We need to talk about #PERU…

El otro día iba en el carro de Ivo, volviendo de una reunión. El tráfico era súper #PERU, así que le pedí que paráramos en un grifo para comprarme una chela. Al final compré un sixpack para compartir con el resto de la tripulación. Estaba en el punto más delicioso. Heladita, pero se dejaba tomar a grandes sorbos sin riesgo de brain freeze. De pronto, life didn’t seem so terrible y no nos preocupaba esperar en la hilera interminable de luces rojas. Ivo iba cerrando a todos los conductores que querían meterse por los palos y no pude evitar pensar, una vez más, que el problema de este país es la inconsecuencia de su gente. Creo que ya lo dije antes, but it bears repeating.

Solo basta con mirar las animaladas de cualquier peruano comete detrás de un volante. No importa si es un microbusero, un taxista, una camionetera de Barrio Ficho A, una señora de movilidad escolar de Barrio Clasemediero B o un gerente general, todos son unos monos. Tomemos el ejemplo más aparentemente inocuo que puedo pensar: «¿Semáforo en ambar? Mejor la pico. Lo más probable es que me pase uno o dos segundos de luz roja, pero como ya estoy en movimiento, no importa». Importa. Que tú corras en la luz ambar, importa, porque tiene una gran consecuencia – varias, de hecho – que deliberadamente estás ignorando.

Son casi todas tan evidentes que no necesito listarlas. Es obvio que alguien que respeta la luz will either be crashed into or run over by your stupidity. Es obvio también que podrías bloquear la calle que cruza, si la luz ambar cumplía su función de detener el flujo de autos para no generar embotellamientos. Finalmente, también es evidente que, si eres transportista público, estás jugando con la vida de la gente que te paga por un servicio que, claramente, te chupa un huevo. Lo que no es tan evidente (y por ende nadie se molesta en considerar) es lo que esto genera a largo plazo en el psique de los peruanos: «frena en TODAS las esquinas sin importar lo que diga la luz porque ‘no falta un huevón'». Y con eso ya está, nos contentamos con sobrevivir al huevón en lugar de identificarlo y fusilarlo.

¿Qué significa vivir con esa lección? Muchas cosas, vamos de lo más superficial a lo más profundo. Para empezar, tanto conductores como peatones viven estresados y asustados, porque literalmente no saben lo que puede pasar. Para todos los efectos, no existen las reglas. Si no se cumple algo tan sencillo como lo que indica un semáforo, ¿qué más puedo incumplir? Puedo no ceder el paso. Puedo meter el carro. Puedo ir lento en el carril rápido. Puedo ir rápido en el carril lento. Puedo parar a recoger pasajeros en cualquier parte. Puedo plantarme a esperar que el semáforo en verde cambie a rojo. ¡Puedo hacer muchas cosas! La pregunta sería qué no puedo hacer, realmente. Now get ready to dig a little deeper…

Si las reglas no existen y puedo hacer lo que me da la gana, otros también pueden hacer lo que les da la gana. Eso es una mierda. Eso es una mierda peligrosa. Eso es una mierda peligrosa muy grande. Eso es una mierda peligrosa muy grande y yo soy solo uno. Si yo hago las cosas bien, no causo ningún impacto. El río de mierda es demasiado caudaloso como para detenerlo. Bueno, todo está perdido y no hay nada que pueda hacer… ¡así que yo también seré un huevón que nunca falta! Me voy a olvidar de todo lo que sé es correcto y arrojaré las consecuencias por la ventana, con mi cáscara de plátano. Hashtag Perú.

And thus… an attitude is born. La inconsecuencia miope del peruano, sembrada en un derrotismo tan fértil que, curiosamente, es imbatible. Nada importa, nada vale, nunca iremos al mundial, por eso el país está como está, los políticos nos roban, que diosito me ayude, no hagamos absolutamente nada de provecho, aprovechémonos de todo. Yo no tengo la culpa de nada, la vida es así. Creo que nada ejemplifica mejor lo irracional que es esta actitud y cuánto nos detiene que la eterna lucha entre pasajero y transportista: «¡el pasaje siempre ha costado un sol (y el servicio siempre ha sido una mierda)!». «¡Y cómo quieres que te dé un buen servicio si solo me pagas un sol!». «¡Trátame mejor, te estoy pagando!». «¡Págame dignamente, estoy trabajando!». «¡Yo también trabajo!». «¡Pero ganas más, puedes pagar 50% más de pasaje por mejores buses/choferes!». «¡El pasaje siempre ha costado un sol!». Repeat. Y así vivimos.

I don’t know about you, but I’m feeling 22-kinds-of-annoyed by this. I’m taking a stance. Mientras siga condenado a vivir en este país, haré mi mejor esfuerzo por ser menos #PERU myself. Por lo pronto, he cambiado muchos de mis hábitos de conductor (lo cual es sencillo porque en los últimos diez meses debo haber manejado seis veces, jajaja). También intento ser un peatón/ciclista más consciente de mis responsabilidades. Pero en realidad hay algo de cierto en que, técnicamente, una sola persona no puede generar un gran cambio, which is why the biggest part of my plan is to be a HUGE bitch to everyone I know. Obvio. Uno solo no puede ser el cambio, tiene que reclutar gente y ser #lapesada que te hace guardar tu basura en el bolsillo, te recuerda poner tus fuckin’ luces direccionales y te hace roche si no jalas el urinario (YES, DICKHEADS, YOU’RE SUPPOSED TO FLUSH ‘EM. IT’S NOT A FUCKIN’ WISHING WELL!). Solo se necesita una persona to make shit go viral. Reconozcan su poder. Don’t you know that you’re toxic?!
NOW GET TO WORK, BITCH!

 

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