar que te vayas al infierno porque mi fe dice que tengo que ayudarte y, si soy consecuente con lo que creo, no me queda otra que tratar de convertir a todos aquellos salvajes que no ven la luz. Como los cerebros de pollo de esta gente, it is THAT simple. Esta gente está verdaderamente convencida de que están haciendo por ti lo mejor que podrían hacer jamás: salvarte del fuego eterno. Y si no les haces caso, «ah, bueno, yo traté. Estoy en paz, hice mi parte, ¡ahora quémate, basura!».
Mi problema con esto es que estos básicos no conciban que puedan estar equivocados. Que su prepotencia y ceguera sean tales que crean que, no solo tienen el derecho de hacer lo que hacen, sino que es su deber. Because they’re right and you’re wrong. Son los dueños de la verdad. Tú no sabes nada, eres un primitivo, you are the one who needs to fall in line y no hay otro camino posible ni jamás lo habrá. ¿No es asquerosamente soberbio y odioso? It literally makes my brain boil with seething rage. Saber que no hay NADA que se le pueda decir esta gente para que siquiera acepte la posibilidad de otro escenario o tenga la mínima decencia de dejar al resto ser.
Supongo que todo el mundo aquí debe creer que soy ateo porque me joden los cristianos, católicos, apostólicos y romanos, ¿no? Pues, no es verdad y es justamente la razón por la cual esto me jode. O sea que como no creo en esa mierda, ¿no creo en nada? ¿Asumen inmediatamente que si no hay eso, ahí murió el tema? ¿Acaso no hay nada más en que creer? Por supuesto que creo en algo más grande que yo. Creo en obrar bien porque se siente bien, no porque me lo diga un zombie. Creo en no hacerle daño a otros because karma. Y para experimentar mi espiritualidad, no necesito atacar o discriminar a nadie, ni seguir ritos vudú ni mucho menos comerme las fábulas de Adán y Eva, el amanecer de los muertos del Gólgota y the real virgin housewives of Jerusalem. That. Is. Bullshit. I don’t need it. And if I’m doing right by others and myself, I couldn’t possibly be wrong.
In my very own pursuit of happiness, admittedly mucho menos dramática que la de Will Smith, he pensado mucho en mi propia espiritualidad y esa es la conclusión a la que he llegado. En el cumpleaños número 90-y-pico de mi abuelo, a solicitud suya según tengo entendido, oficiaron una misa en su jato. Antes de que llegara el párroco, mi hermana y primo, fugaron (as I should have!). Me quedé pensando que sería una cojudez de diez minutos y que podría tolerarlo. I was wrong on all accounts. No solo duró MÁS que una misa normal sino que a mí en particular se me hizo eterna. No aguanté ni cinco minutos. El fuckin’ cura cantaba. CANTABA. O sea, ¡era la misa entera pero más lenta! Me quería pegar un tiro. Me fui al jardín a hablar por teléfono con Sandra y reírme un poco de la situación. Cuando terminó la huevada después de lo que me pareció la cuaresma completa, retorné a la casa y mi tía me dijo «hereje», half jokingly. Actually, a tenth of a joke is probably more accurate, she meant it. Le dije calmadamente «tía, que yo no crea en esta religión o en ninguna otra, no significa que no crea en nada. Así que tú tranquila». And that, hunty, is the holy tee. #preach